La desestabilización del gobierno de Evo Morales ha sido puesta en marcha. El plan de la reacción abarca todos los aspectos: el debilitamiento del frente interno del gobierno, la campaña mediática para desprestigiarlo, el separatismo regionalista, la desobediencia civil, el paro de transportistas, y la solicitud de participación de mediación de Organismos internacionales (la OEA y la Cruz Roja). En Bolivia no podían faltar los aprestos para un golpe de Estado.
En el centro de la conjura están las acciones de los «comités cívicos» promovidos por los representantes derechistas de los estados separatistas en el nuevo parlamento, tratando de impedir la promoción de una Constitución de avanzada que garantice el pleno disfrute de los recursos naturales por el pueblo de boliviano.
La reacción nacional e internacional intenta proyectar en Bolivia una imagen de ingobernabilidad, que justifique la eventual acción posterior de la derecha y grupos militares fascistas tradicionalmente anidados en el Ejército boliviano.
A fin de contribuir al aislamiento regional, la reacción acude al expediente Petrobrás, que la derecha brasileña pretende identificar como portadora de los intereses del pueblo brasileño, cuando todos saben que su dirección está controlada por viejas estructuras a la usanza de la antigua PDVESA, y en la que están representados no pocos intereses transnacionales.
Especialmente para enfrentar a Bolivia con Chile y Perú, la derecha en esos países muestra «su preocupación» por la cooperación militar entre Caracas y la Paz, cuando todos saben que el más pobre país sudamericano tiene las fuerzas peor armadas de la región. Pero no importa «hay que adelantar que Evo y sus indios se preparan, apoyados por Chávez, para eventuales agresiones contra sus vecinos»
El escenario está sido abiertamente preparado por las transnacionales petroleras afectadas por las pasadas nacionalizaciones y especialmente el imperialismo norteamericano, quien no oculta las manos de sus embajadas en Bolivia, Argentina y Brasil, Chile y Perú coordinando el plan imperial.
El Imperialismo puede estarse envalentonando por la derrota del candidato de la izquierda en Perú, el triunfo fraudulento de su ficha política en México, y la necesidad de una segunda ronda electoral en Brasil. La desestabilización de Bolivia, que los imperialistas ?estudiosos de las tesis leninistas- han calificado como el «eslabón más débil de la cadena revolucionaria» en la región, está en la prioridad de Washington.
Desde hace varios meses el Presidente Bush, su Secretaria de Estado Condoliza Rice y la Mancomunidad de la Inteligencia norteamericana se habían percatado de la sistemática pérdida de influencia estadounidense en la región, y rápidamente dispusieron un plan para su rescate al estilo cowboy: «dividiendo y cazando los indios».
Según las informaciones filtradas a la prensa el plan incluye el aislamiento y desestabilización de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Bolivia, el continuo estímulo a las eventuales diferencias de estos países con los otros gobiernos democráticos de izquierda en la región, el fracaso del MERCOSUR y la firma de acuerdos bilaterales de comercio con Perú, Colombia y Uruguay y el triunfo ?a como de lugar- de los candidatos contrarios a la izquierda democrática en Perú, México, Brasil, Nicaragua y Venezuela.
En honor a la verdad la izquierda en la región no ha sido capaz de organizar la contraofensiva integral que necesita. En ello pueden estar pesando la enfermedad de Fidel, la imposibilidad de acabar de estructurar el Boque Regional de Poder Popular y los temores de algunos a ser identificados como «dependientes de Chávez y Castro». La estructuración orgánica y política de toda la izquierda democrática y progresista de América Latina debe ponerse en primer plano.
El gobierno de Evo Morales está informado del plan contrarrevolucionario y desestabilizador, ha llamado a la movilización campesina e indígena, ha solicitado el respaldo de las Fuerzas Armadas y espera que los conjurados se llamen a capítulo. Sin embargo la reacción espera la oportunidad para dar el zarpazo y acabar con el primer gobierno indígena en la historia latinoamericana, pero la Revolución boliviana está alerta y lista para adelantarse a la iniciativa enemiga.
Es el momento para el reforzamiento de la unidad de todas las fuerzas sociales y políticas que llevaron al MAS al gobierno. La izquierda diversa debe cerrar filas en torno a Evo Morales, no dejar pasar la reacción, y resolver sus diferencias en un marco fraternal y conciliador, poniendo en primer plano los intereses del pueblo. La Revolución Boliviana está avanzando no sin dificultades, pero sus peores enemigos podrían ser las eventuales divisiones en su seno.
El reciente conflicto minero solo ha servido para atizar las divisiones en el frente interno y ahora está siendo utilizado oportunistamente por la derecha para «demostrar» la incapacidad del gobierno en controlar la situación. Especialmente la misma prensa derechista aprovecha la ocasión para «acusar al cooperativismo» de ser el causante de la matanza, cuando todo el mundo sabe que la palabra cooperativismo se relaciona con socialismo.
Es un ataque gratuito al cooperativismo, como forma de producción socialista, tratando de identificarlo como corrupto, revoltoso y terrorista, cuando los bolivianos saben perfectamente que la forma en que están organizados los mineros privados que provocaron los hechos sangrientos de Huanuni , distan de ser verdaderas entidades cooperativas.
Si no existe en Bolivia una ley de Cooperativas, podría éste ser un buen momento para discutirla y establecerla, precisando con exactitud que es una cooperativa, de que manera trabaja, la total ausencia en la misma de la explotación del trabajo ajeno, sus relaciones con resto de la sociedad y las comunidades donde estén enclavadas, sus fuentes de financiamiento, y otras importantes precisiones.
Los hechos en el cerro Posokini, en lugar de debilitar el frente de la izquierda que respalda al gobierno, pueden servir para establecer las bases de un fuerte movimiento cooperativista y autogestionario, que consolide la unión de los trabajadores con la revolución que encabeza Evo Morales.
El Presidente de Bolivia ya tomó las providencia del caso y destituyó al ministro de Minería, Walter Villarroel , cuya actuación favoritista le impidió actuar a tiempo para evitar los enfrentamientos, que también pudieron haber sido promovidos por agentes provocadores para tratar de dividir al tradicional revolucionario gremio minero boliviano, cosa que solo se sabrá cuando se termine la investigación ordenada por el primer mandatario.
La historia de las revoluciones ha demostrado la necesidad del análisis constante de la correlación interna de fuerzas en el seno revolucionario, para evitar las escisiones y fortalecer constantemente la alianza de fuerzas y clases en la que se sustenta cada etapa. Igualmente ha enseñado que, en la respuesta oportuna y contundente ante cada paso de la reacción y el imperialismo, está parte importante de la garantía de la continuidad y el avance del proceso.
La izquierda, todas las fuerzas progresistas de Bolivia, los movimientos indígenas, los trabajadores de la ciudad y del Campo, de todas las regiones deben unir mas que nunca sus capacidades para enfrentar la ofensiva contrarrevolucionaria en marcha y no caer en las trampas divisionistas que tienden los enemigos, en el camino de la Revolución.
Bolivia alerta. El enemigo acecha.