El pasado 2007 fue un año lleno de acontecimientos ecuménicos, aunque el balance resulte algo agridulce. También para España. He aquí un pequeño repaso de todo lo acontecido en nuestro país en el camino hacia la unidad de las Iglesias cristianas. Finalizada la Semana de la Unidad, se comenzó con cierto retraso la participación en la tercera etapa preparatoria de la III Asamblea Ecuménica de Europa, prevista para septiembre en Sibiu (Rumanía). Finalmente, esta participación se concretó en la actividad por naciones, que en nuestro caso consistió en la celebración interconfesional de la Vigilia de Pentecostés, con referencias claras a la Asamblea de Sibiu.
En este proyecto tomaron parte movimientos ecuménicos: las Misioneras de la Unidad, el Centro Ecuménico Juan XXIII de Salamanca; algunos grupos de jóvenes: Comunidad Tierra y Encuentro, Ultreia et Suseia; miembros del grupo musical Al Haraca de la Institución Teresiana;… todos interesados por el compromiso cristiano e incluso por el movimiento ecuménico. La Vigilia tuvo lugar en la iglesia de Jesús de la Iglesia Evangélica Española (IEE) de la calle de Calatrava, 25, de Madrid. Asistieron unas 300 personas, jóvenes en su mayoría. Nacía un grupo de personas deseosas de algún compromiso ecuménico. El grupo decidió continuar y se sucedieron las reuniones cada dos meses en los locales de la iglesia de la IEE. Fruto de ellas ha sido la creación de un foro que supone una verdadera esperanza para el futuro del ecumenismo en Madrid y en España.
El verano resultó también verdaderamente ecuménico. Hay que reseñar el 38º Congreso Internacional de Asociación Ecuménica Internacional (IEF), que celebraba su 40 aniversario. Tuvo lugar en Pisek, en la República Checa, donde se reunieron más de 300 personas de toda Europa y de todas las Iglesias cristianas. De España acudieron 32 personas, todos católicos. Se vivió, como siempre, el más acendrado ecumenismo con hospitalidad eucarística, según propone el punto 8 del decreto del Vaticano II Unitatis Redintegratio. Para los españoles fue una bocanada de aire fresco que ahora se va exponiendo a los distintos miembros de IEF que no acudieron a ese congreso.
Y un mes después tuvo lugar el principal acontecimiento del año: la Asamblea Ecuménica de Sibiu, de la que se informó en Alandar en el mes de octubre. En España, la habíamos preparado con tardanza, pero con ilusión. Algunos nos comentaron que con más ilusión que en la mayoría de los países europeos participantes. ?ramos pocos, con mucho retraso, pero se colaboró muy bien.
El día 3 de septiembre, unos 70 españoles llegamos a Sibiu. De ellos, 34 habían sido elegidos por la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales (CERI), de entre decanos y profesores de Facultades Teológicas, asesores de CERI, Misioneras de la Unidad y Misioneras Ecuménicas y algún responsable de Centros Ecuménicos. El otro grupo contaba con 24 personas, casi todas comprometidas en la labor ecuménica diaria. Asistían éstos por propia iniciativa. Cuatro poseían acreditación de prensa y los demás debieron buscarse como pudieron acreditaciones para asistir a los actos de la Asamblea, gracias al P. Rodríguez Garrapucho del Centro Ecuménico de Salamanca, que participó en la Asamblea como miembro de la Comisión Organizadora.
Ambos grupos permanecieron sin relación alguna. Por casualidad, un día, con mayoría de este segundo grupo, pero con la presencia de dos obispos españoles, algún teólogo de la delegación oficial y algún responsable de CERI, configuraron un grupo de habla española. Se pudo dialogar con libertad e incluso los del segundo grupo solicitaron al presidente de CERI, Adolfo González Montes, obispo de Almería, una reunión de todos los españoles para compartir la realidad ecuménica nacional. Aunque surgía la esperanza entre los ?veinticuatro??, tal reunión no se consiguió. Si la se reunieron los miembros de la delegación oficial, de cuyo encuentro fue expulsado un delegado diocesano no perteneciente a la delegación oficial, pero no trataron de los retos de Sibiu al ecumenismo español, sino de la marcha de la Asamblea.
Con cierta desilusión, los ?veinticuatro?? celebraron su ?reunión??, y de ella surgió algo positivo: un nuevo grupo de esos ecumenistas, a punto ahora de convertirse en foro ecuménico. Por eso, aunque la presencia española en Sibiu pasó desapercibida, allí comenzó otra nueva posibilidad ecuménica para nosotros.
¿Qué se podría decir de la III Asamblea Europea? A lo largo de las cuatro jornadas se pronunciaron bellas ponencias de jerarquías eclesiásticas de las diversas Iglesias asistentes, preciosas intervenciones y experiencias, como la de una italiana: ?El ecumenismo??, dijo, ?es como un niño recién nacido, necesitado de muchos cuidados, un niño recién nacido producto de unas relaciones transparentes??.
Los diversos foros trataron asuntos tan importantes como la justicia, la paz, las migraciones, Europa?? Lástima que entre los delegados oficiales españoles no hubiera ni un solo encargado de estos temas, ni un solo delegado de estos asuntos, tan cuidados en España. Una imagen real de esas jornadas explica la realidad de la asamblea de Sibiu: ?En la carpa ?nos reuníamos los 3000 participantes en una gran carpa en el centro de la ciudad- todo era cálido, acogedor, amable??, fuera de ella caían los primeros fríos del otoño rumano??.
?sa fue la realidad. Puesto a dar un título a la asamblea, diría: ?Las Iglesias fueron buscando la unidad y, una vez más, se encontraron con sus divisiones??, bien reflejadas a la hora de celebrar sus eucaristías, alejados unos de otros.