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El «seny» es, probablemente, el concepto típicamente catalán que mejor expresa, en profundidad, los sentimientos, el modo de actuar, y el estilo predominante, durante siglo, de los catalanes. Es muy difícil de traducir al castellano, pero podemos intentar describirlo. Tiene mucho que ver con el sentido común, o con la prudencia antes de tomar una decisión, en el sentido de contemplar las cosas con ecuanimidad, y también con mesura y clase en el momento de encarar los problemas de la vida. Pero más que con la sustancia de estos conceptos, se refiere al modo peculiar de sentirlos y vivirlos los catalanes.
Eso que hace ver las cosas con ecuanimidad antes de tomar una decisión precipitada. Se puede entender como sensatez, prudencia o cordura. Y también como mesura a la hora de encarar los problemas de la vida.
De hecho, un autor tan atento a los temas, problemas, y soluciones de los catalanes, como Jaume Vicens i Vives, achacaba al «seny» algo que, traducido por Josep Pla, venía a significar, y a ser, una forma de ser, y un carácter, atentos a la prosperidad. Siempre que el viento sople a favor, es decir, con poco espíritu de riesgo.
Para entender el sentido profundo, y el alcance social y humanista del «seny», es muy pedagógico abordar el concepto y sentimiento contrario, ya que siempre han coexistido en el pueblo catalán, que es «la rauxa, el arrebato, la contra e, incluso, el odio al diferente». Lo que Vicens Vives decía que se encuentra en la base de las acciones subversivas catalanas. Una forma de ser y de actuar totalmente contraria al espíritu de pacto que subyace en el «seny» colectivo, que es mayoritario en Cataluña. La rauxa encierra en sí un permanente movimiento revolucionario, anarquista también, que históricamente ha pretendido desestabilizar a Cataluña y al resto de España. (Eduardo Olier, en elEconomista). Este diagnóstico es duro, casi cruel, pero me parece certero, y nos abre mucho la mente para intentar entender lo que ha supuesto para el resto de españoles, fuera de Cataluña, lo que ha significado, ¡y está significando!, el «process», porque esta irracionalidad no ha acabado.
Había titulado este artículo «¿Qué ha sido del «seny» catalán? Sin embargo, después he corregido, porque hoy mismo me he enterado de la coexistencia de los dos sentimientos, y los dos modos de reaccionar ante los problemas de la vida, antagónicos, que siempre han acompañado, y acompañan, a los catalanes. Viví en Barcelona dos cursos escolares, 1967-68, y 1968-69, en los que oí mucho, muchísimo, mencionar el «seny», pero ni una sola vez la «rauxa» , seguramente porque en aquel momento ésta se encontraba solapada por un modo de convivencia apacible, en que predominaba la mesura, y la ecuanimidad, el «seny», de la alta burguesía catalana, cuando muchos de sus hijos estudiaban en nuestro colegio de los Sagrados Corazones, de la Avenida de Vallvidrera.
Entonces te enterabas, por los alumnos, de que en su casa los instruían para no hablar catalán ni en la calle, ni en el colegio, solo en casa. Y ese era el único ribete de rebeldía que podíamos apreciar en aquellos años. Pero aún con el cambio de título, quiero detallar, en el siguiente párrafo, por qué tenía, tengo, y tenemos todos, motivos para preguntarnos por el declinio (en portugués, decadencia, hasta la casi desaparición, aunque sea solo transitoria), del «seny», y la predominancia de la «rauxa». (Recuerdo a los navegantes que el estilo y las formas y políticas del actual Gobierno central español no me caen nada bien, ni me resulta justo ni equitativo en lo social. Pero lo cortés no quita lo valiente, y no es conveniente mezclar churras con merinas).
Los detenidos son delincuentes, no presos políticos. Esta afirmación puede parecer dura y ofensiva, pero es la que mejor refleja la situación de los llamados presos políticos por los incondicionales de la independencia. Como expliqué en mi entrada «La gravedad de los delitos contra el Estado» (del 05/12/2017/), el delito que perpetraron los gobernantes independentistas es gravísimo contra la seguridad, la tranquilidad serena, la convivencia pacífica y la Paz de una nación, considerando Estado en todas sus acepciones: el pueblo soberano, los poderes ejecutivos, -el gobierno central, los Gobiernos autonómicos, y los poderes municipales-, y las diversas instituciones legislativas y judiciales del Estado. El intento de una minoría de cambiar drásticamente la configuración jurídica, y territorial, de un Estado es un delito mucho más grave, y de consecuencias mucho más decisivas y catastróficas que un asesinato o un robo de bienes de propiedad privada.
Estos delitos se ejecutan y se encierran en el ámbito privado, y su alcance no se compara de ninguna manera a los delitos de sedición o de rebeldía. La idea de querer una República independiente para un pedazo de la tierra española no es delito, pero el intentarlo con hechos y transgresiones de las leyes establecidas, eso sí lo es. Y los que lo cometen son perseguidos por hechos gravemente delictivos, no por las ideas que los han precedido, y, eventualmente, provocado.
El ideal revolucionario, (cambiar drásticamente la configuración socio-político-jurídica de un país, o de un territorio del mismo, en contra de la mayoría de los ciudadanos), puede ser hasta romántico, pero los que lo intentan acaban en la cárcel, y antiguamente, ejecutados, justamente porque se trata de una gravísima agresión al conjunto de la realidad social y política que llamamos Estado. En ese sentido, los seguidores de los líderes independentistas podrían, incluso, exaltarlos y enaltecerlos, pero no vituperar a los tribunales que procesan y mandan a esos señores a la prisión, no por pensar unas u otras cosas, -presos políticos-, sino por cometer delitos detalladamente previstos como tales, con sus correspondientes y gravísimas penas, en la Constitución española..
Insistir en esos reproches injustos, así como repetir que los adeptos al artículo 155 no son demócratas, no demuestra la equidad, la prudencia y la ecuanimidad que se esconden en el meollo del concepto de «seny». La inquina y persistencia en los agravios e insultos que muchos adeptos a la independencia lanzan contra los serenos y tranquilos ciudadanos españoles que, simplemente, se sienten muy satisfechos con la unidad, variedad, y amistad de los pueblos de España, y la belleza de sus tierras y regiones, se parece más a la idea de «rauxa» que a la de auténtico y elegante «seny» catalán. Esto no quiere decir que esos mismos españoles no trinen, se enfaden y hasta rabien por otros problemas sociales y económicos, que afectan por igual también a los secesionistas, y que. ¡esos sí!, deberíamos , entre todos, resolver y solucionar.