«Síntesis de los aportes recibidos para la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano», es el nombre del documento que acompaña el trabajo de los 266 participantes (162 miembros, 81 invitados, 8 observadores y 15 peritos) reunidos en Aparecida. El texto es una síntesis cualitativa de los aportes dados por 21 conferencias episcopales de la región, los departamentos del CELAM, los dicasterios romanos y organizaciones eclesiales continentales.
Aunque la «Síntesis» no debe confundirse con el documento final de Aparecida que se conocerá unos meses después del cierre de la Quinta Conferencia, en ella encontramos aspectos valiosos que no hay que perder de vista: es el instrumento cualificado de inspiración y consulta durante las deliberaciones de Aparecida; recoge el aporte de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe; su lectura puede ser muy útil para ver cuáles son los grandes temas que hoy retan a una nueva evangelización del continente.
Tres aspectos destacamos de esta «Síntesis»: el método, los contenidos y las opciones.
1. El método
El documento mantiene la práctica del método «ver, juzgar y actuar», utilizado en anteriores Conferencias Generales del Episcopado, de manera emblemática en Medellín (nn.34,35). Ver: Los grandes temas son abordados a partir de la realidad histórica del continente: los rostros concretos que nos interpelan, los rasgos sobresalientes del cambio de época, los desafíos que se le plantean a la Iglesia (n.36). Juzgar: Se ilumina esa realidad a la luz de la fe: desde lo que anunció Jesús (la buena noticia de Dios como Padre y del Reino como liberación y salvación), desde la Iglesia entendida como sacramento de vida al servicio del Reino de Dios, desde el pueblo de Dios entendido como comunidad orgánica al servicio de la comunión y la misión (n.37). Actuar: Pero no se trata sólo de tener ideas correctas con respecto a la realidad, es necesario asumir las transformaciones necesarias y urgentes que ésta plantea en diferentes ámbitos: la evangelización de la cultura, la evangelización del mundo de la comunicación social, la promoción de la dignidad humana, la reconstrucción del tejido social, la consolidación de la opción por los pobres, la promoción de un laicado activo (n.38).
2. Los contenidos
En el documento, se vuelve a temas que ciertamente son centrales para la fe y para la realidad latinoamericana: los problemas socioeconómicas que afectan a las mayorías de la región, la opción por los pobres y por la justicia, la Iglesia en función del reino de Dios, la necesidad de volver a Jesús de Nazaret, fundamento de la identidad cristiana, entre otros.
(a) La dolorosa realidad. Tener conciencia de ser pueblo de Dios en el mundo, conlleva la necesidad de estar en lo más real del mundo. Allí nos encontramos con dolorosas situaciones en el orden económico, político, cultural, social y religioso, que lastima la dignidad inalienable de la persona humana (n.7). La realidad de los pueblos y comunidades indígenas a los que aún no se les reconoce su derecho a ser tratados con dignidad e igualdad; se ignora su historia y se desconoce o se niega su riqueza cultural (n.50). La realidad de innumerables mujeres que han sufrido una doble exclusión en razón de su condición socioeconómica y de su sexo (n.51). La existencia de los pobres, los excluidos, los desocupados, los emigrantes, los desplazados, los campesinos sin tierra, los que buscan sobrevivir en las redes de la economía informal y todos los que se ven privados de su vida digna, víctimas de estructuras sociales que les cierran las puertas al ejercicio de sus derechos individuales y sociales (n.52). Las víctimas de la violencia y de los conflictos armados (n.53). La hegemonía neoliberal y tecnocientífica que no logra reconocer al ser humano como sujeto de dignidad y como valor supremo de organización social y económica (n.62).
(b) La autoevaluación de la Iglesia. Pero no sólo hay que ver hacia el mundo, también hay ver hacia dentro de la Iglesia. El mal no sólo está fuera, sino también dentro. En tal sentido en el documento se reconocen serios fallos eclesiales: clericalismo, ausencia de autocrítica, moralismos que debilitan la centralidad de Jesús, debilidades en la opción preferencial de los pobres, la discriminación de tantas mujeres y grupos humanos, escaso acompañamiento dado a los laicos, énfasis en los sacramentos descuidando otras áreas pastorales no menos importantes (como la formación en el pensamiento social de la Iglesia), espiritualidad individualista, falta de aplicación creativa de la Doctrina Social de la Iglesia (n.79).
