El obispo reclama mejor cobertura a los parados con motivo del 1 de Mayo
El obispo de Cádiz y Ceuta, Antonio Ceballos, ha elaborado una carta pastoral con motivo del Primero de Mayo, fiesta de San José Obrero y de los trabajadores, en la que expresa la necesidad de proclamar con humildad el Evangelio de la esperanza «a favor de tantos hermanos y hermanas que diariamente siguen reclamando justicia y caridad».
El prelado alude a la conmemoración de los 40 años de la clausura del Concilio Vaticano II, que proclamó que «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo, de los pobres y de los que sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo».
Destaca luego que la Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia, participa de los gozos y de los sufrimientos de la comunidad humana en la que vive inserta y, por ello, no puede permanecer insensible a los grandes problemas humanos, «como éste del tremendo azote del paro que tan gravemente viene afectando a nuestra sociedad», añadiendo que «el trabajo es un medio querido por Dios para el hombre, no un fin en sí mismo», como ha dicho el Papa Benedicto XVI.
Monseñor Ceballos afirma que después de las cifras duras y frías del paro «hay seres humanos de carne y hueso, y angustiosos problemas en hogares ya familias».
Tras hacer una llamada a la solidaridad, a despertar las conciencias para que la larga duración de la crisis del paro no produzca un estado de insensibilidad, señala que «debemos interpelar la responsabilidad de los que pueden crear empleo y no lo hacen por motivos poco claros; hay que estimular, desde motivaciones humanas y cristianas, a invertir en lugar de acumular, a ahorrar en lugar de consumir, a moderar las aspiraciones indebidas en beneficios y salarios, a ayudar directamente a los más débiles».
El obispo llama la atención sobre el riesgo que corre la sociedad moderna de convertir el trabajo humano en mercancía, en donde la persona, hombre y mujer, queden convertidos en un instrumento más del proceso de producción. «Todo esto produce seguridad para la economía, pero inseguridad para el trabajador y, por tanto, da como resultado un trabajador en situación precaria», afirma.
Ante esa posible situación destaca que «son necesarias otras medidas sociales que garanticen a las familias y a los individuos una situación socialmente digna, y una mejor distribución de la cobertura social al desempleo, sobre todo, para parados con más de 45 años y para los jóvenes que buscan su primera oportunidad laboral».
También llama la atención de la posibilidad de que se cree una sociedad dual, formada por una parte de los privilegiados que gozan de un puesto de trabajo y por otra los desafortunados que carecen del mismo, aunque estos pudieran ser sostenidos por el conjunto de la sociedad.
Tras afirmar que se puede hace más de los que se hace, sugiere canalizar iniciativas y probables acciones orientadas a paliar el problema del paro y ayudar a quienes los sufren; promover una adecuada toma de conciencia, principalmente por parte de la comunidad, con respecto al paro y sus implicaciones, que lleven a una correcta actitud de identificación y solidaridad evangélica, y hacer efectivo el compromiso personal, de cara a la sensibilización y formación de la conciencia social, profundizando para ello en el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia.