Actores en el conflicto nicaragüense -- Fernando Bermúdez López, Comité O. Romero Murcia

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

NicaraguaPara asomarse al drama que vive Nicaragua es necesaria una actitud de sensibilidad, compasión y solidaridad con un pueblo que ha sufrido y sufre la injusticia y la violencia y que ha sido testigo de agresiones externas y frustraciones profundas.
El conflicto en Nicaragua es complejo. Son más de 350 muertos de ambas partes, la mayoría gente joven. En esta contienda percibo cuatro actores fundamentales:

En primer lugar, el gobierno del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta, su mujer Rosario Murillo, que han hecho de su mandato una dictadura familiar, traicionando los genuinos valores de la revolución sandinista. Ha concentrado el poder sobre el legislativo, el judicial y el electoral. La mayoría de los medios de comunicación están bajo el control de la familia Ortega-Murillo. Hay casos de manifiesta corrupción. Han hecho pactos sucios con sectores de la burguesía en función de sus intereses. Pretendieron realizar el Canal Interoceánico desoyendo el clamor de las poblaciones afectadas y de los movimientos ecologistas. Por primera vez, desde el triunfo de la revolución sandinista en 1979, las fuerzas armadas reprimen violentamente a su pueblo. El discurso de Ortega es confrontativo, no favorece el dialogo. Es verdad que su gobierno ha realizado considerables obras sociales de carácter asistencial en favor de los más empobrecidos, sobre todo de los campesinos, pero no con programas de transformación social y económica, por lo que se percibe un creciente proceso de concentración de la riqueza en grupos minoritarios.

Otro actor es el movimiento juvenil y popular. Hay una rebelión sobre todo de los jóvenes universitarios contra la concentración de poder de Ortega y sus políticas autoritarias y represivas. Su grito es libertad y democracia real. A la juventud la siguió muchísima gente desde Managua hasta la mayoría de las ciudades del país, sobresaliendo la resistencia de Masaya. Mucha de esta gente es sandinista o simpatiza con los nobles valores e ideales de la revolución sandinista, que considera fueron traicionados por el gobierno. Por eso, exigen con vehemencia la renuncia de Ortega y Murillo. La mayoría de las víctimas de esta rebelión popular son gente joven asesinada por las fuerzas policiales y paramlitares.

El tercer actor es la Iglesia, particularmente la Conferencia Episcopal con el cardenal Leopoldo Brenes al frente, que ha tomado una firme y valiente posición de denuncia de la represión, saliendo en defensa del derecho de los jóvenes a rebelarse contra un gobierno dictatorial. Afirma que la Iglesia en Nicaragua es perseguida por el gobierno de Ortega-Murillo.

Y el cuarto actor: grupos armados de tendencia derechista y pro-imperialista, infiltrados entre los jóvenes. Algunos de ellos son opositores venezolanos. Otros son infiltrados de la CIA. Hay pruebas de ello. Estados Unidos siempre tiene la bota preparada para intervenir en América Latina y no perder su control. Esta confrontación hay que visualizarla dentro del marco intervencionista Washington que, aprovechando la falta de democracia del gobierno orteguista y el descontento popular, está al acecho para intervenir y someter a este país centroamericano a un plan de control de toda América Latina. Es por eso que hay que ser críticos para saber analizar lo que está aconteciendo en Nicaragua.

Lamentablemente, se ha generado una grave polarización en el pueblo nicaragüense. Un porcentaje alto apoya al gobierno, se dice que alrededor de un 30%. Y otro en contra. Hay familias divididas y esto es muy doloroso.

La única solución es el diálogo, pero el gobierno de Ortega-Murillo y, a veces también dirigentes de la oposición incluidos algunos obispos y sacerdotes, con sus actitudes confrontativas, de mutuo ataque verbal, no favorecen una salida negociada del conflicto. El pueblo sufre. Es necesario y urgente buscar métodos acertados para aliviar y detener este sufrimiento.