La jerarquía católica en el Vaticano está sumamente preocupado por el derrame de sus miembros hacia la cantidad de sectas que operan en el continente en que puso su mayor esperanza: el centro y suramericano.
Sólo en Brasil abandona cada año alrededor medio millón de católicos su Iglesia. México tiene en la actualidad 10% menos católicos que lo estimado en el siglo XX. En Costa Rica el porcentaje de católicos ha bajado de 77 por ciento a 71 por ciento. Y así se puede seguir por país en país. El drama para la Iglesia se agudiza por el receso de vocaciones sacerdotales. Mientras la población mundial crece aceleradamente, datos del Anuario Pontificio indican que el número de sacerdotes cayó 3,7 por ciento y, los que quedan tienen una edad promedio de 65 años. Es obvio: si sigue así, adiós al catolicismo.
El Vaticano está tan alarmado, que la Universidad Papal programó una cátedra exclusivamente dedicada al estudio de las sectas. El Presidente de la Comisión par la América Latina viene llamando en diferentes foros a obispos y sacerdotes de esta región a redoblar esfuerzos para evitar que el problema se agrave.
¿De qué índole serán estos esfuerzos?
Primero debe haber claridad sobre ¿qué se entiende por sectas?
Como sectas se considere movimientos de índole cristiano que se segregan de otros por su intransigencia dogmática y fundamentalista desarrollando una intensa campaña proselitista. El número cuantitativo de sus adherentes, aunque pasen los mil millones, no dice nada de su autenticidad cristiana. La Iglesia de Jesús, siempre será una minoría, levadura en la masa; en caso contrario se pierde en insignificancia o, lo que es peor, en sierva de los poderosos del mundo.
Superar el sectarismo pasa por la unidad en la diversidad, la apertura frente al otro; con una palabra: por el amor. El amor por encima de instituciones, tradiciones, leyes y voluntad de dominio unos sobre otros. Para entender y practicar esto, no se requiere una cátedra de alto nivel.
Basta la libertad y el derecho de todo creyente para que ?examine todo, y se atenga a lo que (en conciencia) considere lo correcto?? (1 Tes 2,4), que ?juzgue él mismo?? (Lc 12,57; 1 Cor 11,13), que utilice su propio criterio y no se atenga ?a lo que otros dicen?? (Jn 18,34). Una de las primeras causas de la disidencia de católicos es justamente este afán de la alta jerarquía de quererle dictar al hombre de hoy lo que hay que creer.
Es la misma Iglesia Católica que tiene que renunciar al dogmatismo y fundamentalismo si no quiere ser el gigante del sectarismo y pretender expulsar el demonio con ayuda del demonio. Las sectas son un poderoso y necesario llamado para la conversión de nuestra (¿…?) Iglesia Católica