Panel sobre la Pascua Cristiana ? Abril 2016 -- Benjamín Forcano

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Benjamín Forcano11. Todos nosotros somos testigos.
A mis amigos, a unos y a otros, puedo traerles el pasaje aquel en que un tal Pedro de Galilea dijo:
?Os hablo de Jesús el Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros, realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio?? ( Hch 2, 22-24). Todos nosotros somos testigos. Entérese bien todo Israel de que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis ( Hch 2,32,36).

Y brindo palabras de quienes, mortales como nosotros, arrojan hilos de luz y esperanza:
Leonardo Boff: ?La muerte es una invención de la vida para que la vida pueda continuar viviendo bajo otra forma. Morir no implica abandonar este mundo, sino que significa entrar más profundamente en este mundo, en su corazón, ahí donde habita Dios en su gloria y en su supremo dinamismo vital. Por eso los cristianos decimos: morir es cerrar los ojos para ver mejor, no vivimos para morir, sino morimos para resucitar y para vivir más y mejor. En razón de esta comprensión los así llamados muertos no son muertos. Son vivos en otro estadio de vida. Los ?muertos?? no están ausentes de nuestro mundo, son apenas invisibles a nuestros ojos, están presentes??.

La mente y la fe captan el otro lado del mundo, ahí donde Dios es la realidad suprema que todo lo crea.
La realidad es única. Lo que Dios ha creado es la vida sin más. Y la vida tiene etapas de realización: comienza un día y ya no termina más. Nos vamos desarrollando sustentándonos en la fuente de la vida, que es el Dios vivo. Por eso la vida eterna ya se da aquí y ahora, es un momento de realización de la vida eterna.

La humanidad, de una u otra manera, siempre ha creído en una supervivencia terrena. Una vieja esperanza. Pero, en la muerte de Jesús se da un hecho nuevo. Jesús murió violentamente en la cruz. Este hombre justo, que pasó haciendo el bien, que no transigió en nada con la mentira y la opresión, fue asesinado. Pero, en contra de todo lo que se podía esperar, este hombre sale victorioso de la muerte. Impotente, abandonado y vencido en la cruz, triunfa: no vence el opresor sino el oprimido; no vence el verdugo sino la víctima; no vencen los crucificadores sino el crucificado. El hombre justo, -y por justo, crucificado-, es resucitado por Dios, el Dios de la justicia y del amor.

¡Algo nuevo y escandaloso!
Este nuestro mundo va adelante a base precisamente de los condenados y oprimidos. Ellos son los que reciben el Reino de Dios, los que trabajan por la justicia y la verdad, los que desenmascaran la idolatría del poder, y por eso son perseguidos y crucificados. Crucificados, pero no vencidos ni derrotados. Ellos pueden y deben esperar. Su presente conflictivo arrastra la semilla de la victoria. Para los creyentes en Jesús, la cruz no es un final terrible, es la utopía de algo anunciado pero que tiene su meta en la resurrección. Morimos para resucitar: entraremos en esa primera y última realidad a la que damos el nombre de Dios; continuaremos siendo nosotros mismos sin la limitación espacio-temporal de nuestra forma terrena; seguirá nuestra identidad transfigurada. Dios no necesita, para conservar nuestra identidad, los restos mortales de nuestra existencia terrena. La corporeidad de la resurrección no necesita que el cuerpo muerto vuelva a la vida.

Hans Küng: ?Nuestra fe, en este caso, no es una prueba estrictamente racional, sino una actitud de confianza perfectamente razonable, por la que nos fiamos de que el Dios del comienzo es también el Dios del final, de que el Dios que es el Creador del mundo y del hombre, es también el que lleva a estos a su plenitud??.

Dos testimonios:
-Muerte de Diamantino: Hace 21 años, un 10 de febrero, celebramos en Sevilla el entierro del cura Diamantino, llamado el cura de los pobres. Centenares y centenares de personas estaban allí. Cien curas en la misa, presidida por el Cardenal Carlos Amigo. Gentes allí, de todas partes y colores. Todos querían hablar, recordar, enaltecer, agradecer. Eran visibles la emoción, el entusiasmo, las lágrimas. Yo también hablé, y a Diamantino allí de cuerpo presente, le hice esta pregunta: Y ahora, ¿dónde estás tú, Diamantino? Porque no hay duda que tú perdurarás en la memoria, en el cariño y en las obras admirables que tú nos dejaste. Pero, tú, ahora, ¿dónde estás? No me basta con tenerte en el recuerdo, en el cariño, en tus obras. ¿Dónde estás tú ahora, tú? ¡El tú de Diamantino!
Y concluía yo: Diamantino hermano, rota la crisálida de tus restos, te hallas vivo, nuevo, más allá de la muerte. Has entrado para siempre en el invisible Reino de Dios.
-Muerte de Miguel Fisac: Hace unos años me tocó asistir en su muerte al superconocido arquitecto Miguel Fisac. Le despedía con estas palabras:

