Alberto Hurtado, el cuerpo místico de Cristo y su mensaje a los trabajadores de Chile (II) -- Alonso Ignacio Salinas García, encargado jurídico constitucional de la comisión chilena de Derechos Humanos (CCHDH).

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III.- Las Teorías Sindicales del Mundo de los Trabajadores: las Tres Desviaciones Ideológicas y la Propuesta Cristiana de Alberto Hurtado
Ahora bien, san Alberto Hurtado distingue en su magistral obra, ?Sindicalismo: Historia, Teoría y Práctica??, 4 posiciones filosóficas que guía el actuar el sindicato alrededor del mundo, criticando las 3 primeras y abogando por la última: 1) el sindicalismo revolucionario, 2) el sindicalismo reformista, 3) el sindicalismo oportunista y 4) el sindicalismo realista(12)

Respecto al sindicalismo revolucionario, este es una perspectiva que siguen los marxistas ortodoxos o los pesimistas como Jorge Sorel, Edouard Berth o Hubert Lagardelle, el cual plantea una oposición irrestricta (intransigente dice el santo chileno) ante el capital, el Estado y la nación; planteando que la lucha inmediata por mejoras de las condiciones de trabajo, la legislación social o los medios pacíficos de lucha sindical son solo un atraso de la revolución violenta.

Es del exceso de la miseria, según estos, donde surge el cambio(13). Ahora bien, los marxistas ortodoxos entienden esto como un proceso científico histórico inabordable que simplemente ocurrirá según las condiciones materiales de existencia, en cambio, Sorel estima que la violencia es el medio edificante de la moralidad obrera ante la decadencia capitalista(14).

Esta forma de entender el sindicalismo, según Alberto Hurtado, es una visión intransigente e indiferente a los problemas de la miseria de la clase obrera; la cual está más preocupada de los intereses de grupos de intelectuales o partidos, como también, es capaz de sacrificar al mismo pueblo trabajador por el objeto final de su lucha. Sin perjuicio que el sacerdote jesuita reconoce que este es el origen del sindicalismo (el llamado ?ludismo??)(15).

En cambio, el sindicalismo reformista reniega de la posibilidad de una nueva sociedad y se entrampa en un formalismo legalista mal entendido, como también, no es capaz de superar la lucha coyuntural mínima, ignorando su función en servicio de la persona y sus necesidades más profundas. Sin perjuicio que Hurtado reconoce en este movimiento sindical la capacidad de mejorar inmediatamente algunos aspectos de la opresión y la injusticia que sufre el asalariado, como también, de poder humanizar el orden social, pero siendo incapaz de renovar la sociedad y redimir a la clase trabajadora(16).

Otra forma del movimiento sindical, y la que causa un mayor rechazo al sacerdote chileno, es el sindicalismo oportunista que usa el lenguaje del sindicalismo revolucionario, particularmente el marxista, pero se adapta a los intereses del Estado como ocurría en la Unión Soviética o los fascismos, como también, en algunas democracias occidentales como la República de Weimar (Alemania antes del auge del nazismo).

Este sindicalismo es insensible a las necesidades reales de los trabajadores y por puestos políticos o beneficios para la capa dirigente del sindicato las sacrifica, sirviendo como un agente de estabilización y silencio, desamparando a la clase trabajadora. Sin embargo, Alberto Hurtado, reconoce en este la capacidad de poder darle un rol al trabajador más allá de un simple asalariado y de invitar a los técnicos y profesionales a sumarse al movimiento sindical (situación repudiada por el sindicalismo revolucionario y reformista que aparta a los técnicos y profesionales)(17).

Finalmente, en ?Sindicalismo: Historia, Teoría y Práctica??, Alberto Hurtado, señala la existencia de una cuarta posición sindical, el sindicalismo realista, el cual es seguido por diversos movimientos sindicales y personas, entre ellos, el mismo sacerdote jesuita y quienes se inspiran en la doctrina católica.

Dicho sindicalismo lucha por un nuevo orden centrado en la grandeza de la dignidad de la persona, preparando el advenimiento de las nuevas estructuras sociales fundadas en la verdad y la justicia. Invita a los técnicos y profesionales a colaborar en la formación del trabajador, promueve la realización vocacional del asalariado y su capacitación integral, busca mejorar las condiciones de la faena y el trabajo más inmediatas, como también, el porvenir del sindicalismo(18).

Actualmente, el concepto realista se asocia más al oportunismo que describe Hurtado, particularmente por la escuela de pensamiento ?realista política?? que sigue autores como Hobbes, Maquiavelo o más contemporáneos como Carl Schmitt(19). Nada más alejado al realismo de san Alberto Hurtado; pues él se refiere a un realismo en el sentido tomista del concepto, según la realidad metafísica de las cosas.

