Cántico al Hermano Sol de Francisco de Asís -- Leonardo Boff

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

En 1967, en un artículo ampliamente divulgado “Las Raíces Históricas de Nuestra Crisis Ecológica”, el historiador Lynn White Jr. acusó al judeocristianismo, debido a su antropocentrismo visceral, de ser el principal factor de la crisis que ahora se ha vuelto un clamor. Reconoció también que ese mismo cristianismo tenía un antídoto en el misticismo cósmico de San Francisco de Asís.

Para reforzar esa idea, sugirió proclamarlo “patrono de los ambientalistas”, cosa que hizo el Papa Juan Pablo II el 29 de noviembre de 1979. De hecho, todos sus biógrafos, como Tomás de Celano, San Buenaventura, la Leyenda Perugina (una de las fuentes más antiguas) y otras fuentes contemporáneas, atestiguan “la unión amigable que Francisco establecía con todas las criaturas…” Les daba a todas el dulce nombre de hermanos y hermanas, a las aves del cielo, a las flores del campo, incluso al feroz lobo de Gubbio.

Estableció fraternidad con los más discriminados, como los leprosos, y con todo tipo de personas, como el sultán musulmán Melek el-Kamel, en Egipto, con quien mantuvo largos diálogos. Rezaban juntos. San Francisco hizo suyo el título más elevado que los musulmanes dan a Alá: “Altísimo”. El Cántico de las Criaturas comienza con “Altísimo”.

En el hombre de Asís todo está rodeado de cuidado, simpatía y ternura. El filósofo Max Scheler, profesor de Martin Heidegger, en su conocido estudio “La Esencia y las Formas de la Simpatía” (1926) dedica páginas brillantes y profundas a Francisco de Asís. Él afirma:

«Nunca en la historia de Occidente ha surgido una figura con tamaña fuerza de simpatía y emoción universal como la que encontramos en San Francisco». «Nunca más como en San Francisco ha sido posible preservar la unidad y la integridad de todos los elementos en las esferas de la religión, del erotismo, de la acción social, del arte y del conocimiento» (1926, p. 110). Tal vez sea por eso que Dante Alighieri lo llamó “el sol de Asís” (Paraíso XI, 50).

Esta experiencia cósmica tomó forma brillante en su “Cántico al Hermano Sol” o “Cántico de las Criaturas”. En él encontramos una síntesis completa entre ecología interior (los impulsos de la psique) y ecología exterior, la relación amigable y fraterna con todas las criaturas.

Estamos celebrando los 800 años del Cántico al Hermano Sol en un contexto tan lamentable como el actual.

Aunque pueda parecer extraño, tiene sentido porque en medio de un dolor físico y espiritual insuperable, Francisco de Asís tuvo un momento de iluminación y creó y cantó con sus hermanos este himno, que está repleto de lo que más necesitamos: la unión del cielo con la Tierra, el significado sacramental del Hermano Sol, de la luna, del agua, del fuego, del aire, del viento y de la Madre Tierra, vistas como señales del Creador y, finalmente, la paz y la alegría de vivir y coexistir en medio de las tribulaciones que estaba vivenciando y que también nos asolan a nosotros.

Consideremos primero el contexto en el que surgió el himno. La Leyenda Perugina contiene un relato detallado. Dos años después de la estigmatización en el Monte Alverna, Francisco fue invadido por un gran amor que, en el lenguaje de Buenaventura, significaba una muerte sin muerte. Francisco estaba casi ciego. Él no conseguía ver este sol. Sufrimientos internos y externos lo afligían repetidamente. La orden fundada se estaba convirtiendo en una institución y ya no en un movimiento de seguimiento estricto del Evangelio. Esto le hacía sufrir mucho.

Era la primavera de 1225. El local era la pequeña capilla de San Damián, donde vivían Clara y sus hermanas. Lleno de dolor, no conseguía encontrar paz. Pasó cincuenta días en una celda oscura, sin conseguir ver la luz del día o el fuego de la noche. El dolor de los ojos le impedía dormir o descansar. Casi desesperadamente, él oró: “Ayúdame, Señor, en mi enfermedad, para que pueda soportarla pacientemente”. No pedía librarse de ella sino soportarla.

Mientras oraba, observa su biógrafo Tomás de Celano, Francisco entró en agonía. En medio de esa situación, oyó una voz dentro de sí: “Feliz, hermano, feliz en medio de tus aflicciones y enfermedades. En el futuro podrás sentirte tan seguro como quien está en mi reino”.

Francisco se llenó de una alegría increíble. En la noche oscura amaneció el día. Se sintió transportado al reino de Dios, símbolo de la reconciliación ilimitada de la creación decaída con el designio del Creador.

Entonces Francisco se levantó, murmuró algunas palabras y cantó el himno a todas las cosas: “Altissimu, onnipotente, bon Signore”. Llama a sus hermanos y canta con ellos el cántico que acababa de componer:

Altísimo, Omnipotente, Buen Señor, A Ti la alabanza, la gloria, el honor y toda bendición. Sólo a Ti, Altísimo, pertenecen, y ningún hombre es digno de mencionarte. Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente por el Señor Hermano Sol, que es día y por eso nos da su luz. Es bello y radiante con gran esplendor. Y de Ti, Altísimo, es un signo. Alabado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las estrellas. Las formaste en el cielo brillantes, preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano Viento y por el aire, y la nube y el cielo sereno y por todo tiempo, a través del cual sostienes a tus criaturas. Alabado seas, mi Señor, por la hermana Agua. Que es tan útil, humilde, preciosa y casta. Alabado seas, mi Señor, por el hermano Fuego, que ilumina la noche, y es bello, alegre, robusto y fuerte. Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Madre Tierra, que nos sustenta y gobierna, y produce muchos frutos, árboles y flores de colores.

Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor y soportan enfermedades y tribulaciones. Bienaventurados los que las soportan en paz pues por ti, Altísimo, serán coronados. Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún ser vivo puede escapar… Alabad y bendecid a mi Señor, dadle gracias y servidle con gran humildad.

Como demostró el franciscano Eloi Leclerc (1977), superviviente de los campos de exterminio nazi, para Francisco los elementos externos como el sol, la tierra, el fuego, el agua, el viento y otros no eran solo realidades objetivas, sino realidades simbólicas, emocionales, verdaderos arquetipos que energizan la psique en el sentido de una síntesis entre el exterior y el interior y una experiencia de unidad con el Todo. Francisco canta al sol, a la luna, a las estrellas y a otros seres, incapaz de verlos porque al final de su vida estaba prácticamente ciego.

Él incluye en su elogio lo que es más difícil de integrar: la muerte. En la biografía de Celano, la muerte es huésped de Francisco. Él dice jovialmente: “Bienvenida mi hermana Muerte”.

San Francisco por su ternura y hermandad ilimitada se volvió un hombre universal. Realiza plenamente el proyecto humano de armonía con toda la creación, sintiéndose parte de ella como un hermano. Él suscita en nosotros la esperanza de que podemos convivir en paz con la Madre Tierra.

*Leonardo Boff ha escrito Francisco de Asís: ternura y vigor, Sal Terrae 2009 (8ª edición).

Traducción de MªJosé Gavito Milano