?Mi querido Miguel: Me he emocionado desde que te conocí, porque pocas veces he visto conjugar tan naturalmente el aprecio a la vida con el amor a la muerte. Cuando cumpliste 70 años, te declaraste oficialmente viejo y te diste cuenta de que el problema más importante de tu futuro era la muerte.
Te sentiste acorralado por ella, escribes, pero brevemente, como si de un muro final se tratara. Ya en el 92, escribiste: ?Ya no me siento acorralado, Muerte. Ni veo el muro final que me cerraba el paso. Sé que eres sólo una modesta percha en l
a que colgaré este usado traje de mi cuerpo, para continuar, más ligero y alegre, mi camino de Amor y Esperanza??. 
?¿Dónde te has metido, escribías en el 98, mi amiga muerte querida que no te veo???
?Yo no seré nunca un muerto??, dices, porque morir no es morir, ni acabar, si no seguir y continuar, entrar en el cielo para un cara a cara con Dios eternamente. La vida no es material, ni espiritual, ni temporal, es eterna, viene de la eternidad, pasa por el tiempo y vuelve a la eternidad.

Miguel, has crecido, has sabido estudiar, trabajar y aprender, has sabido sufrir y luchar, has sabido inventar, dudar y crear, perdonar y, sobre todo, has sabido ir a la esencia: el amor. Porque sin amor, la vida vale poco, o casi nada; amor a Dios y al prójimo que son la misma cosa. Por esa falta de amor, el mundo lo has visto demasiadas veces enajenado y triste.

Y nos escribía tu amigo y gran teólogo Leonardo Boff – que estuvo a la mesa contigo, en tu casa, con algunos amigos: ?La experiencia ante la muerte de Miguel Fisac, del creyente Miguel Fisac, resuena en sus textos como alegría serena, como espera ansiada, como impaciencia tranquila de quién está en la inminencia del encuentro definitivo con el Objeto más oscuro y luminoso, más hondo y deseado, más buscado y más amado del deseo fundamental del ser humano: ser uno con el Unico, ?el alma amada en el Amado transformada. Sus reflexiones nos llena de alegría y nos hacer esperar la muerte cantando??.

Kalr Rhaner (Acaso el mayor teólogo del siglo XX):
?Nosotros, que sin ser testigos directos, hemos recogido y guardado el testimonio por ellos transmitido, gritamos: ¡Cristo está vivo entre nosotros!
Os anuncio esta buena noticia: Cristo está vivo entre nosotros. Rotas las cadenas de la muerte, Cristo ha salido victorioso del sepulcro. La tierra se ha llenado de luz y huyen las tinieblas que cubrían el orbe entero. Jesús había venido hacia nosotros y había vivido como viven los hombres. Los hombres lo destrozaron con sus propias manos y su vida desembocó en la muerte.

Pero Dios hizo lo imposible: El resucitó para nosotros, desarmada y muerta quedó la muerte. Y ahora está aquí. Está aquí como el primer día, eternamente. Jesús es el sentido concreto y final de nuestras vidas. Es el impulso de toda creación, el punto de arranque de toda iniciativa, el ala de toda novedad, la risa sorprendente de la eterna juventud. Si resucitó no fue para marcharse dejando tras de Sí un vacío sin esperanza. Su cuerpo forma, ya para siempre, parte de nuestra tierra. Pascua es la señal externa del fuego interno que recorre las entrañas de la tierra.

En la superficie, sin embargo, todo queda igual: el mal continúa marcando el rostro de las cosas y nosotros, tomando la apariencia por realidad, creemos que el amor está muerto.
¡No! Cristo está presente en el corazón de la historia. Pero esta no será realidad plena sin nuestra propia colaboración. Lo que hoy es anuncio con palabras anunciadlo vosotros con la vida. Yo os anuncio la buena, buenísima noticia, mucho más que todas las noticias escritas en la prensa. Los amigos directos de Jesús, los que le vieron sudar por los caminos, los que luego lo vieron preso y triste, los que huyeron al verlo conducido a la muerte, han visto y sentido a su manera, han visto, amigos, ¡que Jesús está vivo! Y que se deja ver por quien tiene los ojos abiertos, el alma esperanzada y el corazón inquieto.
¿Y qué les dice? Les dice: Shalon, la paz amigos, con vosotros. Es decir, la alegría, la salud, la fiesta. La promesa de una vida más bella y más humana??.

