Sobre el caso del sacerdote Paul Mac Auley -- Franz Wieser (Perú)

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La injusticia, la marginación y el desprecio fácilmente desbordan en violencia. Como se ha dicho: ?La violencia es la voz de aquellos, que no tienen voz??. Por eso, la mejor forma de evitar la violencia es luchar sin pacíficamente contra la injusticia. La pregunta clave en torno al caso del sacerdote inglés Paul Mac Auley es: Ha incitado a la violencia física, o ha dado voz a los que no la tienen.

Hay mucha confusión en cuanto a las competencias de Estado frente aquella de la Iglesia, incluso entre el clero. Para la Iglesia la respuesta ya se encuentra en los Evangelios: ?Den al Cesar lo que es del Cesar ?? ??. Traducido para nuestros tiempos, Jesús diría: Ejercen sus deberes políticos y sociales, pero háganlo con transparencia, justicia, con libertad y, ante todo con amor y espíritu de servicio. Entramos en esto mundo como ciudadanos. Como tales conviene que nos comprometamos sin distinción, crítica-y creativamente en los asuntos públicos, sometidos a leyes justos civiles y penales.

En esto no hay diferencia entre creyentes o no creyentes, clérigos o laicos. Así por ejemplo tienen los entes del Estado todo derecho de llevar cualquier, laico, sacerdote u obispo ante los tribunales penales, cuando se trata de una violación sexual de menores. En este caso no se trata de una intromisión en la Iglesia, sino de un procedimiento al cual todos los ciudadanos han de someterse. Por otro lado, todos quienes tienen el carisma, el arte de aportar lo suyo para una convivencia armónica entre la ciudadanía, tiene el derecho y la obligación de hacerlo.

Lo ?a Dios lo que es de Dios??, no aporta a un buen gobierno en el fondo nada nuevo. Lo nuevo es el espíritu de entrega y la motivación, porqué Dios quiere para los hombres no más que vida, vida en abundancia para todos. San Agustino dijo la frase sorprendente: ?Ama, y haz lo que quieres??.

Amar, como Cristo ha amado, – que es el paradigma del cristiano – no se agota solamente con la beneficencia. Jesús tocaba con valentía las causas de la pobreza, de la marginación y del abandono. Era esto lo que irritaba a los poderosos que abusaron del pueblo y, encima se servían de la religión para sostener sus privilegios. Hoy diríamos: Lo odiaron y crucificaron por meterse en política.

Así gritaron ante Pilato: ?Con sus enseñanzas está alborotando a todo el pueblo, Comenzó en Galilea, y ahora sigue haciéndolo aquí, en Judea?? (Lc 23,5). ¿Cómo dijo Helder Camara? ?Si al pobre le doy un pan, me dicen eres un santo. Si le digo porqué no tiene pan, me dicen eres comunista.?? Hoy se diría: terrorista.

Para que se expulse a un sacerdote de un país con una población con un 80% de católicos, sólo por haber dado señales de solidaridad con el pueblo encomendado a su cuidado, debe haber un delito grave contra un ordenamiento legal y justo. El mejor juez en este caso es el mismo pueblo con sus miedos y razones para ir a la calle, al verse en desamparo contra fuerzas de fuera. Actuar en este caso a la ligera, o con indiferencia (¿Qué dice el Cardenal Cipriani que debería ponerse al día en el asunto?) sería traición de un hermano en la fe, un nuevo acto de Judas.