El término pobres/pobreza se ha leído y se sigue leyendo de muchas maneras. Ayer he ofrecido una pequeña introducción al tema desde el Nuevo Testamento. Hoy presento un pequeño diccionario de los pobres en el Nuevo Testamento, evocando los términos griegos que emplea la Biblia. Desde ellos podremos entender y valorar mejor la situacíón actual, como seguiremos viendo mañana.
La Biblia sabe que la riqueza es un don de Dios, como ha puesto de relieve no sólo Gen 1-3, sino todo el Antiguo y Nuevo Testamento. Pero esa riqueza puede convertirse en contraria a Dios, haciéndose principio idolatría (mamona), allí donde domina al hombre, dirigiendo y definiendo su existencia individual y social. En ese sentido, lo contrario a la mala riqueza no es la pobreza, sino la gratuidad y la comunicación de bienes, es decir, como experiencia de vida compartida.
Para los cristianos, lo importante no es la pobrza, sino el amor activo, es decir, la fraternidad. Por eso, la pobreza «evangélica» forma parte de una experiencia de amor y sólo tiene sentido allí donde se vincula con un gesto de servicio a los demás, a favor de la vida. En esa línea, podemos añadir que los pobres son signo de Dios en la medida en que Dios les ama y promueve (en ellos y por ellos) un camino de gratuidad, de vida compartida.
1. Un diccionario de la pobreza
Pero dejemos el tema general, procuremos trazar un pequeño «diccionario de los pobres»:
(a) Ptojôs es el mendigo/pordiosero, aquel que no tiene tierra ni trabajo (quizá no tiene ni capacidad de trabajar).En esa línea, pobre es aquel que depende totalmetne de los demás. Esa palabra puede recibir, además, un sentido espiritual, de manera que puede hablarse de los pobres de espíritu, es decir, por opción propias (cf. Mt 5, 3; 11, 5; 19, 21; 26, 9.11; cf. viuda pobre de Mc 12, 42).
(b) Penes, es el pobre-trabajador, ; es el hombre como ser necesitado y carente, pero puede vivir sin mendigar, es decir, con un trabajo duro. En ese sentido,pobres son aquellos que viven de su esfuerzo, con dificultad, pero sin caer en la miseria, ni en la necesidad de mendigar.
(c) Paidion es el niño en un plano físico y social. Paidion es aquel que no tiene madurez para valerse por sí mismo (sea por edad, sea por pequeñez humana)… El NT le presenta como ser necesitado que ha de hallarse en el centro del cuidado de la iglesia (cf. Mt 18, 2-4; 19, 13-14).
(d) Mikros es el pequeño, en un sentido más social. Pequeños o mikroi son los pocos importantes. Significadamente el evangelio ha vinculado a los niños con los pequeños, es decir, con los poco importantes, dentro de la comunidad; ellos han de ser objeto especial del cuidado de la iglesia.
(e) Nepios es también el pequeño, pero en sentido más espiritual. Estos nepiori/pequeños son aquellos hombres y mujeres que se encuentran de algún modo a merced de los demás, dentro de un mundo (de una iglesia) domianda por los poderosos e importantes.
Junto a estos tipos de pobreza, el evangelio ha presentado otras muchas, vinculadas a la impureza y al pecado, a la exclusión social y a la enfermedad.
En un sentido extenso, Mt 25, 31-46 ha ofrecido un esquema clásico de las pobreas del hombre: hambre-sed, exilio-desnudez, enfermedad-cárcel. Son pobres personales y sociales, interiores y exteriores, que ponen al hombre (al pobre) en manos de otros hombres, que les pueden manejar o ayudar. En ese sentido, la pobreza aparece como «dependencia» y viene definida en términos de «pequeñez»: los pobres son los elakhistoi, los más pequeños
(2) Profundización: el pobre como carente económico (ptokhos).
Para el evangelio, la pobrza típica, la que marca y define la situación radical de dependencia del hombre, es la que aparece definida con el término prokhos: pobres, en sentido estricto, son los que no tienen nada, ni siquiera posibilidades de trabajo.
?stos son los pobres de Lc 6, 20: «Bienaventurados los pobres, los hambrientos…». Pobres son los que pasan hambre, los que no tienen más respuesta que el llanto. En esa línea sigue Lc 4, 18: los ptokhoi son aquellos que no tienen nada y que, sin embargo, pueden y deben ser evangelizados: la Iglesia tiene que ofrecerles el anuncio de la riqueza de Dios y la experiencia de una comunidad donde se comparten los bienes.
Los pobres a los que quiere ayudar Jesús no se definen por su fe espiritual o por su pertenencia eclesial, sino sólo por su «necesidad». De ellos habla Mt 19, 21, donde Jesús dice al rico que quiere segirle: «Si quieres ser perfecto vete, vende lo que tienes, dáselo a los pobres… y luego sígueme» (cf. Mc 10, 21; Lc 18, 22). Los ptokhoi o pobres a los que se alude aquí no son miembros de la comunidad, cristianos o judíos.
Son sencillamente los necesitados, sea cual fuere su identidad cultural o religiosa.
Frente a los iniciados de Qumrán, que interpretan el valor de pobreza de manera básicamente comunitaria (cada uno tiene que dar sus bienes al grupo), Jesús abre una exigencia universal: los bienes han de ser para los que no tienen nada, sin exclusivismos ni limitaciones. Situado en esta perspectiva, Mt 25, 31-46 habla muy claro: el encuentro mesiánico del hombre con Jesús se realiza en el servicio universal de ayuda a los necesitados, dentro o fuera de la iglesia. Lo que importa es el hombre en cuanto necesitado, no en cuanto cristiano o miembro de la iglesia.
