Arturo Paoli, Hermano del Evangelio y Profeta, cumplió 100 años

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Reportaje a los 89 años
?El error de Juan Pablo II fue centrar el prestigio de la Iglesia en su persona??
El padre espiritual del movimiento de los sacerdotes del Tercer Mundo afirma que el Papa traicionó a los pobres de América Latina cuando retiró a los obispos que los defendían de los gobiernos dictatoriales. Reivindica los ideales de la Teología de la Liberación y dice que el culto arrinconó el verdadero sentido de la religión: el compromiso por realizar la justicia social. Detalles de su relación con el padre Carlos Mugica.

Es una de esas personas de las que puede decirse que ya vivió casi todo. Pulsó el horror de los campos de exterminio nazi, mientras asistía a los prisioneros, hasta que también fue detenido. En América Latina alentó la formación del tercermundismo, predicó en las villas con el cura Mugica y fue el único de sus compañeros que burló la persecución militar, durante la dictadura argentina. Hoy vive y trabaja en las favelas del Brasil y está abocado a la atención de los chicos de la calle.

Arturo Paoli es italiano, sacerdote, y tiene una mirada tan profunda como sus convicciones. A los 89 años sigue sosteniendo que hay ?otra sociedad posible?? basada en la alteridad y en la responsabilidad por el otro.

Su relación con la jerarquía católica siempre fue polémica. Hace poco encendió un polvorín cuando se negó a compartir uno de los actos del Jubileo con Juan Pablo II.

¿Qué fue lo que ocurrió?

-Fue para el Jubileo del Tercer Mundo. A este jubileo me invitaron con mucha insistencia los veteranos de Acción Católica. Lo que querían era que yo fuera quien presentara esta peregrinación y que hiciera un discurso de homenaje al Papa. Fue un estado de sitio. Continuamente me llamaban por teléfono… Les pedí que me dejaran pensarlo. Finalmente decidí escribir una carta muy breve diciendo que no aceptaba porque los pobres de América Latina, a los que estamos consagrados, fueron masacrados.

¿En qué sentido?

-En las épocas duras, el Vaticano retiró todos los obispos que eran defensores de los marginados y que molestaban a los gobiernos dictatoriales de estos países. Hubo un recambio gradual de obispos. Trajeron muchos extranjeros, italianos, franceses, que no conocían ni les interesaba la situación social y política de los pueblos. Yo fui al Brasil porque era prácticamente la única Iglesia de América Latina que en su unidad había hecho una opción por los pobres. Entonces, ¿cómo puedo aprobar este método del Papa que es una traición a los pobres? No puedo.

Pero el sentido del Jubileo era precisamente pedir perdón por los pecados de la Iglesia…
-Pero por los pecados del año 1500… No digo que el pedido de perdón sea inútil. Yo lo defiendo porque sentó un principio: que la Iglesia también hizo barbaridades, que la Iglesia yerra. Entonces el pedido de perdón tiene valor, sólo que se hace por cosas pasadas, lejanas en el tiempo.

Más allá de esto, ¿cuál es su opinión sobre Juan Pablo II?

-Es una gran personalidad. Su gran sueño es darle prestigio a la Iglesia. Pero es un sueño frustrado porque el prestigio de la Iglesia tenía que procurarse por otro camino. Por un camino comunitario. Que la presencia de la Iglesia se plasmara a través de la originalidad de la Iglesia latinoamericana, africana, oriental. El, en cambio, mortificó a las iglesias locales y el prestigio de la Iglesia se centró en su persona. La otra Iglesia no aparece, oficialmente está muerta.

¿Cómo ve el futuro de la Iglesia latinoamericana?

-Será difícil.

Usted fue en cierto modo el padre espiritual del llamado movimiento tercermundista en América Latina…

-Padre espiritual es una palabra muy gorda… El pasado no lo deshago. Me parece que fue bueno el momento. Hay una sola cosa que me da tristeza: que muchos compañeros pagaron con su vida y con su sacrificio… Entonces, estar vivo me parece un privilegio, una cosa inmerecida. Tengo la tranquilidad de no haber huido… La voluntad de Dios, la suerte, el destino, me hicieron sobrevivir.

¿Qué lo llevó a tomar ese camino?

-Tengo la convicción de que nuestro deber como cristianos es combatir hasta las últimas consecuencias contra todas las formas de injusticia, de opresión. Este es el sentido de la religión, dar nuestra vida para realizar en el mundo más justicia, más fraternidad. En la práctica religiosa el culto ocupó todo el espacio, entonces quedó como arrinconada esta idea base: que creer en Dios significa comprometerse para realizar la justicia en el mundo.

Algunos curas del Tercer Mundo defendieron estos ideales con las armas… ¿Es compatible esto con la doctrina cristiana?

-Se da una confusión. Alguien que se compromete con la justicia es definido como comunista, como guerrillero. Entonces todos dicen que no existe compatibilidad entre la fe y la lucha armada.

¿Y existe?

– Hay que ver caso por caso. Piense por ejemplo en los palestinos que después de no sé cuántos años de ser oprimidos, de no tener tierras, de ser extranjeros en casa propia, se levantan y se rebelan… Se entiende perfectamente. Igual, hoy gracias a Dios tenemos ejemplos de guerrilleros con una humanidad profunda, un deseo de solucionar los problemas de la justicia por el diálogo como hermanos. Los Sin Tierra del Brasil son una cosa extraordinaria. Esta gente reclama justicia sin recurrir a la violencia. Entonces, el reclamo por justicia es casi un valor religioso. Es un valor humano profundo.

