Una de las mejores herencias que nos deja el difícil 2015 es la creciente conciencia mundial de la necesidad de un cambio de modelo de desarrollo, especialmente en relación con la naturaleza. Dos ejemplos de ello han sido la encíclica Laudato Si´, de la que ya hemos hablado, y en diciembre la conferencia de París para atajar el cambio climático (COP21). Hay consenso científico de que nos encontramos ante un preocupante calentamiento de la tierra que tendrá graves consecuencias: aumento del nivel de agua del mar, desertización, frecuentes trastornos ambientales. No se trata ya tanto de salvar el planeta como de salvar la humanidad. Por eso las reivindicaciones medio ambientales han pasado a la primera plana de los movimientos sociales en su conjunto.
Después del fracaso de las 20 conferencias anteriores (las más importantes Rio 1992, Kioto 1997, Kioto 2005, Copenhague, 2009??) en París se han definido propuestas más concretas: limitar para 2100 el incremento máximo entre 1?5 o 2 grados; programas quinquenales de reducción de emisiones por países; creación de mecanismos de verificación; asistencia financiera de los países desarrollados a los de menos recursos y más afectados por el cambio climático de 100.000 millones anuales de dólares de 2020 a 2025; apuesta por las renovables (más retórica que real), etc.
Los analistas dicen que probablemente el mayor logro de París ha sido la definitiva toma de conciencia tanto de la gravedad del problema como de que estamos al final de la edad del petróleo; el consenso en que la causa del calentamiento reside en el factor humano (industrialización a partir del carbono y los hidrocarburos); y, ante un problema tan complejo que afecta a realidades tan dispares, el establecimiento de una metodología de análisis y propuestas (por ejemplo, la distinción entre países desarrollados, emergentes y países pobres con diferentes niveles de obligaciones, la necesaria ayuda de los países desarrollados a los países pobres, el establecimiento de mecanismos de transición hacia un modelo de energías limpias de carbono, etc.). En el fondo es el avance hacia algo que la Laudato Si´ proponía reiteradamente: la necesaria percepción global de fenómenos pertenecientes a distintos ámbitos como la ecología y la economía, entre medio ambiente y los movimientos sociales, entre modelos energéticos y modelos sociales.
Pero para muchos los resultados han sido decepcionantes. Así se han expresado importantes institutos internacionales de ecología y ONGs, como Greenpeace, Oxfam, 350.org, WWF (Word Wide Fund for Nature), Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra. Fundamentan sus críticas en que el acuerdo:
- Es insuficiente. Por ejemplo, las propuestas presentadas por los diferentes países en París en relación con su respectivo modelo de desarrollo hacia 2100 ya sobrepasan en mucho el límite de los dos grados. 2. No es vinculante. En su globalidad el acuerdo es vinculante, pero no lo son los objetivos nacionales de reducción de emisiones para cada país (en el texto final se usan condicionales ?cada país debería poner en marcha medidas????, ni lo son tampoco los compromisos de financiación. 3. No prevé mecanismos para exigir o para imponer sanciones en caso de incumplimiento. 4. Considera a China y la India (2.400 millones y altamente contaminantes) como países ?emergentes?? y en consecuencia con menores exigencias. 5. Temporaliza a tan largo plazo que hará difícil frenar la inercia de los efectos del calentamiento producido en los últimos doscientos años de industrialización. 6. No desincentiva las inversiones en la producción de combustibles fósiles o en fraking. 7. Finalmente, adolece de una visión crítica del actual modelo de desarrollo porque el cambio climático es un tema transversal relacionado con otras medidas de carácter económico y comercial y además puede suponer una apuesta implícita por la energía nuclear.
Finalmente lamentamos una vez más el cinismo político del gobierno español que, mientras con una mano firma la Declaración de París que impulsa las renovables, con la otra, en la política interna, apuesta por las eléctricas y petróleo penalizando las renovables.
En definitiva, es un paso adelante. Pero el vaso está sólo medio lleno. Para preservar la naturaleza y una vida digna para los que vendrán debemos llenarlo del todo.
Como creyentes, hijos e hijas de Dios y de la Madre Tierra debemos descubrir la aportación que cada uno podemos hacer para la conservación y belleza del planeta. Este es uno de nuestros buenos deseos para el año que comienza.