Nuestros diálogos entre creyentes y no creyentes -- José Aldunate S.J.

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Reflexión y Liberación

El Cardenal Martini en sus recientes ?Coloquios nocturnos de Jerusalén??, rememora los ?Diálogos con los no creyentes?? que mantuvo en Milán mientras fue allí Arzobispo.
Dice que fueron muy enriquecedores también para él. Tales diálogos, sugeridos por el Concilio Vaticano II, nos ayudan para abrir nuestros criterios. Lo anterior me sugirió el reflexionar sobre cuál ha sido nuestra experiencia en Chile en el diálogo con los no creyentes.

Comencemos definiendo los conceptos. ?No creyente?? o ?agnóstico?? no es lo mismo que ?ateo??. Este niega a Dios. El agnóstico, no cree, ni afirma ni niega. No opina y probablemente ni le interesa opinar, porque Dios no entra dentro del mundo que le preocupa. El ?creyente??, en cambio, admite la existencia de un ser superior, que ha dado y da su ser al universo que nos rodea y a nosotros mismos. Tal vez provocando el Big-Bang de donde todo provendría. Pero el creyente también cree que Dios no es sólo un lejano Hacedor, sino Alguien cercano a su obra y a cada uno.

Después del Concilio se instituyó en muchas diócesis un ?Servicio para los no creyentes??, posteriormente ?Servicio Fe y Cultura??. En Chile los dirigió el Obispo Jorge Hourton a partir de 1980. Editábamos una revistita bi-mensual, ?Cristo Dialogante?? y, posteriormente, ?Fe y Cultura??.

Tuvimos foros también públicos entre Cristianos, Marxistas y Laicistas (Masones).

Pero hemos vivido esos años diálogos más profundos entre la Fe (los creyentes) y la Cultura secular (no creyentes), ha sido el diálogo de la acción y el compromiso. Los acontecimientos políticos de la época han contextualizado este diálogo.

El Gobierno de la Unidad Popular cobijó un intenso diálogo entre cristianos y marxistas sobre el qué pensar y el qué hacer. Los ?Cristianos para el Socialismo?? fueron un exponente de los tiempos. Fueron mal vistos por la Jerarquía de la Iglesia Católica, pero no fueron prohibidos por ella en el Gobierno de Allende. Entonces se constituyó una Iglesia que podríamos llamar liberadora. Ya se habían formado partidos como el MAPU y después La Izquierda Cristiana.

Durante el Gobierno Militar la defensa de los Derechos Humanos y la lucha por la Democracia suscitaron muchas formas de relación y diálogo entre cristianos creyentes y no creyentes marxistas o de otros colores. Personalmente me vinculé en especial con las víctimas de la persecución, los que acudían a la Vicaría de la Solidaridad, o a la Agrupación de Familiares de los Detenidos Desaparecidos. En el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo nos agrupamos hombres y mujeres de todos los credos, o sin credo.

Entre todos estos co-militantes hubo una sorprendente sintonía, sin que nos planteáramos la pregunta sobre la creencia en Dios. Nos bastaba que estuviéramos luchando por el mismo fin, para que nos sintiéramos unidos.

Pero además de este diálogo en la acción, nos comunicábamos con un tema que prendió: el de la Teología de la Liberación. Para nosotros los cristianos era una Teología, una visión de Dios, de su plan liberador y de nuestra tarea liberadora. Para nuestros compañeros agnósticos y marxistas era una novedad revolucionaria que surgía de la Iglesia a favor de la liberación humana. Es notable el interés que despertó esta Teología de la Liberación en el mundo de izquierda.

Fidel Castro, como lo muestra el libro de Fray Betto, siendo agnóstico estaba más instruido en esta Teología que cualquier otro Jefe de Estado católico, y en Chile el Partido Comunista puso en ella muchas esperanzas, tanto que en una oportunidad nombró como candidato suyo a la Presidencia de Chile a un sacerdote de la Liberación: Eugenio Pizarro.

Fue a mi juicio una gran lástima que la Roma de Juan Pablo II (a partir de 1978) y, por consiguiente, los obispos chilenos en su conjunto, miraran con desconfianza a la Teología de la Liberación, excluyeran a sus teólogos de la enseñanza y abandonaran todo apoyo a las comunidades de base inspiradas en esta Teología. Así, numerosos no creyentes que llegaron a admirar el compromiso liberador de muchos católicos, no captaron la fuente de este dinamismo: el Dios Liberador.

Sin embargo, la práctica de ayuda a las víctimas, cuyo exponente fue el Cardenal Silva Henríquez, ha dejado sus frutos. Ya no es la Iglesia para los unos el ?opio de pueblo??, ni es el marxismo, para los otros, ?intrínsecamente perverso??.

Dos partidos; el Democratacristiano y el Socialista, triunfaron en el plebiscito de 1989, y han gobernado 20 años unidos en la Concertación. Y el Congreso es un lugar de diálogo. Es bastante singular que estas dos corrientes se unan formando una ?Centro Izquierda??. Y es beneficioso el diálogo entre ellos, como decía el Cardenal Martini: las abre… todos dan y reciben… ellas y el país se benefician.

Reflexiones Conclusivas

Hemos recorrido las diversas formas en que se ha materializado entre nosotros el diálogo inter-religioso entre creyentes y no creyentes. Diálogo abierto por el Concilio Vaticano II y facilitado en nuestra América Latina por la Teología de la Liberación.

El Cardenal Carlo María Martini nos refiere lo valioso que han sido los diálogos semejantes tenidos en Milán. Terminemos pues explicitando los provechos que hemos cosechado o que están cosechando nuestros diálogos.

1.- Hemos podido cooperar creyentes y no creyentes en defensa de los Derechos Humanos y por la recuperación de la Democracia. Así, hemos corregido las situaciones planteadas en la época de Pío XII. Entonces se excomulgó a los que cooperaban con el Partido Comunista.

2.- Los cristianos nos abrimos a los valores de la secularidad, que fueron un tiempo objeto de desconfianza: los derechos humanos y la democracia. Y los no creyentes apreciaron la fuerza de la caridad, que se expresó con total solidaridad a través de las Iglesias.

3.- La cooperación política de Demócratas Cristianos y Socialistas es provechosa. Ayuda a los primeros a superar ciertas estrecheces ideológicas y a los segundos a motivar una más exigente observancia ética.

4.- Los cristianos hemos constatado cómo el amor altruista puede ser más fuerte en el corazón que se dice ?no creyente??, y el ?no creyente?? ha visto que el cristiano también se interesa porque Dios reine ya en esta vida terrenal.

Artículo publicado en revista ?Reflexión y Liberación?? Nº 81

Santiago, Mayo de 2009.