3. Los pobres de espiritu
Sólo allí donde queda claro lo anterior puede entenderse la eclesialización mateana de la pobreza, tanto en perspectiva de opción personal (sólo los «ricos» pueden optar por ser pobres) como en línea de comunicación eclesial (compartir los bienes en una comunidad religiosa). Desde ese fondo se entiende la versión Mt 5, 3, cuando dice dice «bienaventurados los pobres de espíritu» (ptokhoi tó pneúmati); de esa forma signo ámbito de salvación, esto es, la eligen, aceptan o cultivan como signo y expresión de gracia (de un modo especial en un contexto de iglesia).
El mismo proceso de eclesialización semántica ha sufrido el término de niño (Paidion) en Mt 18, 2-3. En un primer momento, el texto hable de un niño-niño (cristiano o no cristiano), como símbolo y lugar de reino (Mt 18, 2); pero, en un segundo momento, el texto habla de aquellos que se hacen como niños en plano de elección y compromiso voluntarios (Mt 18, 3), lo cual nos sitúa en ámbito de iglesia (Mt 18, 4s), de tal forma que podemos suponer que los cristianos e hacen niños en la iglesia en la medida en que sirven a los niños, pertenezcan o no a la iglesia.
(a) Hay un punto de partida de pobreza físicaEn un segundo momento, Mt eclesializa el tema: la iglesia asume el valor de la pobreza y la exigencia de la ayuda mutua entre los hombres; ella es precisamente aquel lugar donde los hombres pueden cultivar, en vocación personal y apertura comunitaria, el sentido radical de la pobreza y pequeñez humana.
(b) Mt 25, 31-46, asumiendo como evidente la aplicación eclesial, vuelve a proyectar el tema en campo universal: sobre la pobreza del mundo, como lugar de manifestación del reino, emerge la exigencia de una ayuda interhumana abierta; aquello que la iglesia ha buscado en su experiencia se vendrá a mostrar al fin como principio y base de lo humano.
(4) Ampliaciòn 1: El pobre como sencillo, pequeño (nepioi).
Recordemos la entrda de la subida a Jerusalén. Jesús entra en el templo y expulsa a los mercaderes, enfrentándose con los sacerdotes y escribas, que responden como si fueran dueños de lugar, hombres importantes. Pues bien, Jesús les responde diciendo que la alabanza de Dios brota de los nepioi, de los sencillos, de los niños de pecho (cf. Mt 21, 16, con cita de Sal 8, 3 LXX.).
Para Jesús, la casa de Dios no es lugar de sabios y grandes, sino de cojos, mancos, ciegos, de niños y sencillos. Ellos son los verdaderos señores y beneficiados de la santidad de Dios, el nuevo templo de Jesús, su iglesia (Mt 21, 14-16). En este contexto se sitúan los pequeños y los niños? En un primer momento se les llama paidas (21, 15): son los de pequeña edad, aquellos que no tienen edad para conocer la ley, ni para cumplirla. Pues bien, estos ignorantes descubren con júbilo mesiánico el misterio de Jesús y le aclaman diciendo «hosanna al hijo de David». En este contexto, los mismos niños que antes aparecían como necesitados viene a presentarse como los verdaderos creyentes: son aquellos que están libres de prejuicios y así pueden abrirse a la gracia de Jesús y confiar en él; estos son los verdaderos nepioi, son pequeños y sencillos. En ese contexto recibe su sentido la palabra clave de Mt 11, 25 (cf. Lc 10, 21):
«gracias te doy, Padre…porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes
y se las has revelado a los sencillos o pequeños (nepioi)».
Precisamente aquellos que son como niños (paidia) aparecen aquí como nepioi, sencillos-pequeños; son aquellos que pueden aclamar a Jesús en su templo (cf. Mt 21, 15), porque han recibido un conocimiento más alto del don de la vida. Frente al sabio Israel, representado en las ciudades Cafarnaúm, Corozaím y Betsaida, que en su afán de elevarse hasta el cielo, negando a Jesús, se pierden a sí mismas (cf. Mt 11, 23) frente a la seguridad y prudencia de aquellos que buscan su propia justificación, se elevan ahora los pequeños, los pobres verdaderos, los que nada tienen. Estos son los kopiôntes (fatigados) y pephortisménoi (cargados).
No son niños en la edad; pero lo siguen siendo en apertura y confianza ante el misterio. Jesús mismo, como praus y tapeinos (manso y humilde), es uno de ellos: forma parte del grupo de los que no quieren destacar, sobresalir violentamente. Por eso, su comunidad no está formada por sabios y entendidos, como pasa en Qumrán, sino por aquellos que son por necesidad pequeños (niños, necesitados) y por aquellos que saben hacerse pequeños en actitud de acogimiento, esto es, los praeis y por los nepioi (cf. Mt 5, 5; 11, 25.29).
Desde este fondo se entiende los elakhistoi, los más pobres y pequeños de Mt 25, 40.45: ellos son ante todo los necesitados, esto es, los hambrientos y sedientos, y, a su lado, con ellos, los sencillos (nepioi), es decir, aquellos que no se dan importancia a sí mismos y acogen en amos a los otros, a los necesitados. Sólo porque el reino (Jesús) está presente en los pequeños (hambrientos, sedientos, exiliados…) tiene sentido la actitud de pequeñez acogedora, agradecida, de los nepioi, es decir, de aquellos que viven en sencillez y acogen a los pobres.