Domingo 27 de mayo de 2007 por Foro Diamantino
A José Mª Castillo con sincera amistad
El domingo pasado, 11 de mayo, las Comunidades Cristianas Populares estuvimos reunidas con Leonardo Boff en Sevilla. Él venía de Granada y nos comunicó que acababas de dejar la Compañía. Quedamos perplejos, no porque dejaras la Compañía, ya que sabemos que tu nueva situación es para poder respirar más hondo, ser más libre, y recuperar la alegría de vivir sin tanta tensión.
La perplejidad se debía sobre todo a que conocíamos las causas de tu decisión y las dificultades normales para adaptarte a una nueva situación vital. Ya con más serenidad, que sepas que estamos a tu lado para todo lo que necesites. Es más, nuestra amistad, respeto y admiración se agigantan, ya que esa decisión tuya valiente y arriesgada es consecuencia de la teología que nos has transmitido y que brota de tus más profundas convicciones. No podías renunciar a tu libertad de conciencia y expresión en una institución eclesiástica que en los últimos 20 años te ha hecho probar el amargor de la sospecha infundada, y de múltiples insidias y asechanzas.
Permíteme que reflexione en voz alta sobre el porqué de tu nueva situación, que reproduce por enésima vez la defenestración de Leonardo Boff, el asesinato de los jesuitas y mujeres de El Salvador, la persecución a que sigue sometido Ion Sobrino, así como la presión sicológica insostenible que has sufrido de manera inexorable en los últimos años.
Has escrito muchos libros que, hundiendo sus raíces en el Evangelio, tratan temas polémicos de rabiosa actualidad que preocupan y motivan a la gente, libros escritos con un lenguaje vivo, atrayente y comunicativo. Por eso han llegado a muchos creyentes y no creyentes que han reconocido en ellos a Jesús de Nazaret, presente en nuestra sociedad para seguir liberando a los más explotados y oprimidos. Entre tus obras destaco El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos de 1999, y Víctimas del pecado de 2004. Creo que estos dos libros compendian lo principal de tu pensamiento teológico.
¿Por qué han chocado tus obras con la teología tradicional de la iglesia católica? Pienso que se trata de dos teologías irreconciliables. Tú has bebido en la fuente de la teología de la liberación, que es evangélica, humanitaria y dinámica; por tu parte, también has aportado puntos de vista importantes a dicha teología. La teología tradicional, por el contrario, es estática porque prescinde de los problemas actuales, los signos de los tiempos, y es inmisericorde con los disidentes. Hunde sus raíces, no el Evangelio, sino en el pasado secular e inmovilista de la iglesia jerárquica.
La teología de la liberación mira constantemente al Evangelio en cuanto puede iluminar y dar respuesta a los grandes problemas de rabiosa actualidad en que estamos inmersos. Esta teología parte del grito angustioso de los pobres, marginados y oprimidos de nuestro tiempo, y sabe que tiene que encontrar respuesta en Dios, que se ha revelado como Padre misericordioso y compasivo de la humanidad entera, porque su pueblo son todos los pueblos y etnias de la tierra. La iglesia se identifica así con el pueblo de Dios que camina, anuncia el Evangelio de liberación y, a su vez, es evangelizado en cada región y nación por la gente que sufre toda clase de injusticias y busca cómo salir de esa sangrante situación. Es decir, la verdadera iglesia está pendiente de los problemas que afectan a la gente, y se convierte en un instrumento para realizar la liberación inherente al Evangelio; no se convierte en un fin en sí misma. Se hace sacramento de la presencia y actividad de Jesús que también está presente a través de su Espíritu en otras culturas y religiones. Esta iglesia propone el seguimiento de Jesús, no condena a nadie, recibe con gusto a los pecadores y a las personas rotas y maltrechas, y les ofrece la misericordia del Padre que ya quedó patente en la vida terrestre de Jesús.
