Aún con el estremecimiento en el alma por la masacre de Bruselas, desde Redes Cristianas queremos manifestar abiertamente nuestra postura:
En primer lugar, nos causa muchísima pena ver sufrir a la gente. Ante el dolor injusto, no podemos hacer otra cosa más que ponernos al lado de las víctimas de esta tragedia para compartir con ellas su sufrimiento. Son seres humanos que, aunque sus rostros no nos sean familiares, son parte de nuestra misma humanidad. Más que con lágrimas en los ojos, nos gustaría verlos radiantes de alegría y felicidad. Esta misma cercanía queremos llevarla también a las otras víctimas que cada día mueren o sufren irreparables destrozos en Oriente Medio ante la indiferencia, el silencio y aún la hipocresía de los medios y de la sociedad de Occidente.
Este afecto cercano a las personas injustamente golpeadas por la sinrazón -y quizás también por el odio-, nos lleva al rechazo frontal de quienes han programado y realizado estas masacres. No vamos a calificar con gruesos trazos su crimen, se califica por si mismo, pero tampoco podemos justificar humana y éticamente sus métodos. Nos da pena constatar por sus actos la falta de talento y de coraje que revelan para exigir, por otros medios, sus «justas» reivindicaciones. Estamos convencidos de que la violencia -y desearíamos que quieres programan y realizan estas masacres lo entendieran de una vez- genera, como la estopa en el fuego, más violencia. Y, por desgracia, quienes más la sufren suelen ser las personas más inocentes.
Finalmente, nos gustaría decir bien claro a nuestros responsables políticos que este tipo de violencia no se resuelve recortando las libertades del pueblo y sometiéndolo a mayores trastornos. Es necesario llegar a las causas de dónde brota, porque nada se produce por casualidad y sin razón suficiente. De casi nada nos están sirviendo ni el «decretazo» en España ni mucho menos la firma que oficialmente hemos puesto junto a la Unión Europea para el rechazo de los y las refugiados. La solución, deberíamos convencernos, no va a venir por el incremento policial ni por el mayor control físico de la ciudadanía, sino por establecer políticas de justicia, igualdad y solidaridad con todos los seres humanos.