Usted fue amigo del padre Carlos Mugica, cuya asesinato muchos adjudican a la Triple A…

-Amigo íntimo… Teníamos mucho diálogo. Le cuento algo inédito: luego de dos o tres años descubrimos que un agente de la CIA nos estaba siguiendo. Era un joven que hablaba bien español. Vino por primera vez a mis conferencias, se declaró hebreo y dijo que le interesaba dialogar conmigo. Yo comencé a sospechar porque en una oportunidad tuve que ir a Venezuela y cuando llegué a Caracas él ya estaba esperándome. Una noche nos invitó a un apartamento de lujo que dijo que era de una tía. De vuelta en Buenos Aires le comenté a Carlos mis sospechas. Su padre, que luego fue ministro de Relaciones Exteriores, le informó secretamente que este era un agente de la CIA. Entonces comenzamos a despistarlo, a decirle mentiras. Pero hasta el día antes de mi partida, hasta el último momento en que estuve aquí, él estaba conmigo. Hoy, estoy casi convencido de que fue la causa de la muerte de Mugica. Se llamaba Juan.

¿Ustedes formaban parte de los grupos guerrilleros de los ?70?

-En realidad el solo hecho de vivir en los barrios pobres y no en una parroquia -como le pasó a Carlos Mugica- era ya motivo de persecución. El caso del sacerdote Mauricio Silva es paradigmático. El era uruguayo, una persona absolutamente apolítica, realmente mística. Trabajaba de barrendero público y nosotros le decíamos que tuviera cuidado. Pero él respondía que no tenía ningún compromiso político. Pero para ellos un cura barrendero era un comunista, un subversivo. Entonces desapareció. Hay versiones de que lo encontraron en un hospital y ya estaba moribundo… Lo cierto es que lo cargaron en un coche y desapareció.

¿Lo de Mugica precipitó su partida al exterior?

-Yo no me fui. Me ?fueron??, me mandaron a Venezuela. Fue ?sugerencia?? de la embajada. Me fui el domingo de Ramos de 1975. En Buenos Aires estaban los afiches con la lista de las personas que tenían que ser matadas. Yo era el segundo.

¿Se sintió apoyado por la jerarquía católica de nuestro país?

-Apoyado, no. Había obispos favorables y otros que no lo eran. Yo sé incluso de obispos ante los que se presentaron mis hermanos para conseguir refugio y les dijeron: ?¡No!, son los hermanos de Arturo??. Así es que cuatro o cinco de nuestros hermanos son desaparecidos.

¿Qué queda del tercermundismo?

-El grupo organizado no resultó, pero las ideas no mueren. Ahora en Europa existe todo un movimiento que continúa la teología de la liberación. Esto no puede morir porque está en la historia. Ni el Papa ni los militares ni ninguna fuerza pueden parar la historia. La teología de la liberación es paralela hoy a cierto movimiento filosófico de pensamiento.

¿Qué dice esa filosofía?

-Básicamente, que otro mundo es posible y que para desarmar esta visión de competitividad, lucha, carrera, para dominar, hay que partir de una visión del hombre distinta. El hombre es hombre en cuanto es ofrecimiento de sí, altruismo, alteridad, responsabilidad. En este sentido caminó el foro de Porto Alegre para el cual los franceses dieron la primera pista, fundamentalmente Le Monde Diplomatique. Allí se expusieron proyectos de sociedad diferentes. El de una economía que satisface las necesidades esenciales de la gente. Que parte no de la producción, no del objeto abstracto, sino de las necesidades reales de los pobres, de los oprimidos.

¿Cuál es el Papa de este siglo que más le impactó?

-Como pontificado, Juan XXIII. Fue un pontificado de ruptura, de cambio. Intelectualmente era una persona modesta, pero de profunda fe, y lo ayudó mucho el hecho de vivir en países no católicos. Entonces se hizo amigo de mucha gente de otras religiones y vivió en un mundo muy diferente del cristiano. Entendió que existe una humanidad con la cual tenemos que estar en diálogo. Su gran mérito no es haber convocado el Concilio Vaticano II, sino no permitir que tomara la dirección tradicional de todos los concilios. Este definió la posición de la Iglesia frente al mundo. Fue la primera vez que la Iglesia se dejó mirar por el mundo. Esta fue la gran novedad. Fue un concilio ecuménico, donde todos participaron. Y tuvo una resistencia feroz en la curia.

A los 89 años, ¿se arrepiente de algo?
-En la vejez se da un proceso de simplificación. Se ve lo esencial de la vida, lo importante. Yo pienso en el Evangelio, el viejo Simeón, la persona que espera algo, que tiene la vista dirigida al futuro, hacia algo que tiene que acontecer. Pienso que nosotros no veremos el mundo nuevo pero tenemos que proclamarlo y dar esperanza. Somos los que tenemos que anunciar la esperanza. Somos los exploradores. En este sentido veo que la vejez es buena, es bonita.

Arturo Paoli nació en Luca, Italia, en 1912. Durante la Segunda Guerra pudo huir de los campos de concentración nazis donde estaba prisionero y trabajó en el movimiento laico «Acción Católica Italiana?? que lideraba el arzobispo Montini (luego Paulo VI), con quien forjó una intensa amistad. En 1954 decidió entrar en la fraternidad de los Hermanitos de Jesús que siguen la espiritualidad del padre Carlos de Foucauld. Fue enviado a la Argentina desde donde alentó la formación del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Los acusaron de ser ?agitadores comunistas??. La mayoría de su comunidad fue asesinada y él pudo huir. Es teólogo, autor de más de 20 libros.