La teología tradicional, por el contrario, presenta una iglesia jerárquica aprisionada por las estructuras que ella misma se ha dado, y se constituye fin en sí misma. En la actualidad, como es tu caso, sigue acorralando y presionando a muchos intelectuales disidentes con los métodos inquisitoriales de antaño, quizá con más refinamiento y eficacia porque presiona a estas personas por medio de las instituciones a que pertenecen. Esta metodología ha sido llevada a cabo durante muchos años por el cardenal Ratzinger con unas cien condenas a sus espaldas. Esta teología anquilosada se apoya en los dogmas -en el Evangelio no hay dogmas-, hunde sus raíces en el Derecho Canónico -doctrina tradicional de la iglesia para defender su estructura piramidal-, e ignora, interpreta sesgadamente o pasa de puntillas sobre determinados pasajes del Evangelio que no le interesan. Lo más grave de la teología tradicional es que da la espalda a la cruda realidad en que estamos sumergidos, ignorando las injusticias y atrocidades que afectan a millones de personas. Jesús, por el contrario, se implicó en los problemas de injusticia y opresión que afectaban a la gente de su tiempo.
Tú sabes muy bien que la reciente visita del Papa a Brasil ha discurrido por estos derroteros. Ha rehuido los lacerantes problemas de tanta pobreza injusta, ha ignorado la situación de opresión de los así llamados niños callejeros, dedicados a la delincuencia; en otras palabras, no ha tenido en cuenta la humillante situación de ese continente, esquilmado por el neoliberalismo más feroz que lo va destrozando todo: desde las personas hasta las selvas amazónicas con sus ecosistemas. El reinado de Dios no sólo exige practicar la justicia, sino también trabajar para erradicar la injusticia. Sin embargo el mensaje más importante del Papa en Brasil fue, ¡cómo no!, el que viene obsesionando a la iglesia romana desde hace muchos siglos: la castidad. Y ésta como panacea universal para evitar el SIDA y demás enfermedades venéreas. El caso es que el tema de la sexualidad como materia pecaminosa no está presente en el Evangelio. El Papa sin embargo ha centrado en él su discurso, usándolo como pantalla para evitar pronunciarse sobre la teología de la liberación, presente en los documentos de los obispos latinoamericanos de Medellín y Puebla. El Papa sigue actuando, pues, como monarca absoluto sin tener en cuenta a los obispos iberoamericanos.
Es curioso que en el Indulto de tu salida de la Compañía, que me ha enviado un amigo común, se diga lo siguiente: “Se le dispensa de los votos religiosos y de todas las obligaciones derivadas de la profesión y del orden sagrado, quedando en pie la obligación del celibato” (El subrayado es mío)… “pero no podrá ejercer la potestad del orden”. Así pues, cesa todo lo derivado de los votos y de la ordenación sacerdotal, pero no el celibato, ley eclesiástica de la Edad Media. La iglesia oficial le sigue levantando monumentos al celibato sacerdotal, aunque buena parte de los célibes, en las diversas escalas de la jerarquía, no salgan bien parados al confrontar esta ley con sus conductas.
No sé qué pensarás tú de lo que voy a proponer; espero que estés de acuerdo. Es un hecho, y tú lo has experimentado en tus propias carnes, que desde la cúpula del poder religioso se condena a los disidentes, es decir, a los que no comulgan con esa teología tradicional trasnochada. Creo pues que desde la base de la iglesia, a la que tú y yo pertenecemos, también se puede criticar, y si es el caso desacreditar a aquellas personas de la alta jerarquía que dicen obrar en nombre de Jesús pero que viven de espaldas al Evangelio. Así el Evangelio llegará con mayor facilidad y nitidez a muchos creyentes y gente de buena voluntad que están desconcertados al ver cómo viven y actúan personas de esa jerarquía. Jesús también desprestigió – ¡y de qué manera!- a la jerarquía sacerdotal de su tiempo, y a los letrados y fariseos. La semejanza entre estos personajes y gente de la alta jerarquía es asombrosa. Dado el carácter de esta carta, me ceñiré sólo a algunos aspectos, aunque sabes muy bien que este tema podrá dar mucho más de sí.
