Martin Norberto Dreher, en su libro Para entender el fundamentalismo(São Leopoldo: Unisinos, 2002) afirma que «todos somos fundamentalistas, porque todos necesitamos bases fundamentales, fundamentos, o cimientos para nuestra existencia, y quien renuncie a ellos, estará renunciando a sí mismo» (pág. 9).
Sin embargo, el autor deja claro, que fundamentalismo, cuando sobre pasa el sentido apuntado, puede convertirse en una seria amenaza para la persona y para la humanidad. Es el caso del fundamentalismo religioso que se caracteriza por el encerrarse cada religión en su propia autosuficiencia dogmática, indicando que sólo es válida su verdad. Por esta razón los fundamentalistas se niegan a interactuar con otras religiones, no admitiendo la parte de verdad presente en las creencias religiosas diferentes a la propia. Los fundamentalistas conceden carácter absoluto a sus puntos de vista. Por lo tanto no toleran otra verdad. En consecuencia, el destino del fundamentalismo es la intolerancia, el exasperar las diferencias entre los grupos religiosos y generar odio y violencia.
El fundamentalista religioso no pone los cimientos de su fe en la experiencia religiosa concreta de la divinidad, sino en dogmas, definidos como realidades fijas, inmutables y exentas de cualquier posible interpretación o hermenéutica. Sabemos que los dogmas religiosos no nacieron por sí mismos, mas fueron definidos por las confesiones religiosas, a partir de una interpretación dada a una determinada verdad, tenida como revelada por la divinidad. El fundamentalismo religioso no percibe el dogma en el contexto histórico de su constitución y definición.
Hace una interpretación literal de su contenido, negándose radicalmente a admitir diversas interpretaciones. El fundamentalista actúa de esta manera porque se siente amenazado en su fe que siente debilitada. Cuando alguien se atreve a dar una interpretación diferente del dogma, el fundamentalista entra en crisis, porque en su cabeza, el orden previamente determinado se convierte repentinamente en desorden y no consigue, ante cuestionamientos y nuevas interpretaciones, entender nada.
Creo que es posible identificar formas de fundamentalismo religioso en todas las épocas y en todas las religiones que se consideran reveladas. Sin embargo, según Dreher, el fundamentalismo religioso, como un movimiento, es un fenómeno del Occidente cristiano y tuvo su gestación en el ámbito de la Iglesia Católica, como una reacción a la Ilustración y el Liberalismo. Pero también algunos grupos protestantes han desarrollado formas de fundamentalismo religioso. Encontramos expresiones de fundamentalismo religioso también entre los judíos y los musulmanes.
?ltimamente el fundamentalismo religioso ha regresado con mucha virulencia. Entre nosotros tiene un rostro cristiano, con sus matices evangélicos y católicos. Según Boff, en su libro sobre Fundamentalismo y la globalización (Río de Janeiro: Sextante, 2002), el fundamentalismo de matriz cristiana, asume el presupuesto que la Biblia debe leerse al pie de la letra. Como libro inspirado, ella no contiene errores y, por lo tanto, dicen los fundamentalistas, hacer una interpretación que no sea literal, es una ofensa a Dios. Los fundamentalistas no aceptan las reglas más elementales de la hermenéutica bíblica, ni siquiera aquellas aprobadas por las autoridades religiosas de sus iglesias. Aunque públicamente admiten tales reglas, en la práctica actúan como si no existieran. Para el fundamentalista hay una identificación material entre la palabra de Dios y la Biblia, como libro escrito.
Ellos no admiten que la Biblia contiene la palabra de Dios, sino que la Biblia, tal como está escrita, es la Palabra de Dios. Así, atribuyen la ?inerrancia? [imposibilidad de error] a todas las informaciones contenidas en los libros de la Biblia, incluyendo lo que refiere a datos históricos, geográficos, biológicos, cósmicos etc. Para ellos no se debe considerar ni tomar en cuenta la historia de las tradiciones, de la redacción de los textos y de las formas en que fueron escritos. Simplemente se da una lectura fundamentalista de todos los escritos bíblicos, que deben ser interpretados literalmente y siempre de la misma manera.
