¿A qué le apostamos? -- Pedro Pierre

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Todos tenemos un esquema mental que nos guía en nuestra vida como una brújula; muchas veces es inconsciente. ¿Por no nos lo desvelamos? para que sea más claro, más firme y más eficaz. Sí, ¿a qué y a quiénes le
apostamos en la vida?
Personalmente descubrí 3 criterios básicos que me orientan, porque así me lo he confirmado a mí mismo poco a poco.

Estos son: las prioridades a los pobres, los indígenas y la comunidad. Primero, la prioridad a los pobres porque en esta clase social nací como hijo de pequeños campesinos. Luego, está la prioridad a los indígenas, es decir, para insertarme en Ecuador tenía que reconocer mis raíces occitanas del sur de Francia con su idioma propio, su música, sus tradiciones y su sabiduría propia. Hice la experiencia que, sin identidad propia, no se puede asumir otra cultura.

Finalmente, la prioridad a la comunidad, porque de niño y adolescente me construí gracias a las comunidades que conforman la familia, los compañeros de la escuela, los vecinos y las amistades más cercanas.
Optar por los pobres significa elegir una pobreza digna como modo de vivir. La pobreza digna es la sencillez de vida, el satisfacerse de poco, el mantenerse en lo necesario, el no ambicionar ser más que los demás ni tener siempre más.

Fue una pobreza que me aportó dignidad, libertad y valoración de los que uno es y puede alcanzar mediante los talentos que se tiene, sabiendo que con el trabajo, la constancia, la coherencia uno puede crecer y
sentirse feliz.

La conciencia de nuestras raíces nos da madurez y nos permite alcanzar una madurez adulta. Este orgullo positivo de tener costumbres valiosas, tradiciones locales, sabiduría regional nos da valor para cultivar lo propio y crecer en armonía consigo mismo, con los demás, con el entorno geográfico. El idioma materno permite descubrir que nos expresamos según nuestra historia con características únicas, con expresiones que definen exactamente la realidad, con criterios que nos fortalecen, nos impiden tambalear con las primeras dificultades de la integración
social y nos permiten integrar y asumir nuevos criterios, nuevos valores, nuevas sabidurías y nuevas espiritualidades.

La prioridad por la comunidad pasa ser el sostén que nos ayuda a andar recta y correctamente, comprendiendo más claramente las trampas sociales que nos quieren ajenos a nuestra identidad. Si nos dedicamos a
escuchar y aprender siempre, los demás nos ayudan a discernir por dónde va el camino acertado para crecer en todos las dimensiones humanas, sociales y religiosas. Nada nos es extraño porque lo procesamos juntos; luego, con
conciencia, lo asumimos o lo desechamos.

La comunidad es nuestra boya de salvación y nuestro chaleco salvavida
para enfrentar las tempestades, reconocer los errores y volver a recomenzar siempre, porque la dirección está trazada al compás de la comunidad.

Luego con el pasar de los años, la fe de la infancia, enraizada en el terruño de donde se ha nacido, se purifica a lo largo de las etapas de la vida. No se rechaza el pasado obsoleto; más bien pasa a ser el trampolín de nuevas conquistas y grandes horizontes. Nos olvidamos de las dimensiones religiosas infantiles y mágicas, para reinterpretarlas y volverlas liberadoras. Lo nuevo se integra a lo viejo porque es un enriquecimiento transformador:

No se quita nada, más bien se lo va sumando para seguir creciendo: Dios es siempre más grande que lo que creemos y sabemos de él. Trabaja nuestra humanización progresa constantemente para insertarnos en las dimensiones
sociales más amplias y en las del medio ambiente y del cosmos. En lo pequeño está lo universal. Entonces nos sentimos fuertes y seguros. ?¿Quién nos puede hacer daño???, preguntaba san Pablo, si la fuerza de vida, de amor y de fe está adentro de nosotros: ¿Qué o quién nos la puede quitar? Entonces podemos decir: ¡Bienvenidas todas las
espiritualidades para crecer siempre más y abarcar algo más de Dios y de Jesús de Nazaret!

Se trata de apostar a la acción y la contemplación, porque la vida es dinámica y dinamismo permanente.
Escuchar es la primera acción, porque es viendo que vamos aprendiendo más y más. Luego está el compartir lo que se tiene, lo que se piensa, lo seguro y lo incierto, lo que se guarda y lo que se desecha. Las actividades se recorren juntos, porque nunca estamos solos. Si somos el fruto de una comunidad, esta esencia no se va a perder nunca,
estemos donde estemos.

En esta dinámica de la vida, nos ayuda la contemplación, o sea, adentrarnos en nosotros mismos y en todo lo que nos ocurre. Se trata de vivir los ojos abiertos y de pie. Así nos hacemos más grandes y más fuerte. Así cuando vienen los errores y las fallas nos damos cuenta que nada está totalmente perdido y que siempre podemos redimirnos. La vida se demultiplica siempre hasta el estallido final, el colmo de la vida y del amor, con el momento definitivo de participar de la Energía total, el salto decisivo en el abrazo total con Dios.

¿Quién nos pude quitar estas certezas y esta felicidad inscritas en lo más íntimo de nuestra intimidad?
Amiga y amigo lector, toma conciencia de ti, de tu valor, de tu grandeza, de tus posibilidades. Ser felices es posible: tenemos a la mano todo lo necesario para lograrlo. Esa felicidad el resultado de una lucha constante y siempre recomenzada.

Escribe Leonardo Boff: ?El ser humano sólo se siente plenamente humano cuando busca autosuperarse??. Mis pilares son la fuerza de los pobres, las cosmovisiones autóctonas e indígenas y las certezas de las comunidades que nos acompañan a lo largo del camino. ¿Cuáles son los tuyos? ¡Que cada una y cada uno de ustedes desvelen su propio camino mediante sus talentos! ya que nadie ha sido olvidado. ¡Ánimo y éxito! Bien lo puedes lograr.