Escrito de la Comisión de Laicidad de Cristianas y cristianos de Base de Madrid

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LAS MUJERES EN UNA SOCIEDAD LAICA

 

Lejos de la igualdad real de derechos y de condiciones de vida que un Estado democrático debería garantizar a todas las personas, las MUJERES seguimos constituyendo una mayoría desigual, subordinada y, a veces, sometida, tanto en la esfera social, incluido el ámbito doméstico como, muy especialmente, en el interior de la Iglesia Católica y todas sus estructuras. Vivimos en un país dominado por el 49% de sus ciudadanos, los varones, preparados para dirigir, gobernar y decidir tanto en las instituciones del Estado, en las universidades, las empresas, y hasta en las familias, como ?en grado superlativo- en la Iglesia, con todas sus estructuras. La mayoría restante, las mujeres, que superamos el 51%, tenemos reservados otros papeles: hacer posible la vida, trayendo primero al mundo y cuidando después, a los hijos; proporcionar lo necesario para el cuidado del marido/compañero, de los ancianos y enfermos de la familia etc.; mantener limpio y abastecido el hogar??etc. Diferenciación de roles típico de un régimen patriarcal.

Esta situación tan desigual se hace cada día más insostenible: las mujeres exigen la igualdad de derechos, de oportunidades y de trato, y la protesta del movimiento feminista,  reclama cada vez con más fuerza, el derecho de todas a ser, no solo las mejores amas de casa o las mejores madres, sino también las mejores profesionales o dirigentes políticas, y a ser consideradas en las iglesias, en especial en la I. Católica, con las mismas capacidades y los mismos derechos y deberes que los hombres.

Pero el camino no es fácil: Pasar de una cultura patriarcal a otra realmente democrática en la que todas y todos contemos lo mismo, exige superar tradiciones muy arraigadas, costumbres, prejuicios, y??. ¡sobre todo! intereses de quienes luchan por seguir detectando el control ideológico de los valores dominantes en la sociedad. Y ahí nos topamos con uno de los más decisivos bastiones del patriarcalismo: La Iglesia Católica (IC).

Toda la estructura oficial de la Iglesia Católica está construida y habitada solo por hombres. Y no sólo la organización. La Teología, la interpretación de las Escrituras, todo en la Iglesia, está leído con ojos de varón, y por lo tanto, reflexionado y expresado de la misma manera. No hay que irse al Vaticano para observarlo. Basta repasar el Programa de Religión de la última Ley de Educación. En sus más de 60 págs. no se encuentra ni una sola referencia pedagógica a mujer alguna, aunque  se comenten pasajes evangélicos donde sí aparecen mujeres.

Y todas estas realidades no serían tan graves para nosotras y para la sociedad en su conjunto, si la sociedad civil fuera por su camino y las iglesias por el suyo, bien diferenciado. Es decir, aquí la situación es más grave, porque la Jerarquía de la IC se empeña en seguir incidiendo e interfiriéndose en lo que solo le corresponde a la sociedad civil y a sus representantes legítimamente elegidos: intenta influir y lo consigue, en las leyes, en la educación, en las costumbres, etc. y por su parte, las autoridades del Estado, pensando, se supone, que de ello se derivan refuerzos para sus intereses, siguen inspirándose en la jerarquía católica para legislar en según qué temas e incluso supeditando la labor del legislador al visto bueno de la Conferencia episcopal.

Todas estas realidades avalan la necesidad urgente de que la ACONFESIONALIDAD del Estado, avalada por la Constitución de 1978, se haga realidad. Solo habrá auténtica democracia cuando la separación del Estado y las Iglesias sea real. Cuando la sociedad sea verdaderamente LAICA. Porque un estado laico es aquel en el que todas las personas, hombres y mujeres, gozan de los mismos derechos y reciben el mismo trato, independientemente de sus creencias y de su pertenencia o no a iglesias o escuelas de pensamiento, filosofías, etc.

Solo un estado Laico en el que no haya interferencias entre los ámbitos civil y religioso, puede ser el marco que permita a las mujeres:

–          Ejercer en libertad sus derechos sexuales y reproductivos

–          Decidir en conciencia, los hijos que puede, debe o desea tener, de acuerdo con su pareja si es que la tiene.

–          Liberarse de la discriminación que sufre en el trabajo. A igual trabajo, igual salario

–          Compartir con su compañero o compañera el cuidado de los hijos, las tareas domésticas, la atención a las personas dependientes de la familia, etc.

–          Profesionalizarse, si es su deseo.

 

Comisión del Laicidad. CCBM

Madrid, Abril, 2016