Bienestar austero II -- Jaime Richart

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

En una sociedad integral y armónicamente desarrollada el bienestar de la ciudadanía no debe depender del consumo, como parecen sostener los economistas «ortodoxos» de uno o de otro signo. Más allá de los argumentos técnicos para explicar la economía a través del consumo, para disfrutar de bienestar no es preciso el «consumo» que es como llamamos a consumir a mansalva lo superfluo en el Mercado. Más bien, en buena medida se contrapone o es un obstáculo para el verdadero bienestar. Esta es la trampa de la que el sistema no sabe, no quiere o no puede salir, tratando así el consumo prácticamente como una fatalidad o una maldición. Obsesionarse la economía y obsesionarse a la ciudadanía con ello, bloquea la solución para millones de personas en España y en Europa. Es más, impide la convivencia pacífica, plácida y satisfactoria.

Quiero decir que para experimentar bienestar basta tener las necesidades ya fundamentales cubiertas. Luego, todo es cuestión sólo de imaginación personal para convertir el ocio y aún el trabajo en bienestar. Y eso es lo que en este país sucede, que son ya demasiados millones los que esas necesidades básicas no las tienen cubiertas.

Por eso, cubrir las necesidades básicas de todos es el fin primordial del Estado, y el ingenio la meta que precisan los futuros gobernantes para conseguirlo. Pues en una sociedad, en un planeta que se agota, es una aberración tener al consumo como única solución económica para el bienestar generalizado. Así es que, si el sistema no sabe resolver la paradoja que él mismo plantea, habrá que inventar otro sistema o recurrir a otros ya existentes. En todo caso, los gobernantes de mañana tienen el deber ineludible de saber resolver el desafío.