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Hoy aparece en religión digital (RD) un extracto de la carta que la madre de esta chica norteamericana, de 29 años, ha remitido al Vaticano, con motivo de las torpes, inadecuadas, y poco misericordiosas palabras del obispo Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Academia Pontifica para la Vida, quien tachó el hecho del «suicidio asistido» de Brittany como ?deplorable??. Otro ejemplo más de cómo, en las propias barbas de Francisco, algunos de sus subalternos, y teóricos colaboradores, en lo único que se señalan al ¿colaborar? es en poner palos y trabas a las ruedas del carro que el Papa quiere hacer avanzar.
No es que el obispo de Roma piense otra cosa diferente que su obispo, que no lo sabemos, lo importante es que no lo diría, porque sabe perfectamente que ni la Iglesia, (?de internis non judicat Eclesia??) es quien para juzgar la moralidad de un acto humano, porque el Magisterio de la Iglesia solo alcanza la explicitación de la Buena Nueva de la Salvación, y para aquellos que quieren aceptarla. Y como se trata de un tema desgraciadamente recurrente, porque muchos de nuestros obispos siguen pensando, como en la Edad Media, que la Iglesia es la guardiana universal de los preceptos de la ¿Ley Natural?, intentaré explicar mi punto de vista de manera ordenada.
Tiene toda la razón la madre de Brittany, Debbie Ziegler, al reprochar al obispo vaticano la inaceptable injerencia en un caso que no le atañe para nada, con personas que no conoce, y de cuyo entorno vital no sabe nada. Así que escribe: ?La imposición de una ‘creencia’ en una cuestión de derechos humanos está mal. Censurar una decisión personal como reprobable porque no va en la línea de las creencias de otra persona es inmoral… La decisión de mi hija de 29 años de morir sin dolor en lugar de sufrir una degradación física y mental y un intenso dolor no merece ser tildada de reprobable por desconocidos de otro continente que no la conocían a ella ni las particularidades de su situación». Como explicitaré más abajo, y por qué, estoy por entero de acuerdo con estas palabras.
Nada indica que estas personas admitan, o tengan que hacerlo, las orientaciones morales de una Iglesia a la que no pertenecen. Y si es así, y lo es, nadie da derecho a juzgar y condenar públicamente la actuación moral de una familia, que ha practicado un suicidio asistido en el estado de Oregón, de EE.UU., donde esa actividad médica es legal. La jerarquía de la Iglesia siente una tenaz y cansina tentación a completar, cuando no a anular y ejercer de nuevo, la tarea legislativa, que los países organizados y democráticos tienen encomendada a sus representantes, elegidos en elecciones libres. Nadie que no sea el dedo de su superior competente, que no ha sido el papa Francisco, porque este obispo es anterior en su cargo a la elección del nuevo papa, ha elegido democráticamente a don Ignacio Carrasco de Paula. Tampoco es de extrañar que sea miembro del presbiterio de la Prelatura del Opus Dei, desde la que fue promovido por Benedicto XI, el 30 de junio de 2010, como Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, desde la que se ha atrevido a apenar, y casi, o sin casi, ofender, a una sufrida y responsable familia americana.
Nos encontramos, otra vez, con la burda confusión entre pecado y delito. Que la sufran y padezcan los fieles que, por nuestra culpa, de los clérigos, por no haberles explicado bien las cosas, no llegan a esa agudeza de análisis, todavía se puede entender, y hay que hacerlo porque no hay otra. Pero que un señor obispo tenga la osadía de meterse en la mente, y el corazón, de unas personas, para juzgar su comportamiento de «deplorable», cuando lo más probable es que ni la protagonista del evento, ni la familia, ni los médicos, han pecado ni contra Dios, ni contra los hombres, eso sí que es aborrecible y antievangélico. ¿O don Ignacio no sabe que nuestro hermano, sea el que sea, tiene una mota en el ojo, y yo/nosotros, tenemos una viga? No provoquemos que el Señor nos lance su reproche, ¡hipócritas!, quitad primero vuestra viga para que podáis ver para retirar la mota de vuestro hermano.