Este misionero vasco llegó a Palenque en 1985 para cumplir su vocación de servicio en el área rural de la provincia de Los Ríos, Ecuador.
La Iglesia es una entidad que brinda confianza a los campesinos, según el sacerdote, por eso acuden a ella cuando tienen dificultades. «A nosotros (los religiosos) nos educaron para servir. Jesús tomó la decisión de ayudar a los pobres y como los sacerdotes somos los discípulos de Cristo también hemos tomado esa responsabilidad», indica el padre, cuyo espíritu solidario lo ha llevado a él y a otros misioneros provenientes de la Comunidad Autónoma del País Vasco (España) a apoyar a los agricultores en un polémico conflicto de tierras.
El tema explotó en junio anterior cuando la policía ingresó con una orden judicial a desalojar de sus hogares a más de un centenar de familias campesinas de La Yuca, uno de los recintos más pobres de Palenque y de la provincia de Los Ríos. Esa orden se dio por el reclamo de más de 4.000 hectáreas por parte de una familia que nunca había vivido en esas tierras, y dejaba sin valor los títulos de propiedad otorgados a los campesinos por el Instituto Nacional de Desarrollo Agrario (INDA, antes Ierac), según el padre Benjamín.
Por ello, él y el seglar Aitor Arbaiza, también español, convocaron a movilizaciones públicas de protesta que congregaron a gran cantidad de pobladores del cantón. El resultado: los campesinos desalojados regresaron a sus casas con autorización del Inda, aunque el reclamo de los demandantes se mantiene. Y por «metiches», Respaldiza y Arbaiza fueron amenazados con la deportación por las autoridades de la provincia que cumplían la orden de desalojo.
«Los seres humanos debemos enfrentar la injusticia», señala el religioso, quien incluso ha sido tachado como anarquista y revolucionario por haber participado en esas manifestaciones. «No soy anarquista… bueno, no tanto. Respeto a la autoridad y pienso que debe ser obedecida, pero no debemos dejar pasar los actos que ofenden al hombre», afirma sobre esta postura que, según él, deberían asumir con valentía todos quienes pueden mejorar las sociedades en que se desenvuelven.