Copenhague: movilización de la sociedad civil frente a los intereses de los poderosos -- Grupo Munzihirwa

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Umoya

¿Vamos hacia el desastre como vaticinan algunos? Las fuertes movilizaciones que se dieron demostraban la conciencia colectiva sobre la urgencia de cambio de rumbo, de cambio de sistema. Ojalá Copenhague haya sido un hito que nos devuelve a nuestra responsabilidad organizada ya que poco podemos esperar de los que gobiernan de forma visible y, lo que es peor, las multinacionales que parecen invisibles. Ha quedado claro que no podemos confiar en nuestros representantes políticos porque solamente representan intereses del capital.

La sociedad civil africana, aunque invisible para los grandes medios, estuvo presente y especialmente la congoleña a través de los delegados de asociaciones que trabajan activamente en las comunidades forestales. Llevaban preparado un escrito, que hicieron llegar a sus delegados gubernamentales presentes en la cumbre, donde manifestaban la urgente necesidad de que saliera un acuerdo justo, exigiendo a los países que más han contribuido al calentamiento del clima, a que redujeran sus emisiones ya y que se tuvieran en cuenta las propuestas de las comunidades forestales: reducir su pobreza, mejorar sus condiciones de vida con un tipo de desarrollo integral.

En el Congo, un país con una gran superficie forestal, hay muchas comunidades que viven del bosque y que están comprometidas en las reducciones de emisiones debidas a la deforestación y a la degradación de los bosques. Hay muchas redes que trabajan unidas y denuncian que sin su participación se está elaborando el código de bosques de su país, -gobierno y empresas privadas-, cuando es gracias a su sabiduría y buen hacer que los bosques se han mantenido. Las comunidades forestales no utilizan solamente la madera para subsistir, sino que sus tierras tienen múltiples usos: agricultura, conservación biodiversidad, caza, pesca, plantas medicinales, ritos y cohesión social.

Los delegados gubernamentales africanos también se posicionaron; el lunes 14 de diciembre, respaldados por las otras naciones en vías de desarrollo incluida China, bloquearon durante varias horas las negociaciones por considerar que los países ricos están desentendiéndose del Protocolo de Kioto, el único instrumento internacional existente para luchar contra el calentamiento global. Este protocolo impone obligaciones a las naciones industrializadas y protege a las menos desarrolladas. Tras obtener respuesta a sus reivindicaciones volvieron a las negociaciones.

Se trata de la segunda protesta de los países africanos ante una situación así, ya que también lo hicieron en la reunión preparatoria de Barcelona, del 2 al 6 de noviembre pasado. Sin embargo, algunos presidentes africanos, acuciados por las dramáticas situaciones de sus países, aceptaron ?cheques de cooperación??, sin unirse a otras voces críticas con el capitalismo que demandaban ir a las causas de los desastres climáticos y no tratar solamente los efectos. A pesar de su casi nula aportación a las emisiones de CO2, es precisamente África el continente en el que el cambio climático tendrá consecuencias más desastrosas, en gran parte por la falta de recursos disponibles para hacer frente a la situación en el futuro.

Y aquí, los que vivimos bien, tenemos un reto, porque está en nuestras manos cambiar el pedazo de mundo que somos cada persona. Lo que escribía Carlos Agulló en el periódico La Voz de Galicia del 18 de diciembre nos ayuda a revisar nuestros hábitos:

?Un ciudadano que calienta el desayuno en el microondas, que elige entre el coche grande y el pequeño para ir a trabajar, que arranca un par de ordenadores cada día, que compra kilos de alimentos elaborados y empaquetados, que en estas noches de invierno sube un par de grados la calefacción, que mientras ve la tele deja las luces del pasillo encendidas por si se despiertan los niños; ese ciudadano contamina más que el que vive en un suburbio de Nairobi, aunque éste padece unas condiciones ambientales infinitamente peores.
El calentamiento global es un fenómeno provocado por el norte, pero padecido en mayor medida por el sur. Que en los últimos tiempos se hayan triplicado la frecuencia de las sequías en África o que la alteración de ciclos climáticos impida planificar las siembras y las cosechas es literalmente mortal para comunidades agrarias y de subsistencia. Los efectos desastrosos de la contaminación sin fronteras es para nosotros un problema; para ellos, un drama??.

Copenhague ha abierto un horizonte en la conciencia mundial para seguir dando las respuestas que posibiliten la vida para la Madre Tierra y los humanos. En la calle se gritaba: si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado. Y, tras conocer el resultado de las negociaciones, un participante de África escribió: «Se requiere mucho esfuerzo para poner en marcha a un elefante, pero cuando comienza, es difícil detenerlo… ¡el elefante ya está en marcha…!»