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Las Bienaventuranzas en el Evangelio de Lucas, a los “Dichosos…” de
la primera parte añade cuatro “Ay de vosotros…” que no están en Mateo.
El amor de Dios es universal, no excluye a nadie, pero tiene preferencias:
“los preferidos de Dios” son quienes más necesitan amor: las personas
que más sufren, las víctimas, las excluidas, las pobres, las perseguidas, las odiadas, las proscritas…
Porque son des-graciadas precisamente por eso son a-graciadas con el amor de Dios, por el amor que no tienen y precisan:
”Dichosas vosotras las pobres porque vuestro es el Reino de Dios”(Lc6,20).
Por la actitud de Jesús y su mensaje liberador, creo que el “Ay de
vosotros…” no podemos entenderlo como amenaza, ni como juicio y
condena (“no ha venido a juzgar y condenar sino a salvar”), sino más bien
como “compasión”: lo siento por vosotros, qué pena me dais, pobres de
vosotros, en el tono que a veces decimos:
-qué pobres los ricos que solo tienen dinero,
-pobres los poderosos que necesitan oprimir para ser alguien,
-Qué desgracia quienes viven atrapados en un sistema injusto y lo
reproducen,
-qué tristes las personas machistas que vuelcan su propia frustración en la violencia machista, -etc etc
Jesús no jugaba a buenos y malos. Todas las personas somos
fundamentalmente buenas, constituidas por el Amor. Pero todas tenemos
“miserias humanas”, y por eso somos “miserables”: dignas de
“misericordia” y compasión. Todas somos buenas y malas. Hay personas
muy buenas, en las que predomina la bondad; pero también hay personas
en las que la maldad se apodera en su mentalidad y en su conducta:
egoísmo, odio, ansia de poder, insensibilidad, crueldad… Y se traslada a
estructuras de poder, de injusticia, de avaricia…
Jesús como profeta denunciaría esas injusticias y esas “miserias
humanas”, como lo hizo: la hipocresía de fariseos (“sepulcros
blanqueados” “raza de víboras”), legalismo religioso de sacerdotes, abuso
de poder, avaricia… “No se puede servir a Dios y al Dinero”… Pero siempre
salvando a las personas y buscando su liberación: a las oprimidas con el amor y compasión que precisan; y a las opresoras con la llamada a la
conversión y el perdón; no con la amenaza ni la condena: Dios quiere que
todas se salven.
Hoy somos más conscientes que antiguamente de que la pobreza no
es una casualidad ni una mala suerte del destino, sino que tiene unas
causas: el enriquecimiento de unos produce el empobrecimiento de otros
a nivel mundial. Combatir la desigualdad y la injusticia con la justicia y la solidaridad es la forma de amar a los pobres y a los ricos: que no haya
pobreza deshumanizadora ni riqueza injusta sino igualdad: es el Reino de
Dios como utopía.
Hoy también existe y crece la “internacional del odio”, que tampoco
se puede superar con más odio y violencia. Es evangélico (y utópico)
responder al odio con amor, y a la violencia con no-violencia-activa, y a la distopía del fascismo (como trumpismo y otras formas) y la internacional del odio, con una internacional de la esperanza: utópica como el Evangelio y las Bienaventuranzas.
(16-2-25)