Sin embargo, esa forma de lectura de la Biblia puede inducir a error. De hecho, dice el Vaticano II en la Constitución Dei Verbum (nº. 12-13), Dios habló «a la manera humana» Por eso es indispensable que quien lee e interpreta la Sagrada Escritura procure investigar lo que Dios realmente quiso manifestar a través de palabras de los hagiógrafos. En la interpretación de los textos divinos se debe tener en cuenta los modos peculiares, es decir, la diversidad y el significado exacto de cada uno de ellos para saber lo que pretenden expresar a partir de determinadas situaciones o circunstancias.
El peligro del fundamentalismo religioso es su extremismo que pueden conducir a los seres humanos a cometer verdaderas locuras. Por su carácter guerrero y misionero, el fundamentalismo religioso es inflexible, intolerante, sectario, machista y prejuiciado. Con el pretexto de la lucha contra el «modernidad», termina maltratando a las personas y violando derechos fundamentales, en la actualidad plenamente garantizados por la Declaración Universal de los derechos humanos y por las constituciones de los países democráticos.
El fundamentalista cristiano, por ejemplo, no reconoce que hay realidades verdaderas y santas, bienes espirituales y morales en otras religiones, como afirmó el Vaticano II en la Declaración Nostra aetate (nº 2). Además, el fundamentalismo favorece el patriarcalismo, el autoritarismo, la discriminación y trato infantil de los fieles. Esto alimenta la ceguera racional y sacrifica vidas en nombre de normas y doctrinas que, en el fondo, fueron creadas por los hombres y no por Dios. Es más, en su tiempo Jesús, denunció los fundamentalismos religiosos que dejan de lado los verdaderos y auténticos mandamientos de Dios para dar mayor importancia y peso a las tradiciones religiosas, creadas con el propósito de vaciar la Palabra de Dios y sostener la hipocresía de ciertos líderes (Mc 7,1-23)
En pleno siglo XXI no se ha superado el peligro del fundamentalismo religioso. La religión todavía puede ser causa de violencia y de guerras. El principio de libertad religiosa y el respeto de las diferentes formas de religiosidad aun están lejos de ser cumplidos. Recientes hechos de intolerancia religiosa, inclusive en Brasil, registrados por entidades y portales electrónicos que luchan contra esa práctica, muestran que todavía el fundamentalismo puede causar enormes estragos a la humanidad.
Lamentablemente hay católicos y evangélicos que todavía no se dieron cuenta de lo que expresó magistralmente el Vaticano II en su declaración Dignitatis humanae: «la libertad religiosa se funda realmente en la misma dignidad de la persona humana, que la palabra revelada de Dios y la razón dan a conocer» (nº 2). Así que cuando se trata de cuestiones de materia religiosa, ninguna persona debería ser obligada a actuar contra su conciencia. Negar este derecho a la persona humana es atentar contra el orden establecido por Dios (nº 3).
Los estudios de Dreher demostraron también que existe una relación profunda entre el fundamentalismo religioso y el fundamentalismo político. Para los fundamentalistas religiosos la acción política debe siempre ser orientada por la verdad religiosa. La sociedad perfecta es la que se somete a la verdad religiosa. Desde este principio son justificadas las intervenciones violentas en Estados independientes y «guerras santas» contra «herejes».
La historia demuestra que, detrás de casi todas las guerras, está también el fundamentalismo religioso. No es casualidad que los grupos fundamentalista más radicales apoyan a gobiernos autoritarios y dictatoriales, llegando al extremo de negar crímenes de lesa humanidad, como los cometidos por los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, a los gobiernos autoritarios les agradan muchísimo las religiones fundamentalistas, ya que propician la ceguera racional y la falta de espíritu crítico, contribuyendo así al mantenimiento del status quo. Está claro y evidente, el peligro que corre la humanidad, si tales fundamentalismos no fueren identificados, desenmascarados y completamente rechazados.
Filósofo. Doctor en teología. Ex-asesor del Sector Vocaciones y Ministerios/Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB). Ex-Presidente del Instituto de Pastoral Vocacional. Gestor y profesor del Centro de Reflexión sobre ?tica y Antropología
[José Lisboa es co-autor de Antropología de la Formación Inicial del Presbítero, Ediciones Loyola.
Traducción: Ricardo Zúniga].