Por fin unas declaraciones de la Conferencia Episcopal (CEE) -- Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Ricardo BlazquezSí, a través de su portavoz José María Gil Tamayo, la Conferencia Episcopal Española (CEE) se ha posicionado sobre tres temas: dos de contenido social, sin referencia explícita a unas leyes propuestas por el Parlamento, como son la equiparación salarial entre hombres y mujeres, y la solicitud de unas pensiones dignas y justas, y otra, ésta sí relacionada con un proyecto de ley de Podemos, sobre la que el portavoz ha denominado, en mi opinión, folklóricamente, -«un self-service antropológico», refiriéndose a la llamada «proposición de ley de igualdad LGBTI»-, lanzada por Unidos Podemos.

A mí me desconcierta constatar que los obispos se encuentran más cómodos en materias, ideas y conceptos, que no aparecen para nada ni en la Sagrada Escritura, en general, ni mucho menos, en los evangelios, y en las palabra de Jesús. Además, una cosa es mostrar educadamente, y con argumentos, opiniones diferentes a las que inspiran a los legisladores a promulgar determinadas leyes, y otra, muy diferente, ponerse a la misma altura que el legislador, sin el requisito previo de la elección democrática para ese menester. Estamos en el siglo XXI, y es hora de que los obispos primero se den cuenta del asunto, y después, reconozcan que pueden caer, y caen, en el mismo mal que denuncian en lo referente a la propuesta de ley de Podemos, que consiste, en la propias palabras del portavoz de la CEE en que «supone una imposición radical a toda la ciudadanía».

Asegurar, dogmáticamente, que una idea concreta, discutible, de la llamada ley natural, es la única que puede tener validez universal, para todas las épocas, todos los lugares, y todas las personas, es, exactamente, una insufrible imposición radical a toda la ciudadanía. No hay ninguna enseñanza revelada que se pronuncie sobre el tema denominado actualmente LGTBI. Y si la hubiera, sería de obligado reconocimiento solo para los creyentes, como tales, no para los ciudadanos, en general.

Aquí tengo que hacer tres observaciones, que ya he repetido varias veces en este blog, pero más no han ido afirmando, o insinuando lo contrario, durante siglos.

1ª) Es sorprendente la fijación del Magisterio de la Iglesia, en temas morales, en los asuntos relacionados, directa o indirectamente, con el sexo, com si en él residiera el meollo, y la quinta esencia de la moral católica. No hay más que consultar la Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo (AT), como en el Nuevo Testamento (NT) para constatar la falta de veracidad de ese modo de pensar.

2ª) Ni la Iglesia, ni el Magisterio de la misma, ni ninguna religión o movimiento religioso, tienen el monopolio de los principios morales, que, en su verdadera entidad, no depende de ninguna Revelación, sino de la conciencia del individuo. La Revelación puede, eso sí, iluminar y señalar objetivos más altos de los que alcanza la conciencia humana, como, por ejemplo, el consejo de «amar al enemigo», de «perdonar hasta siete veces siete», etc., pero, evidentemente, no es posible imponer estos principios o consejos morales a toda ciudadanía por ninguna autoridad.

3ª) Hay temas del mundo socio-económico-laboral que sí aparecen, insistentemente, en la Sagrada Escritura, como lo referente a la justicia en la retribución al trabajador: el peligro, no solo moral, sino también social, del apego al dinero; la existencia de jueces venales e injustos, que por miedo o ambición, favorecen a los poderosos: el abuso de poder de los reyes y gobernantes: la falta de consideración y el trato injusto con los colectivos más débiles, como forasteros, huérfanos y viudas, (aplíquese a ese apartado la indignidad de la terrible diferencia de salarios y de retribución por la jubilación, (algo que, ¡menos mal!, los obispos, por fin se han atrevido a comentar): la injusta legalidad de leyes como la «ley mordaza», o la indignidad mentirosas de la existencia de tantos contratos de trabajo que son un simulacro. ¿Por qué no se legisla algo así como que si no llega a los seis meses de duración, un contrato de trabajo no pueda ser considerado como tal a efectos estadísticos? Entonces veríamos el vuelco de cifras que nos presentan los gobernantes: y las tremendas señales, y comprobaciones jurídicas, de corrupción, que tantas veces acaban en nada, por falta de pruebas, muchas veces destruidas a propósito, en situaciones que hacen que los jueces queden como unos simples funcionarios ninguneados, o cuyas penas solicitadas o impuestas, incluso, no tienen valor por la prescripción. ¿Y no sería el caso de solicitar, por lo menos, consecuencias políticas de esos comportamientos irregulares?

Es evidente, de toda evidencia, que de estas situaciones o desmanes los que se aprovechan son los poderosos, y los que salen malparados con los pobres y desfavorecidos. El señor Jesús fue implacable con los de arriba, y dulce, cariñoso, y misericordioso, con los de abajo. ¿Quién no recuerda la terrible frase del Maestro «Fariseos, hipócritas, que coláis el mosquito y os tragáis el camello?»