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¿Qué celebramos en la Navidad?
Para no pocos la Navidad se ha pluralizado: son ?las navidades??. No tanto por las diferentes fiestas que en estos días celebramos (que quedarían englobadas en el término genérico Navidad), sino por las diversas respuestas que se dan a esta pregunta.
Unos celebran las navidades como días de consumo. Unas fiestas mercantilizadas, consumistas, derrochadoras, diametralmente opuestas a lo que fue la Navidad evangélica. Ya se encargan los astutos especuladores desde mucho antes de que se vislumbren las fiestas, como en un adviento consumista, de meternos por ojos, oídos, mente y corazón la necesidad de comprar y regalar. Y es que en las navidades todo se sustituye (¿o se prostituye?): las gachas y sopas de los pastores, por marisco, cordero, besugo, angulas…; el glorioso anuncio de los ángeles, por mensajes de tablets, consolas y móviles última generación; la estrella de Belén por sicodélicas y estimulantes luces de neón…; los Reyes Magos, por Papá Noel, o Santa Klaus o el Olentzero; el oro, el incienso y la mirra, por joyas, perfumes, videojuegos; la huida a Egipto, por el masivo éxodo de las grandes ciudades… Consumismo consigo mismo.
Para otros las navidades suponen una tenaz y persistente esperanza ?salvadora?? o ?saludable??. Esperanza de que el azar les haga salir de la crisis, que puedan pagar su hipoteca, que logren prosperar con unos agraciados euros extraordinarios… Frágil esperanza frustrada en la mayoría de los casos, compensada resignadamente por una codiciada salud.
Hay quienes en navidades tratan de evadirse, relajarse, viajar, interpretando el ?Gloria a Dios en las alturas?? como tentadora invitación a disfrutar en la montaña de una blanca navidad; o traduciendo ?en la tierra paz?? como estimulante incentivo a deleitarse en paradisíacos lugares. Para éstos, las navidades se convierten en deseadas vacaciones de invierno, sin relación alguna con los eventos religiosos.
No pocos, viven estos días la generosa y humanitaria cooperación. Como una nueva versión del milagro de los panes y de los peces, se programan y organizan campañas solidarias, gestos de simpatía y cercanía, servicio y caridad, benéfica solidaridad con el mundo de la pobreza, la necesidad y la indigencia. Actitud más acorde con el espíritu de la Navidad.
Pero, ¿qué celebramos realmente en la Navidad?
Está rotundamente proclamado: ?La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros??, ?Dios se ha humanizado en Jesús??.
La razón del título de mi reflexión es, precisamente, matizar los términos ?encarnación ? humanización??. Y es que existen personas que están ?encarnadas??, viven en carne mortal, pero no están ?humanizadas??. Individuos que han adulterado la empatía, la solidaridad, la cercanía. Personas que portan en su carne el ADN de egocentristas, insensibles, intransigentes, intolerantes, desnaturalizados. Para ellos, su encarnación es una deshumanización.
La Navidad es la fiesta de la humanización de Dios. No sólo se encarna; se humaniza. Asume la humanidad en su pobreza, en su insuficiencia, en su limitación. Dios se hace humano no tanto para acercar más al hombre a Dios como para arrimarlo más al hombre, para que el hombre se haga más humano. Jesús en su humanidad no reivindica los derechos divinos sino los derechos humanos. Dios se ha hecho un ?selfie??, se ha autorretratado en el hombre Jesús. Jesús humaniza las ansias y los anhelos de justicia, de igualdad, de fraternidad, de solidaridad, de libertad, de amor y de vida digna para todos. Dios se hace hombre y reivindica su dignidad. Ya lo cantaba el salmista. ?¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?… Lo coronaste de gloria y dignidad…?? (Sal.8).
Qué poco valoramos la expresión ?Hijo del hombre??. Se ha engrandecido tanto la de ?Hijo de Dios?? que se ha abaratado la de ?Hijo del hombre??; cuando, en realidad, esta expresión es la que marca más claramente la idea de la encarnación: Dios se ?humaniza?? en Jesús. Pero, al insistir tanto en ?Hijo de Dios??, lo hemos deshumanizado. Jesús jamás pronunció la expresión ?Hijo de Dios?? para referirse a sí mismo. Su identificación y solidaridad con los hombres y mujeres de su tiempo fue tal que verdaderamente ?se despojó de su rango?? para que nos hermanemos mejor con El, y así construir el mundo tal y como Dios lo desea: un mundo más humano, más justo, más fraterno.
Para aquel ?Hombre??, el hombre prevalece sobre las instituciones y la ley mosaica del sábado; colocó en el ?puesto central?? de este mundo al ?hombre??, y especialmente al pobre (considerado en toda la rica acepción del término), a los marginados (pecadores) incluidas, por razón de sexo, las mujeres… Jesús se pronunció claramente por los pobres; y hasta se identificó con ellos. Y a la hora de ?juzgar??, no reivindica ?porque amaste mucho a Dios y le adoraste y le rendiste culto??, sino porque ?diste ( o no) de comer, de beber, visitaste, acompañaste al hombre???? Tamicemos los evangelios y encontraremos al que se denominó a sí mismo ?hijo de hombre?? (no, hijo de Dios).
La dignidad humana, reivindicada por Jesús, es el futuro de la Humanidad. No la ley, mal llamada, de Dios ni de sus ?ministros??.
Esta es la verdadera Navidad: que, en Jesús, se reconozca a todos los niveles la dignidad humana de todas las personas.