Como si de una maniobra de distracción se tratara, la política del gobierno estatal se despliega por frentes alejados de la refriega donde se decide la supervivencia de la mayoría de los ciudadanos. Cuando los problemas son, principalmente, de índole económica se empeña en traer asuntos que, si son de relieve, carecen de la importancia y urgencia de aquel. Lo primero es llenar el estómago, después vengan las pláticas, las ideologías, el talante encantador e incluso la fantasía.
El asunto de la permanencia de símbolos católicos (biblia, crucifijo…) en los actos de juramento o promesa de cargos institucionales no creo que a nadie le quite el sueño ni le agobie desde mediados de mes, tan solo a algunos que tienen los mondongos bien abastecidos y sin nada mejor que hacer se dedican a matar moscas a salivazos (pues el rabo no les alcanza para ese menester tan diabólico).
Este asunto en nuestra España actual es una cuestión sencilla de resolver; basta seguir el mástil constitucional, en su artículo 16, especialmente el punto 3: Ninguna religión tendrá carácter estatal.
¿Alguien necesita lupa o revisarse las dioptrías?
No tiene sentido mantener ni esos ni ningunos otros símbolos, que pudieran ocurrírsele a alguna mente preclara, de la religión católica o de la que pudiera surgir. Si el Estado es laico, ¿a santo (1) de qué tienen que presidir los actos unos símbolos ajenos – ¿e insultantes?- a la realidad estatal? Es una ofensa a todos aquellos que no practican a esa religión.
Imagínense si en un acto -bien pudiera suceder en nuestra España multirracial y multicultural- se diera el siguiente protocolo de credos y confesiones:
.Un menonita, un budista, un cuáquero, un hinduista, un copto, un ateo, un católico, un presbiteriano, un animista, un musulmán, un mormón, un sintoísta, un judío asquenazi…
¿Deberían de inclinarse todos ante los símbolos católicos? ¿Por qué? ¿Debería traer cada uno en su cartera los símbolos de su credo y ponerlos en la mesa en el momento de asumir su cargo? ¿O, rotativamente, ir cambiando de símbolos religiosos: hoy católico, mañana, budista, después judío…?
¡Cuánta complicación! Todo es más sencillo. Fuera símbolos religiosos. Buscar una fórmula para prometer el cargo ajena a la religión y dejar esta manifestación, que debe ser íntima (art. 16.2) para la conciencia de cada cual.
Si cuando Azaña anunció que España había dejado ser católica, muchos se escandalizaron y quizá no comprendieron sus palabras, ahora, muchos años después, el Estado con toda seguridad ha dejado de ser católico (al menos, legalmente; aunque aún perviven esos símbolos anacrónicos). Y eso incluye a los centros de enseñanza, públicos y subvencionados, donde la religión católica es aún una asignatura (aunque no sea computable a efectos académicos). Si tanto interés tienen la jerarquía eclesiástica católica y sus feligreses en que se enseñe su religión, que se organicen ellos y la impartan en los salones parroquiales o en campamentos al aire libre. Que no se preocupen tanto pregonarla y sí de cumplirla. Y como canta Víctor Manuel en una de sus canciones, a la religión «…es mejor llevarla dentro y no en procesión».
Estado laico, recuerden.
¿Alguien no lo entiende? ¿Alguien se escandaliza? Que vaya a la iglesia y confiese mis graves pecados.
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(1) Supongo que es la costumbre, o el lastre cultural que cargamos. En cierta ocasión, Lenin, afirmó: Por Dios, que somos ateos.