Respecto a este sindicalismo realista que defiende el santo chileno; él estima que tiene 6 grandes principios que lo rigen: 1) existe al servicio del hombre, 2) funciona en una auténtica democracia, 3) es fiel a la justicia, 4) es incansable su lucha en la defensa de los derechos adquiridos, 5) busca suprimir la causa de la lucha de clases, el mal social, no exacerbarla y, 6) realiza el bien común y la grandeza de la nación(20).

El sindicato existe al servicio del hombre pues su suprema aspiración es conseguir y asegurar el respeto de la persona y su pleno desarrollo espiritual, intelectual, físico y económico; el perfeccionamiento del hombre en sí mismo y en su vida familiar y social. A diferencia del marxismo no dispone el sindicato en servicio a un partido o una clase; a diferencia del fascismo no supedita el sindicalismo al Estado y; se opone al grave crimen de sujetar las relaciones económicas a las aspiraciones de la producción y el lucro, ignorando al trabajador y su dignidad inherente como persona(21).

Para cumplir aquella aspiración, el sindicato debe funcionar plenamente según la máxima de la democracia: ser el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Debe asegurar la plena participación de todos sus asociados, la libertad de su opinión e iniciativa, como también, el desarrollo de todos sus miembros dentro de las labores del sindicato(22). Asimismo, es enfático Alberto Hurtado en señalar que no hay democracia integral sin justicia social, y justamente es el sindicato uno de sus exponentes, por ello también sus tareas son a la luz de la verdad y coherentes con la justicia; pues el mundo económico no puede regularse ni por la libre concurrencia, ni por la prepotencia económica, sino que, debe guiarse por la justicia y la caridad social(23).

Ahora bien, continuando con los principios del sindicalismo realista que nos señala el sacerdote jesuita, el sindicato debe defender incansablemente los derechos adquiridos; por lo que el dirigente sindical debe conocer perfectamente las leyes sociales y la jurisprudencia, como también, el sindicato debe estar vinculado con servicios jurídicos que puedan acudir en su defesa y en defensa de todos sus sindicados. Dedicándose especialmente a divulgar las leyes sociales y preparar todas las indicaciones que sugiera su aplicación para remediar sus defectos y ampliar sus beneficios(24).

Asimismo, el sindicato no debe promover la lucha de clases, sino que, debe solucionar el mal social que la provoca: la acumulación de riquezas en favor de unos pocos y el abuso de estos sobre amplias capas de trabajadores asalariados que viven en terribles condiciones de existencia. Lo cual debe ser entendido integralmente(25); la Fundación Alberto Hurtado señala que: ?la miseria del pueblo es de cuerpo y alma a la vez.

Proveer a las necesidades inmediatas es necesario, pero cambia poco su situación mientras no se abre las inteligencias, mientras no rectifica y afirma las voluntades, mientras no se anima a los mejores con un gran ideal, mientras que no se llega a suprimir o al menos a atenuar las opresiones y las injusticias, mientras no se asocia a los humildes a la conquista progresiva de su felicidad??(26).

Finalmente, respecto a los principios que debe seguir el sindicalismo según el sacerdote jesuita, el sindicato no es instrumento de la dictadura de clase, del Estado o del empresario; al contrario, su finalidad es el bien común, la justicia para todas las clases sociales y todas las naciones de la tierra(27).

IV.- Nuevo Orden Temporal: El Reino que Anuncio e Inauguró Cristo y la Misión Profética de los Trabajadores según Alberto Hurtado
Cristo verdaderamente ha vencido la muerte, el Verbo Encarnado hermano por el don de la carne que siendo grande se hizo pequeño y rico se hizo pobre, vivió el martirio para culminar en una muerte que solo es el comienzo de la nueva historia que rehabilita a todos los hombres; pues Cristo es el camino, es la vida, es la salvación (Mateo 28 1:10, 1 Corintios 15:3-8, Juan 11:25-26, 1 Pedro 3-4, etc). Así, es que el hombre fue reconciliado con Dios, vuelto a su verdadero lugar y el fuego de su corazón en que habitaba la voluntad del Padre ya no tiene limites en el orden temporal ante la salvación atemporal y universal.

Al respecto, el Magisterio afirma claramente que: ?El realismo cristiano ve los abismos del pecado, pero lo hace a la luz de la esperanza, más grande de todo mal, donada por la acción redentora de Jesucristo, que ha destruido el pecado y la muerte: En ?l, Dios ha reconciliado al hombre consigo mismo. Cristo imagen de Dios, es Aquel que ilumina plenamente y lleva a cumplimiento la imagen y semejanza de Dios en el hombre??(28).

La nueva realidad ontológica del hombre no es una injertada en la naturaleza caída de las personas, sino que, es la misma naturaleza humana recuperada en el verdadero hombre, el Nuevo Adán, que hizo actual y permanente en el tiempo la comunión con Dios Trinitario en todos los hombres(29). Nueva realidad que obliga a quienes aceptan la encarnación de Cristo la realización de sus obras en el orden temporal; pues no hay dos reinos separados para hombres de Dios y pecadores, no hay una realidad temporal y otra inmortal, pues todas son una en la vida trascendente de los Hijos de Dios que encarnan la misión profética del verbo.

