Josep F. Mària.La Vanguardia. A principios de mayo estuve en Paris participando en un encuentro sobre las empresas extractivas en África. Hablamos de tres regiones: el delta del río Níger, la región del lago Kivu, y la provincia del Katanga.
En el delta del Níger (Nigeria), los directivos de las empresas petroleras viven temiendo secuestros que se resuelven pronto pero que acaban con la vida de sus acompañantes nativos. La desigualdad genera violencia. Los impuestos de las petroleras no llegan a las comunidades locales: quedan capturados por funcionarios o grupos de interés.
En la región del lago Kivu (norte de la RD Congo), la explotación minera del coltan y del estaño es llevada a cabo por individuos porque las empresas mineras no osan operar por razones de seguridad. Grupos armados cobran dinero a lo largo de la cadena que va desde los que cavan en la selva hasta los que venden el mineral a los comerciantes de Goma, que lo venderán a empresas asiáticas para hacer componentes electrónicos.
En el Katanga (sur de la RD Congo) hay paz. Las empresas mineras extranjeras extraen y refinan cobre y cobalto. Aquí hay que verificar si los contratos favorecen lo suficiente la población local; empujar al Gobierno central a distribuir al gobierno provincial del Katanga y a los municipios parte de los impuestos pagados por las mineras (¿nos suena el tema?); y promover el diálogo empresas-comunidades locales.
Algunos de los convocados a nuestros debates buscaban una solución rápida y unidimensional -una bala de plata- para mejorar las condiciones de vida: aprobar leyes en países ricos para prohibir a las empresas comprar recursos ?manchados de sangre?? o decretar boicots a empresas relacionadas con el conflicto. Pero estas balas de plata, sobre todo si ignoran la complejidad de la vida local, acaban generando efectos perversos. Didier de Failly, jesuíta belga-congoleño, proponía tres claves para una estrategia eficaz: complejidad, transparencia y largo plazo. Hay que trabajar en la economía, la política, la seguridad y la cultura locales; pedir transparencia a las empresas; y comprometer a todos los actores a largo plazo por la paz, la lucha contra la pobreza y la igualdad.
En París lucía el sol en aquellos días. Esperamos que la primavera nos anime a un compromiso escéptico con las balas de plata.