Aunque sean cinco cardenales, ¡están equivocados!; batallando, además, contra el Papa -- Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Cinco importantes y prestigiosos cardenales han escrito un libro para oponerse a que ?los divorciados vueltos a casar puedan comulgar??, como ha propuesto, en la línea de Francisco, el cardenal Kasper. Pero no van contra éste, sino que les sirve de pretexto para apuntar contra el Papa. Son los cardenales Müller, Burke, Brandmüller, Caffarra y De Paolis, quienes afirman que no encuentran «argumentos bíblicos a favor». Hace mucho tiempo, para eso me voy haciendo viejo, que he aprendido a desmitificar a los altos mandos, del orden que sean , militares, políticos, científicos, clérigos, banqueros, cardenales, etc. He descubierto también que la prepotencia es, muchas veces, un alibi (coartada) para la ignorancia. ¿Qué argumentos bíblicos invocan estos maestros de la exégesis?

Pues los textos que les recordaré ni siquiera necesitan exégesis. Deberíamos todos los seguidores de Jesús anteponer, con claridad, sin subterfugios, y cristalinamente, sus palabras, las del Señor, a nuestras pequeñas ideologías, o estructuras morales pequeño burguesas. Antes de seguir, preguntaría a sus eminencias (lo digo por puro protocolo, no porque me crea que lo sean) en qué categoría tienen la celebración de la Eucaristía: en la de privilegio para los ?buenos??; en recomendación piadosa para los devotos; como un mandamiento de la Iglesia, de comulgar por lo menos una vez al años; o como mandato de Jesús. En la institución de la Eucaristía el Señor no pidió, ni insinuó, ni recomendó, ni condicionó, sino mandó: ?tomad y comed??, ?tomad y bebed??, ?haced esto en memoria mía??. Son tres imperativos como tres soles: TOMAD, COMED, BEBED, HACED.

Porque el texto que se suele invocar, de condicionamiento moral para la recepción de la Eucaristía, aquel famoso de Pablo ?el que come y bebe la cena del señor indignamente come y bebe su propia condenación??, ha sido interpretada demasiado ligeramente como el gran argumento de la doctrina moral-sacramental oficial de la Iglesia, de que comulgar en pecado provoca la carga todavía más pecaminosa de sacrilegio. Pero, como han demostrado fehacientemente los exegetas, en ese pasaje San Pablo se refiere a los que comen y beben la carne y la sangre del Señor sin discernir, como si fuese cualquier tipo de comida, sin valorar la naturaleza excelsa del alimento. Cosa muy poco probable en los que se acercan a la comunión ?con temor y temblor??, dada la inquietud que provoca la disciplina tradicional de la Iglesia en la recepción de la Eucaristía, y que lleva a cualquier persona en situación ?irregular?? a no comulgar sin discernir lo sagrado, y, al mismo tiempo, poderoso alimento que es la Eucaristía. Es decir, muy dificultosamente, y solo traído por los pelos, podremos aplicar a los divorciados-creyentes-practicantes la interpretación tradicional, y superada, del texto paulino. (¿No podría caber esta interpretación para los que rutinariamente comulgan, o también para los que celebramos la Eucaristía todos los días sin la debida intensidad?)

No tienen autoridad los jerarcas de la Iglesia para impedir, definitivamente, porque la situación de un creyente unido en segundas nupcias no tiene vuelta atrás, la celebración del mandato del Señor en lo referente al sacramento de la Eucaristía. ¿Cómo podría vivir la fe un cristiano privado de su sustento? La orden tajante y poderosa del Señor no estaba condicionada a la situación socio-canónico-familiar. Dios no se identifica ni tanto ni tan desmesuradamente con las decisiones administrativas que llevamos entre manos los hombres. Nos parece mucho más evangélica, natural, y profundamente sacramental la enseñanza de Santo Tomás de Aquino de que la primera y mejor manera del perdón de los pecados es la celebración de la Eucaristía. Así como que ésta no está pensada para los ángeles, sino para hombres pecadores, y cansados del duro camino de la vida.