No por nada las sagradas escrituras dicen: ?Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.

Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta?? (Santiago 2:14-26).

Por ello, es que el Reino es una realidad palpable al alcance de los ojos de todos los hombres, que fue anunciado e iniciado por Cristo -quien lo realizará en el fin de los tiempos (Apocalipsis 22:1-21)-, llamando auténticamente a todos los integrantes del Cuerpo de Cristo a encarnar al Nuevo Adán, lo que implica necesariamente que los cambios del espíritu se traduzcan en obras para un nuevo orden temporal. Lo que los ortodoxos llaman Eclesializar el mundo, cristianizar la humanidad(30).

Por ello Alberto Hurtado era claro en todas sus intervenciones en ser radical, apelando siempre a la vocación social, no como una sobra de los bienes o el tiempo de agentes dadivosos endiosados en su propia egolatría que confunde la caridad cristiana con la veneración de uno de los peores ídolos (la propia egolatría y megalomanía). Por el contrario, siempre siendo un revelador desafiante de una verdad atemporal, imperecedera, autentica y siempre presente, que cada hombre es Cristo y que en cada hombre esta la misma misión de Cristo; que no hay fe sin obras, que la fe es sincera cuando se traduce en actos y que la obra del Espíritu es Cristocentrica, una verdadera sacralización de la vida, haciendo carne la palabra de Dios.

Así, según Alberto Hurtado, se debe comprender la organización protagonista del porvenir de los trabajadores, el sindicato, como una asociación estable de trabajadores unidos vocacionalmente en servicio de la defensa de sus derechos; fomentando su capacitación, ahorro y propiedad individual, como también, la edificación de una nueva sociedad que sea acorde a la justicia y reemplace las actuales estructuras fundadas en la economía liberal, fuente de los males como la lucha de clases.

Así, la misión en el orden temporal de los trabajadores, y en realidad de todos los cristianos, en el porvenir de la vida misma del Reino, en el plano específicamente económico, laboral y administrativo de la producción, la riqueza y sus fines, Alberto Hurtado es coherente. Buscando llevar a la clase trabajadora a su porvenir social, la sociedad debe avanzar a lo que el sacerdote jesuita expreso en su libro Humanismo Social de la siguiente forma:
?Mas cierto sería decir que la sociedad vive por el trabajo de sus ciudadanos: sin trabajo no habría riqueza ni sociedad. Esta idea podría ser mejor comprendida en una asociación vocacional en la que el trabajador, dejando de ser un simple asalariado, participara de la propiedad y aun de la dirección de la obra en que trabaja para bien y servicio de la sociedad??(31).

Al respecto, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, señala que el sindicato tiene una especial función dirigida a la recta ordenación de la vida económica y la educación de una nueva conciencia social de los trabajadores, de tal manera, que el trabajador sea parte activa, según las capacidades y aptitudes de cada uno, del desarrollo económico y social en la construcción del bien común universal(32).

Siendo bueno, recordar dos conceptos claves en el asunto: el salario y el precio justo. El primero, según varios autores, como Tomás de Aquino(33) o Alberto Magno(34), es la debida retribución al trabajador por su participación en la faena u obra, la cual es debida cuando atiende los siguientes criterios: i) está determinada por la necesidad relativa de cada trabajador y su familia; ii) está limitada por el mérito del trabajador y la capacidad económica del empleador; iii) sustenta las necesidades materiales e inmateriales del trabajador y quienes forman parte de su familia y; iv) es uno de los medios en que el trabajador y empleador participan del Destino Universal de los Bienes.

Por ello la Doctrina Social de la Iglesia señala que el salario, la ayuda social y los gestos de la solidaridad con las y los oprimidos y pobres no son un regalo; la Tierra no fue dada solo para satisfacer a los ricos, por lo que se debe comprender que el derecho a la propiedad no puede jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común y este no está infinitamente amparado ni constituye la garantía al bien común(35).

Mientras que, respecto al precio justo, el pensador medieval, Henry de Ghent, define el precio justo en el libre intercambio de la siguiente forma: ?De acuerdo con la equidad de la justicia natural, una cosa debe venderse y comprarse por todo lo que vale, y si alguien intencionalmente la vende por más, es injusto; incluso si se le permite hacerlo y a su vecino, con quien trata, no se opone, ya sea porque no sabe o porque la necesidad lo obliga a aceptar lo injusto??(36).

Siendo elementos para un precio justo: 1) que no haya fraude, que la cosa, las condiciones y la forma del intercambio sean conocidas y libremente aceptadas; 2) que ese consentimiento sea pleno y no condicionado o secundum quid, que la persona no sea extorsionada por miedo o muerte, ignorancia o necesidad y; 3) debe ser un precio que beneficie al proveedor y no cause detrimento excesivo al consumidor, el beneficio del proveedor debe ser racional a los costos asociados al producto e intercambio.