¿Es el Papa Vicario de Cristo? En la actualidad, ¿le cuadra al Papa ese título? Es Jefe de Estado. Detenta pues un poder que Jesús rechazó como tentación durante toda su vida. Además vive, se relaciona y viaja como Jefe de Estado; las demás interpretaciones benévolas chocan contra esta dura y terca realidad. Es además sucesor de Pedro. ¿De qué Pedro? ¿Del que esperaba que Jesús se manifestara solemnemente como Mesías con poder y domino para barrer los romanos? ¿No pretendía conseguir un puesto importante con el triunfo de Jesús, igual que Santiago y Juan? ¿Sucesor de aquel Pedro que no podía entender los anuncios de Jesús sobre su pasión, porque estaba cegado por el ansia de poder, y por eso Jesús lo recriminó con unas durísimas palabras: Apártate de mí Satanás? Es que Pedro se había convertido en tentación para Jesús que siempre rechazó todo tipo de poder. Pedro y los demás apóstoles no entendieron puntos fundamentales del mensaje de Jesús, pero él les mostró una paciencia infinita y nunca los condenó; esperó a que recibieran su propio Espíritu después de la resurrección.
El Vaticano sí condena, y tú José María lo sabes muy bien, cuando no se aceptan algunos de sus dogmas o parte de su doctrina. Pero es obvio que el Espíritu de Jesús no tiene mucho que ver con la Curia Romana. En cuanto a Pedro como piedra angular de la iglesia, baste decir que la única piedra angular es Jesús (Hch 4,10-12; I Cor 3,11).
El rigor de la liturgia vaticana, que ha afectado seriamente a la comunidad de San Carlos Borromeo en Madrid, y la parafernalia que le montan al Papa en sus viajes, deslumbra, apabulla, y somete a los creyentes, ya que subraya y recalca la distinción entre lo sagrado y lo profano. Pero esta distinción es propia del judaísmo. En el templo de Jerusalén se multiplicaban toda clase de ritos sagrados; por su parte, el pueblo de Israel se consideraba el único pueblo sagrado de la tierra. Los demás pueblos estaban fuera de la órbita de Dios y eran profanos. En los evangelios no hay rastro de esta diferencia. Alguien ha dicho que la distinción entre clérigos y laicos -gente sagrada y profana- ha sido el mayor invento de la iglesia oficial en su propio provecho. Jesús fue un laico y no creó ningún tipo de jerarquía, que quiere decir poder sagrado.
Jesús abolió la Ley mosaica, que se había convertido en carga insoportable para los judíos; el Espíritu Santo es la nueva ley del creyente con sus dones y carismas. El tema de la intervención del Espíritu a lo largo y ancho de la humanidad, suscitando auténticos profetas entre las distintas razas y religiones, siempre ha causado miedo y suspicacias en la Curia Romana, por más que esta realidad -el Espíritu y sus carismas- sea lo más beneficioso y esperanzador para la humanidad. Por el contrario, la iglesia jerárquica, a imitación del judaísmo, ha impuesto a sus fieles el Código de Derecho Canónico y otras muchas leyes con detrimento del Evangelio en general, y el tema del Espíritu en particular.
Por último, la iglesia jerárquica invoca constantemente sus tradiciones. La mayoría de esas tradiciones son de origen humano y merecerían la misma reprimenda que Jesús hizo de las tradiciones judías: Dejáis el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres (Mc 7,8 y contexto).
De momento, esta reflexión es suficiente para comprender qué lejos se encuentra la Curia Romana del seguimiento de Jesús. Baste recordar que el ser humano está en el centro del Evangelio por encima de todas las instituciones religiosas, incluso la del sábado que era la más importante en tiempos de Jesús. Por eso devolverle al hombre su dignidad y sus derechos fundamentales forma parte esencial del mensaje de Jesús donde confluyen la práctica y la lucha por la justicia y el amor fraterno por el que seremos juzgados (Mt 25,31-46).
Amigo José María, sé que te coge de lleno este grito de esperanza del Evangelio: Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía” (Mt 5,11). Has estado muchos años en el ojo del huracán, pero nadie te puede quitar la felicidad que da esta bienaventuranza. La libertad que has alcanzado con el seguimiento sincero de Jesús ha merecido la pena. Un fuerte abrazo. Carlos Escudero Freire Sevilla 24 de mayo de 2007