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COCHABAMBA: ¿CÓMO CREER EN LA RECONCILIACIÓN EN PLENA CRISIS SOCIAL?

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Taizé

Un encuentro internacional de jóvenes tendrá lugar, este año, en Bolivia. Roxana expresa lo que este encuentro puede significar en el contexto de tensión que vive actualmente su país. ¿Podrán los jóvenes creer en un Dios que sólo puede dar su amor cuando se desencadenan la violencia y el dolor, cuando todavía sangran tantas heridas? Esos jóvenes y esas familias han manifestado en las calle, han vivido largas noches en continuo vilo… La noche se volvía cada vez más oscura en un silencio que no decía nada. La población de El Alto respiraba un aire de incertidumbre en octubre de 2003.

¿Qué es lo que había detrás de esa protesta, de esa rabia y de ese malestar de un pueblo? ¿Falta de amor? ¿Impotencia al saber que su voz no es escuchada?

Muchas sublevaciones indígenas han marcado la historia de Bolivia en contra de la fuerza opresora, luchas que a lo largo del tiempo se convirtieron en luchas de carácter social exigiendo trabajo, salud, educación y, hoy, para responder ante las necesidades actuales. La ciudad de El Alto, donde afluyen emigrantes del campo, de las minas y de otros departamentos, fue una pieza clave para los sucesos de octubre que desembocaron en los recientes cambios socio-económicos y políticos de Bolivia.

Cuando uno comparte el sufrimiento, o el sufrimiento es parte de uno mismo, quizá sentimos la necesidad de mantenerse en una esperanza reflejada en Dios. Por eso no era extraño encontrar iglesias abiertas donde se oraba continuamente, donde se oían las campanas sonar alertando a los vecinos, llamando a reuniones informativas de organización, encontrándose en ellas un lugar de amistad para todos. En el transcurso de estos acontecimientos los jóvenes organizadores descubrieron el poder de un pueblo, la unión, la solidaridad y la amistad. Los jóvenes somos y seremos y la sangre viva. Nuestra participación y nuestra energía son indispensables.

La diócesis de El Alto invitó a los jóvenes a preparar las «jornadas de reconciliación» en 2004. Dieron una rápida y afectuosa acogida a la idea, muestra de ello fue la participación activa en las reuniones de organización con la ayuda de un equipo de preparación formado por hermanos de la comunidad de Taizé con voluntarios de Chile y Brasil. Se descubrieron líderes, despertaron vocaciones, nacieron grupos juveniles, familias abrieron sus puertas para acoger a los jóvenes que llegaban.

Con este gesto sencillo pero grande dábamos tal vez un paso hacia la reconciliación, estábamos construyendo un porvenir de paz.

Llegaron los días del encuentro creando lazos de amistad. Los cantos de Taizé traducidos al aymará y al quechua fueron cantados por voces vivas, danzas típicas de la región dieron color a la apertura del encuentro. Durante cada oración se vivió un momento de silencio, no vacío como aquellas noches de incertidumbre, sino un silencio que decía mucho a cada joven. La oración en torno a la cruz invitó a descargar lo que pesaba en nuestros corazones, en la oración de la luz, la luz de cada vela dejaba descubierto un rostro con esa alegría de creer que es posible una resurrección en nuestras vidas.

Para finalizar el encuentro las calles de El Alto se vieron invadidas por jóvenes cuyas voces clamaban paz, justicia y reconciliación. El 2005 vivimos la segunda jornada de reconciliación donde los jóvenes demostraron que pueden dar su vida por los demás. Su trabajo y su organización fueron puestos al servicio de los demás. Tan sólo llegar a conocer personas que nos valoran, nos aprecian, es una felicidad que da color a la vida.

Saber que esas personas son el reflejo de los regalos que Dios te da, para que uno se permita atreverse a confiar en los demás, aquella confianza en la que se encierran el perdón y la reconciliación.

Quien participe en el próximo encuentro en Cochabamba encontrará paisajes pintorescos, inmersos en una tierra orgullosa y luchadora, alegre como su gente que unida demostró su fuerza y valentía. Como joven albergo mucha esperanza de que este encuentro sea una luz que despierte al Cristo resucitado que anida en nuestro corazón y nos permita ver a un Dios que lucha con nosotros, nos llama amar y a dar nuestra vida por amor, que nos brinda la felicidad a través de una aventura de fe y confianza.

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