(c) La centralidad de Jesús y del Reino de Dios. Para que la evangelización sea realmente cristiana tiene que estar estrechamente vinculada a Jesús de Nazaret (a su modo de ser) y a su misión (el reino de Dios). En ese espíritu, el documento afirma que el criterio de discernimiento y valoración para todo creyente es la persona de Jesucristo (n.86); que la proclamación y la instauración del reino de Dios son el objeto de la misión de Jesucristo (n.90); que el Dios de la vida se hace presente en Jesús de Nazaret (n.87); que la cercanía de Jesús con los pobres hace presente en medio de la gente una imagen original del reino (n.91). Habla además, de las diversas presencias de Jesucristo vivo: en los rostros sufrientes (n.104), en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, donde nos invitan a hacer un mundo más justo y más fraterno (n.105), en los discípulos y discípulas que procuran hacer suyo el modo de ser de Jesús (n.106), en la Palabra y en los sacramentos (n.103).
(d) La Iglesia, sacramento del reino de Dios, en constante renovación. Es importante el reconocimiento de que la Iglesia no debe estar centrada en sí misma, sino en el reino de Dios, a cuyo servicio se orienta y al cual debe convertirse continuamente. Explícitamente se afirma que «la Iglesia no agota el reino de Dios, que se manifiesta y actúa más allá de los límites visibles de la institución eclesial, pero constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino, a cuyo servicio está. Desde el proyecto del reino de Dios la Iglesia puede denunciar los signos de muerte presentes en el mundo y alentar los brotes de vida que el Espíritu suscita en todas partes» (n.133).
(e) La opción por los pobres y contra la iniquidad. Un rasgo eclesiológico heredado por Medellín es la explícita opción por los pobres. La evangelización comienza por anunciar lo que anunció Jesús: el reino de Dios a los pobres y marginados. La evangelización va dirigida a todos, pero a partir de unos destinatarios privilegiados, que son los pobres, a los que Dios ama y defiende porque quiere que se implante la justicia de su reino. La opción por los pobres es una de las actitudes y enseñanzas fundamentales que dejó Jesús a sus discípulos y discípulas. En el documento se asume esta centralidad cuando se sostiene que «el camino del discipulado nos impulsa a configurar nuestras opciones y actitudes con las de Jesús, quien desde la pobreza nos enriqueció y nos mostró las vías fundamentales para liberación del pecado y de sus secuelas en la vida personal y social. Esto nos apremia a reafirmar y actualizar en todos nuestros proyectos evangelizadores, nuestra preferencia por lo que sufren, por los excluidos y por los más débiles» (n.165).
(f) La plena pertenencia de los laicos a la Iglesia. Aunque el concilio Vaticano II dio una nueva identidad a los laicos (pertenecen al pueblo de Dios y son partícipes del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, LG. n. 31-32), su participación dentro de las estructuras de la Iglesia, si bien no está vetada, es todavía limitada e insuficiente. En este sentido, los aportes de las Conferencias Episcopales hablan mucho de la necesidad de dar mayor participación a los laicos y laicas, en la planificación de las acciones pastorales, particularmente en los ámbitos de decisión, y no sólo en la ejecución de las mismas. Los lacios, en tanto hombres y mujeres de Iglesia en el corazón del mundo, y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia, tienen que ser parte activa y creativa de la misión (nn. 230,232).
3. Algunas opciones prioritarias desde el seguimiento a Jesús
Según el documento «Síntesis», la realidad latinoamericana y del Caribe es, en muchos aspectos, contraria a los dinamismos del reino. Y de esa realidad, precisamente, se derivan una serie de desafíos para los discípulos y discípulas de Jesús, que han de encararse desde el modo de ser de Jesucristo. De ahí que, ante la prevalencia de una vida sin sentido, Jesús abre a la vida de la comunión con Dios amor (n.112); ante el individualismo campante propio del neoliberalismo, Jesús convoca a vivir y caminar en la solidaridad fraterna (n.117); ante las diferentes y graves formas de exclusión predominantes en el continente, producto de la inequidad, Jesús defiende los derechos de los débiles y la vida digna de todo ser humano, especialmente, de los pobres, los emigrantes, las personas con discapacidad, las mujeres (n.119); ante las estructuras que producen muerte lenta (por la injusticia social) y muerte rápida (por la violencia de conflictos armados), Jesús hace presente su reino de vida, cuya incidencia pasa por erradicar las causas estructurales de esos males (n.122); ante la naturaleza amenazada por el calentamiento planetario, consecuencia del modo humano de producción y de consumo, Jesús convoca (para que los pueblos tengan vida) a conservar y cuidar toda la creación (n.125).
* Director de Radio Ysuca