Conductas atávicas e incívicas -- Pedro Serrano

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Hay que decir, alto y claro, que la mayoría de la gente es educada, empática y cívica. Sin embargo, aún quedan especímenes, de natural desconsiderados, más preparados para vivir en el monte que en la ciudad.
Y es que, en varias ciudades que conozco, entre ellas Valladolid, mi ciudad actual, aún es habitual ver a señoras o señores, limpísimos ellos, que consideran normal sacudir sus mantas, alfombras, mopas o bayetas sobre las cabezas de los viandantes. También es frecuente ver a dueños de perras y perros, como dirían los políticos actuales, que ni siquiera se sonrojan cuando permiten a sus mascotas soltar lastre -sobre todo orinar- en cualquier lugar de tránsito de personas. Y qué decir de los escupitajos estampados impunemente sobre la acera que uno intenta sortear apenas sin éxito.Y qué pensar de un individuo, que rondaría los sesenta y tantos, al que, en el centro de Valladolid, vi tirar las barreduras de su vivienda por el balcón.

Sí, amigos míos, estos actos incívicos todavía ocurren en nuestras ciudades a pesar de estar prohibidos, generalmente, por las normativas municipales. Cuesta entender que haya gente incapaz de dejar atrás estas conductas atávicas e incívicas más propias de los siglos XVI al XIX -cuando era costumbre arrojar a la calle, por puertas y ventanas, las aguas inmundas y fecales, así como los desperdicios y basuras- que del siglo XXI donde se supone que deberíamos haber alcanzado un grado de civismo a la altura de los tiempos y las necesidades que exige la tendencia a amontonarnos, cada vez más, en grandes urbes.

. Valladolid