Enviado a la página web de Redes Cristianas
Escribí el otro día que a los capitalistas lo que realmente le preocupa son sus beneficios. Parece que se han tomado muy en serio lo que decía a principios del siglo XIX el filósofo ingles Jeremy Bentham, el cual mantenía que: “A cada porción de riqueza corresponde una porción de felicidad” y que: “El dinero es el instrumento con el que se mide la cantidad de dolor o de placer”.
La fe en ese principio explicaría la ambición desmedida de los capitalistas: ”Cuanto más dinero tenga, más felicidad “.
Aunque en la realidad esa relación entre dinero y felicidad no parece cumplirse (yo no veo a Elon Muks saltando de felicidad por sus 400.000 millones de dólares) pues lo malo es que esa mentalidad parece estar bastante extendida, y no sólo entre los capitalistas si no entre gente muy normalita El resultado es la sociedad de consumo, en la que los capitalistas se forran produciendo bienes y servicios, y la gente corriente, empujada por una publicidad abrumadora, consume todo lo que puede.
Ciertamente necesitamos consumir una serie de bienes y servicios, pero la fiebre consumista a lo que lleva a la humanidad es hacia un caos, como repetidamente nos advierten los científicos. El problema está en que esa mentalidad capitalista ha ligado tan estrechamente consumo con bienestar y felicidad que resulta difícil salirse de la rueda del consumo.
Tenemos que reflexionar seriamente sobre el tema de la felicidad para comprobar que hay otros caminos distintos del consumismo por los que buscarla. Lucio Anneo Séneca comienza su breve tratado Acerca de la vida feliz con este párrafo: “Todos quieren vivir felizmente, hermano, pero al considerar qué es lo que produce una vida feliz caminan sin rumbo claro. Pues no es fácil conseguir la vida feliz, ya que uno se distancia tanto más de ella cuanto más empeñadamente avanza”
Parece claro que el consumismo es uno de los caminos equivocados para buscar la felicidad. Para mí es más importante encontrar un sentido positivo a la vida, un sentido que merezca la pena.