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PERO DIOS LO RESUCITO AL TERCER DIA
La tumba vacia y las apariciones de Jesús a sus discípulos dan razón de la Resurrección de Jesús y fundamentan la nuestra. Esta es la verdad más insólita y revolucionaria del cristianismo.
Estamos en el siglo XXI, mes de abril del 2014.
Y tengo la firme convicción de que esta verdad de la Resurrección de Jesús, repetida por más de 2.000 años en el mundo y, en especial, en la cultura de Occidente, está hoy devaluada sino descartada como verdad antimoderna. Nadie, que presuma de racional y científico, toma en serio esta verdad.

Muchos la admiten, pero como una creencia débil, que no se puede comprender ni aplicar en estricto rigor.
En consecuencia, lo que se asienta en la cultura dominante es que la muerte es el hecho cierto, natural e irreversible, que nadie puede remediar. Con ella acaba todo lo que es el ser humano, con el argumento mayor de que el pensamiento y la conciencia son efecto de la materia (del cerebro)y que, una vez la materia deja de estar viva, la vida termina definitivamente.
Es la visión atea y materialista a la vez: Dios es un invento del ser humano (una construcción de su pensamiento) y la vida se identifica con el cuerpo, quien con la muerte perece sin remedio.

Dos cosas quiero comentar que me parecden importantes.

1.Afirmar que la vida se identifica con el cuerpo y que, acabado el cuerpo acaba la vida, es hoy una verdad científicamente controvertida, pues la ciencia actual sostiene que si bien el pensamiento y la conciencia (el alma) se desarrollan dentro del cuerpo, no son producto de la materia sino que son independientes y utilizan el cuerpo como instrumento en esta vida terrena.

El yo, que asiste al instrumento y que dentro de él siente, experimenta, reflexiona, relaciona, decide y lo asume, es quien lo maneja y guía, establece un plan y trata de dar un sentido a la vida, no es material y puede vivir desligado e independiente de la materia. Ese yo ha alcanzado tal nivel y calidad en el proceso de la evolución que ya la muerte no puede actuar sobre él.
San Pablo gritaba: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
?Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor??. Lo cual quiere decir que en Jesús la vida se mostró más fuerte que la muerte e inauguró una sintropía superior.

Jesús conoció e inauguró una evolución (sintropía) superior, en virtud de la cual su vida era un nuevo tipo de entropía , gracias al cual su vida no aparece amenazada por la enfermedad ni por la muerte. Por eso, la resurrección no puede ser entendida como reanimación de un cadáver, sino como una revolución dentro de la evolución, como un saltar a un tipo de orden vital, no sometido a la entropía: desgaste y acabamiento final.

2. La segunda cosa es que la resurrección de Jesús es un hecho real, base que nos lleva a reconocerlo como Mesías y Señor, y a ver en ella la garantía de nuestra propia resurrección.

Nadie esperaba que a un individuo muerto como Jesús le pudiera ocurrir la resurrección. Ni los mismos discípulos.
El cuerpo de Jesús estaba enterrado, pero nadie se lo llevó ni nada prueba que llegara a corromperse. En la sepultura aparecieron sólo los lienzos, de los que el cuerpo se había liberado. ¿Bastaba para admitir que había resucitado los hechos de que la tumba estaba vacía o que se había aparecido a sus discípulos? ¿No podía ser todo eso efecto de la imaginación o de deseos frustrados?
La realidad es que los discípulos unieron sin dificultad las dos cosas: el Jesús cadáver, con la tumba vacía, era el mismo que se aparecía y encontraba con ellos, resulta que una persona previamente fallecida, estaba completamente viva de nuevo.

Si el cuerpo de Jesús hubiera permanecido en la tumba , no se habría producido esta creencia. Pero resulta que la persona fallecida continuaba viviendo de una manera transformada. Jesús aparecido es indudablemente corpóreo pero su cuerpo posee propiedades sin precedentes y hasta entonces inimaginables.
Hay, pues, algo que queda absolutamente claro: la continuidad entre el Jesús terreno muerto y el que en ese momento está vivo, con la transformación operada en la índole de su corporalidad.
Los discípulos no se inventaron lo de la tumba vacía ni lo de los encuentros con Jesús, como si tal cosa les fuera necesaria para fundamentar una fe que ya poseían. Fue todo lo contrario: debido a esos dos fenómenos convergentes ?tumba vacía y apariciones- adquirieron esa fe. Nadie esperaba algo así. Decir otra cosa es dejar de hacer historia y adentrarse en un mundo de fantasías personales.

