Ahora, a por los transgénicos -- José Luís Corretjé

0
61

alandar

Hablar de reforma agraria en nuestros días es un anacronismo. Algo similar pasa con la lucha de clases. Pero lo cierto es que ambos conceptos no dejan de tener vigencia por mucho que se empeñen los? medios de incomunicación?. La propiedad de la tierra sigue estando, y cada vez con mayor impunidad, en manos de unos pocos que, además, suelen vivir en zonas residenciales de grandes urbes, a miles de kilómetros del campo. Los grandes terratenientes del siglo XXI son las multinacionales agroalimentarias y, muy pronto (gracias a la efervescencia del fenómeno de los biocombustibles) las corporaciones energéticas.

Sin lugar a dudas, en los últimos años las protestas realizadas por miembros o simpatizantes de Vía Campesina han tenido como objetivo común las empresas que quieren convertir medio mundo en un campo de laboratorio de sus cultivos genéticamente modificados (transgénicos). El pasado 7 de marzo, cerca de 300 manifestantes destruyeron las instalaciones de la multinacional Monsanto en el interior del estado brasileño de Sao Paulo para protestar contra los cultivos de genéticamente modificados. Fuentes del propio movimiento Vía Campesina aseguraron que mujeres de la organización penetraron en una unidad de investigaciones de la empresa en la localidad de Santa Cruz de las Palmeiras, a unos 230 kilómetros de la capital estatal, Sao Paulo.

En lo que fue definido como «una acción rápida, dinámica», que duró unos 30 minutos, las mujeres destruyeron cultivos experimentales de nuevas variedades de maíz, dijeron los portavoces. Vía Campesina protestaba por medio de esta acción contra la reciente liberación por parte del Gobierno de Brasil de dos variedades de maíz transgénico que serán comercializadas libremente.

Las y los manifestantes reiteraron que la expansión de los transgénicos en Brasil impide a los trabajadores rurales el control de las semillas, para pasarlo a multinacionales y puede hacer inviable la producción de alimentos orgánicos.
El Ejecutivo de Lula da Silva «cedió a las presiones de las empresas del negocio agrícola» al liberar el cultivo y la comercialización de las variedades Guardian de Monsanto y Libertlink, de la alemana Bayer, según los manifestantes.

La reforma agraria olvidada

«El Gobierno Lula ha hecho una opción política por el agronegocio y por las grandes empresas extranjeras de agricultura, dejando de lado la reforma agraria y la agricultura familiar», agregaron portavoces de Vía Campesina en un manifiesto. En un comunicado, Monsanto condenó la acción como un «atentado» y defendió el papel de la biotecnología en la producción eficiente y económica de alimentos. Los cultivos de maíz transgénicos fueron aprobados en febrero de 2008 por comisiones formadas por 27 científicos y 11 ministros, destacó la empresa.

«Sus beneficios ya promueven soluciones sustentables para el medio ambiente y para la agricultura en Brasil y en el mundo, como lo demuestran estudios científicos, sociales y ambientales», argumentó. Según los militantes de Vía Campesina, la expansión de los transgénicos en Brasil sustrae a los trabajadores rurales el control de las semillas, para pasarlo a empresas multinacionales y puede hacer inviable la producción de alimentos orgánicos.

También afirman que Monsanto, empresa estadounidense líder en el sector, con 15.000 personas en nómina en todo el mundo, detenta el 70% de la producción de semillas comerciales de maíz en Brasil y «ahora puede sustituirlas por transgénicos». Unas 900 militantes de Vía Campesina y del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) habían ocupado, unos días antes, una plantación de eucaliptos de la multinacional papelera Stora Enso, en Río Grande do Sul, Estado pobre que tiene por capital la inolvidable Porto Alegre. Las mujeres fueron desalojadas violentamente por la policía militar y unas 60 resultaron heridas de disparos de balas plásticas, golpes de sables o pisoteadas por caballos, lo que desató nuevas protestas.

Acabar con el agronegocio

Las mujeres de la Vía Campesina Brasil se lamentan de que en el país los recursos naturales están actualmente en manos de las empresas multinacionales de la industria agrícola, al tiempo que la población tiene cada vez menos acceso a la tierra, el agua y los alimentos. «Nosotras somos las primeras en ser expulsadas de las actividades agrícolas en las áreas en las que avanza el agronegocio», aseguran.

Explican que su trabajo es importante en la agricultura campesina porque saben producir alimentos, pero en la actualidad se las desconoce porque las empresas del agronegocio no están interesadas en producir comida sino en obtener ganancias, transformando el campo en «desiertos verdes» de eucaliptos, de soja, de caña de azúcar. Los monocultivos de eucaliptos para la producción de pasta de celulosa son de los que más espacio han ganado en Rio Grande do Sul.

«Las empresas de celulosa están cerrando fábricas en Estados Unidos y Europa y están viniendo para América Latina. Aquí encuentran mucha tierra, agua, clima favorable y gobiernos dispuestos a atender sus intereses. Más del 90 por ciento de la producción de pasta de celulosa en Brasil es para exportación», afirman las campesinas brasileñas. «De esta forma, reducimos la producción de comida, destruimos la biodiversidad, aumentamos la pobreza y la desigualdad para atender la demanda de lucro de las empresas y un estilo de vida consumista en los países ricos. Ese es el papel horroroso que Brasil cumple hoy en el mundo», sentencian.

Las mujeres de la Vía Campesina son conscientes de los riesgos que asumen cuando deciden realizar una movilización como la que atacó la plantación de eucaliptos propiedad de la empresa papelera Stora Enso. «Sabemos que por luchar contra el desierto verde podemos sufrir la represión del gobierno gaucho. Es práctica de ese gobierno tratar a los movimientos sociales como criminales y proteger a las empresas que cometen crímenes contra la sociedad», expresan.

Apenas dos años atrás, 2.000 mujeres de la Vía Campesina entraron en un vivero de la empresa Aracruz Celulosa en Río Grande do Sul, destruyendo miles de plantas de eucalipto. Esta acción -llevada a cabo el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora- era una forma de protestar contra la expansión de los monocultivos de eucalipto, de ?romper el silencio del desierto verde??, en palabras de la investigadora del grupo ETC Silvia Ribeiro.

Ya en ese entonces, se levantaron acusaciones penales contra dirigentes de la Vía Campesina, y desde la prensa ?tanto del Estado como de Brasil- se atacó a los campesinos, a los que se acusó, entre otras cosas, de ?vándalos?? e ?inmorales??. Sin embargo, pese a ese ataque violento pero infundado, la Vía Campesina declaró que la lucha continuaba.

?La acción de las mujeres de la Vía Campesina, realizada el pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, será un marco para las futuras generaciones en la defensa de la vida en la Tierra??, declaraban entonces Vía Campesina, a través de un comunicado. Ahora, sabiendo que la represión fue y es una respuesta común de las autoridades ante las demandas de los movimientos sociales, alertan que van a resistir, y que su lucha es en defensa de la vida de las personas y del medio ambiente.