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En el momento actual estamos presenciando una feroz competición entre una visión unipolar del mundo, sostenida a sangre y fuego con guerras comerciales e híbridas por los Estados Unidos de Donald Trump y por la Unión Europea, y otra visión multipolar requerida por las dos grandes potencias, Rusia y China, junto con gran parte de los países del Sur Global.
Bajo esta disputa se esconde, entre otras muchas razones, una inmensa arrogancia de USA y de los países europeos. La arrogancia es la famosa hybris de los griegos, es decir, la pérdida de la justa medida, la afirmación de la extrema autoimportancia, la exaltación superestimada de sus cualidades, el desprecio de aquellos que no sean como ellos o estén sometidos a ellos. Eso se revela porque se consideran los mejores del mundo, con la mejor forma de gobierno, la democracia, por haber introducido los derechos humanos, la mejor tecnología, la economía más poderosa, la fuerza militar más destructiva, ahora rearmándose de nuevo, la religión (o fe) revelada, el cristianismo. Según los griegos, la hybris era castigada por los dioses. ¿Y hoy día qué?
Esa arrogancia trajo conflictos y guerras contra todos los demás países a nivel mundial, visto el proceso de colonización forzada del mundo desde la Europa del siglo XVI hasta las grandes guerras del siglo XX. Con razón afirmó Samuel P. Huntington en su discutido libro El Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del Orden Mundial (Planeta 1997): «Es importante reconocer que la intervención occidental en los asuntos de otras civilizaciones constituye probablemente la fuente más peligrosa de inestabilidad y de un posible conflicto global en un mundo multicivilizacional» (p.397).
Cabe citar también al historiador Arnold Toynbee, en su Estudio de la Historia, en doce volúmenes, en los cuales estudia el nacimiento, el crecimiento y la caída de las civilizaciones y donde atribuye centralidad a la arrogancia como indicio del ocaso de enteras civilizaciones.
Últimamente el conocido economista y ecólogo de la Universidad de Columbia, Jeffrey Sachs ha afirmado a un periodista brasilero (Leonardo Sobreira: Brasil 247 de 6/9/25): «Los USA han sufrido la ilusión de que liderarían solos al mundo. Europa también padece la misma arrogancia… Los Usa no solamente están solos sino que ya no mandan más. Estamos observando el fin de un largo proceso histórico. Y la arrogancia no es solo de Estados Unidos, también de Europa… La mentalidad es de arrogancia continuada».
Trump se cree el “emperador del mundo” (Lula), pone y dispone como le da la gana. Destruye hábitos democráticos tradicionales de los Estados Unidos y con la guerra comercial (amenazando con otra real que sería final) se ha enemistado con casi todo el mundo, hasta con sus aliados más fieles como los europeos y los surcoreanos. Arrogante, no negocia, no discute, simplemente impone sus medidas, como lo ha hecho con Brasil.
El hecho, constatado por los mejores analistas de la geopolítica mundial, es que el tiempo de la dominación norteamericana está en franca erosión. Peor aún, tal hecho se presenta también en la Unión Europea que debería avergonzarse de obrar contra toda su tradición civilizatoria y humanística al apoyar la destrucción implacable que el Israel de Netanyhau está llevando a cabo contra la Franja de Gaza. Son muchos miles de asesinados, muchos de ellos niños inocentes, en un verdadero genocidio a cielo abierto. Trump ignora a los europeos porque se da cuenta de la erosión acelerada de su envejecida y arrogante civilización.
La potencia más emergente que probablemente definirá el futuro próximo es China, con una propuesta nada arrogante sino sensata de un mundo con un destino común compartido, respetando el ordenamiento de las Naciones Unidas, fundada en la apertura comercial y en la no intervención en los asuntos internos de otros países.
He tratado en dos libros esta cuestión de la arrogancia que aparece con el nombre más genérico de “falta de la justa medida”, valor presente en todas las éticas de las civilizaciones de las que tenemos noticia. La desmesura y la ruptura de la justa medida es la espoleta que incendia el proceso de decadencia de una cultura, de un proyecto social o de un comportamiento personal.
Lo que predomina en el mundo, digamos su nombre, es el sistema del capital o si prefieren, la economía de mercado, (casi toda financierizada) que denuncia una completa falta de medida, ejemplificada por los arrogantes propietarios de las Big Techs, uno de los cuales sueña ya, engreídamente, con una acumulación personal de un billón de dólares.
Por este camino de arrogancia ilimitada, asociada a una inhumanidad abisal y una total falta de sensibilidad hacia los otros, nos acercamos a un abismo. Como advertía Zygmunt Baumann, poco antes de fallecer: «Engrosaremos el cortejo de los caminan hacia su propia sepultura». Esto no puede suceder.
Nuestra confianza y nuestra esperanza nos animan a afirmar la supremacía del espíritu (con su espiritualidad natural) contra la barbarie. Él se dará cuenta de nuestros desvíos y nuestras errancias. Podrá definir un camino que todavía nos conserve sobre este bello planeta y nos garantice aún un futuro en el cual no sea tan frecuente la arrogancia, sino donde florezca el cuidado por la Casa Común y la amorosidad entre todos los humanos.
*Leonardo Boff ha escrito La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra (2 vol), Vozes 2023.
Traducción de Mª José Gavito Milano.