¿Por qué los discípulos no veneraron la tumba de Jesús ni siquiera pensaron en un enterramiento adecuado? La evidencvia era que Alguien que estaba perfectamente muerto, volvió de nuevo a estar perfecta y verdaderamente vivo.
La conclusión para el que hace historia es que la tumba vacía y los encuentros con Jesús son acontecimientos históricos , es decir, reales e importantes y que sin ellos, no se puede dar razón del cristianismo. (Cfr. P. 208).
3. ¿Qué sentido tiene la vida si nada queda de todo lo vivido? ¿Qué significado tiene la resurrección? (Cfr. P. 217).

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MORIMOS PARA RESUCITAR
Es ineludible, y confortador al mismo tiempo, el que podamos encontrarnos juntos ante un hecho como la muerte de un ser querido. Nacer, crecer, morir son actos comunitarios. Y el sentido de cada uno de ellos lo vamos adquiriendo en el evolucionar de nuestra vida.
Ahora, si es cierto que nadie puede evadirse ante el hecho de morir, no todos vamos a su encuentro de la misma manera. Hay quienes lo consideran como el final de la vida; hay quienes lo rehuyen como un enigma; y hay quienes lo viven con desespero.

En nuestra sociedad cunden posturas diversas, pero modernamente parece prevalecer la de quienes superficial o heroicamente la consideran como un hecho natural, sin que les sea dado vislumbrar tras ella, continuidad de una vida mejor, imperecedera, en plenitud de bien y felicidad. io es lo mismo una postura que otra.
Por nuestra parte, tenemos claro el significado y alcance de nuestro morir. Podemos explicarlo un poco así :
1. Con nuestra experiencia y sabiduría humana nos preguntamos y podemos investigar si la misteriosa realidad de nuestra vida se acaba o no con la muerte. Podemos dudar, filosofar, concluir una cosa u otra. En las diversas culturas, se describe y aparece diversas respuestas.

Pero,
2. La búsqueda, la duda y oscuridad de nuestro saber, se ha esclarecido con la vida y enseñanza de Jesús de Nazaret. El nació, creció y evolucionó como uno de nosotros, anunció y realizó un proyecto de vida, lo confrontó con otros proyectos de su tiempo, muchos lo siguieron entusiasmados, pero otros, sobre todo los que tenían en sus manos las riendas del poder religioso y político, lo cuestionaron y lo rechazaron. Fue tal el enfrentamiento, precisamente por la distinta valoración que hacía del ser humano, de su relación con Dios , con los hombres, con la naturaleza y el futuro, que se confabularon contra El y lo eliminaron. Y lo eliminaron con muerte violenta, crucificándolo , como a un conspirador y rebelde. Pero,la cosa no acabó ahí.

3. Resulta que este visionario rebelde, crucificado, a la vista de todos muerto y sepultado, no permanece en el sepulcro, no se corrompe, nadie lo esconde ni lo sustrae y quienes se acercan tras su muerte -tres mujeres, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé- – para embalsamarlo, se encuentran con que el sepultado no está y se les comunica que pueden entrar y ver vacío el sitio donde estaba puesto, que no lo busquen, pues ha resucitado y está vivo. Las mujeres corrieron con miedo y alegría a dar la noticia a los discípulos. Prisas, miedo, desconcierto, delirio, alegría, por parte de las mujeres; incredulidad por parte de los apóstoles ante el desatino de las mujeres. Pedro, curioso, salió veloz al sepulcro. Y al poco regresa asombrado.

Jesús, el que todo el mundo daba como fracasado, está vivo. Tumba vacía, sin que nadie pueda explicar lo sucedido. Y, además, Jesús en conversación y camino de Emaús les habla a dos de sus antiguos discípulos hasta que se les abren los ojos y lo reconocen. Y se les sigue apareciendo y casi no creyéndole estremecidos de asombro y alegría.
4. Esto, no tiene vuelta de hoja:: ?Nunca, de nadie, en ningún lugar, se dijo lo que de Jesús de Nazaret: ha resucitado??. La verdad más grande, original y revolucionaria del cristianismo. Ocurrió la resurrección de Jesús muerto y sepultado. La tumba vacía y las apariciones lo atestiguan, aunque no se nos diga ni sepamos cómo ocurrió esa transformación.