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Mucha gente cree que la violencia, la defensa armada, y la agresión al que se considera enemigo son comportamientos naturales que tienen un fundamento genético. Incluso muchos de los expertos en etología (también premios Nobel) defendían el fundamento científico y biológico de bondad de las guerras e incluso, en algunos casos, su necesidad para equilibrar los
ecosistemas e impulsar la evolución de la humanidad.
A partir de la publicación en 1928 de El puesto del hombre en el cosmos, del filósofo Max Scheler, – que marca el inicio de la reflexión, basada en los datos científicos, de la Antropología filosófica – esta impronta biologicista se vio debilitada por las interpretaciones de las raíces más culturales que biológicas
de la condición humana. Los escritos de Arnold Gehlen, Helmut Pressner, e incluso de José Ortega y Gasset, han colaborado a resituar la dimensión cultural del desarrollo de la condición humana por delante del reduccionismo biologicista.
Aun así, los numerosos conflictos violentos y sobre todo bélicos en el siglo XX y en lo que llevamos de siglo XXI muestran que, en la construcción mental de los poderosos, los que pretenden ser los dueños del mundo, aún domina el paradigma de que los grandes problemas de poder (sobre todo económico) solo se resuelven con guerras, agresiones violentas, violación de los derechos humanos y genocidios contra poblaciones inocentes.
En 2006, el cantautor Luis Guitarra lanzó su canción “Desaprender la guerra”. Aconsejo que mientras leen este texto abran los oídos a la canción que se ofrece en: DESAPRENDER LA GUERRA (Luis Guitarra) y en https://youtu.be/EC-xvYC7ooU?si=6C6vTmdRPPgvVBBK
Desaprender la guerra,
realimentar la risa,
deshilachar los miedos,
curarse las heridas.
Difuminar fronteras,
rehuir de la codicia,
anteponer lo ajeno,
negarse a las consignas.
Tal vez, gran parte de los intentos de encontrar una fundamentación científica para la guerra y la violencia se han unido a la figura de Konrad Zacharias Lorenz (1903-1989), más conocido como Konrad Lorenz. Este fue un zoólogo, etólogo y ornitólogo austríaco que compartió el Premio Nobel de Medicina de 1973 con Nikolaas Tinbergen y Karl von Frisch.
A menudo se lo considera uno de los fundadores de
la etología moderna, es decir, del estudio científico del comportamiento humano comparado con el del animal en su hábitat natural. Desarrolló un enfoque que
comenzó con una generación anterior, que incluía a su maestro Oskar Heinroth.
El ensayo con pretensiones científicas de Konrad Lorenz más divulgado (y que muchos leímos en los años setenta) es este: Sobre la agresión, el pretendido mal (en alemán: Das sogenannte Böse zur Naturgeschichte der Aggression). Es un libro de 1963 que fue pronto traducido a muchas lenguas.
Este escribe en el prólogo: «el tema de este libro es la agresión, es decir el instinto de luchar en la bestia y el hombre que está dirigido contra miembros de la misma especie.» (Página 3). Para Lorenz, en los genes de todos los
seres vivos está “impresa” la necesidad de desarrollar comportamientos agresivos contra su especie y contra cualquiera que parezca atentar a la propia supervivencia. Para Lorenz, una de las leyes de la evolución biológica y que es
el motor del cambio evolutivo a mejor es la ley de la supervivencia de los más aptos.
Evidentemente, este presupuesto ideológico procede de una
interpretación política y sociologista de El Origen de las Especies por la Selección Natural (1859) de Charles Robert Darwin. La sociología de origen darwinista sólo se fijó en algunos aspectos de la extensa obra de Darwin, para
quien “la supervivencia de los más aptos” no significa el triunfo de los más fuertes o de los más violentos, sino – al contrario – la cooperación entre especies y dentro de las especies, tal como muestra en sus estudios sobre los insectos y las plantas.
Desconvocar el odio,
desestimar la ira,
rehusar usar la fuerza,
rodearse de caricias.
Reabrir todas las puertas,
sitiar cada mentira,
pactar sin condiciones,
rendirse a la Justicia.
Konrad Lorenz, desde su laboratorio y el trabajo de campo, estudió el comportamiento instintivo en animales, especialmente gansos comunes y grajillas occidentales. Trabajando con gansos, investigó el principio de la impronta, el proceso por el cual algunas aves nidífugas (es decir, aves que abandonan su nido temprano) se unen instintivamente con el primer objeto
en movimiento que ven dentro de las primeras horas de la eclosión de sus huevos. Aunque Lorenz no descubrió el tema, se hizo ampliamente conocido por sus descripciones de la impronta como un vínculo instintivo.
En 1936 conoció a Tinbergen, y los dos colaboraron en el desarrollo de la etología como una subdisciplina separada de la biología.
Konrad Lorenz compartió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1973 "por descubrimientos en patrones de comportamiento individual y social" con otros dos importantes etólogos tempranos, Nikolaas Tinbergen y Karl von
Frisch.
En 1969, se convirtió en el primer receptor del Premio Mundial Cino Del Duca. Era amigo y alumno del reconocido biólogo Sir Julian Huxley (nieto del "bulldog de Darwin", Thomas Henry Huxley, y hermano del escritor Aldous
Huxley). El famoso psicoanalista Ralph Greenson y Sir Peter Scott eran buenos amigos suyos.
Lorenz y el famoso filósofo Karl Popper eran amigos de la infancia.
Muchos años después de conocerse, durante la celebración de los 80 años de Popper, escribieron juntos un libro titulado Die Zukunft ist offen [El porvenir está abierto] que resume las conversaciones de ambos.
?
Rehabilitar los sueños,
penalizar las prisas,
indemnizar al alma,
sumarse a la alegría.
Intentemos “rehabilitar los sueños”: ¿cómo será el futuro? Seguro
que muchos y muchas se habrán preguntado si habrá una evolución en el ser humano como hemos visto en la historia. De momento, seguimos presentes en la era del Homo sapiens aunque existe una corriente cultural y filosófica que lo deja atrás: el transhumanismo. Tal vez en estos años, el sueño del superhombre, de la mejora artificial de las capacidades humanas,
e incluso de la no-muerte, el regreso de la eugenesia bajo el prisma cientificista del transhumanismo, llena páginas en redes sociales.
El término transhumanismo apareció en 1957 de la mano del
biólogo Julián Huxley. Para el británico, los seres humanos debían de mejorarse a través de la ciencia y la tecnología. Como bien lo resume Diego Hidalgo, especialista en cambio digital, llega la "fusión entre el ser humano y la máquina".
Aunque no fue hasta 1980 cuando Max More forjó los principios de
esta corriente en dos puntos: el modo más eficaz y rápido para mejorar la condición humana consiste en propiciar el progreso tecnológico y no hay límites en la trasformación tecnológica del mundo ni en el perfeccionamiento de las personas.
Humanizar los credos,
purificar la brisa,
adecentar la Tierra,
reinaugurar la Vida.
Desconvocar el odio,
desestimar la ira,
rehusar usar la fuerza,
rodearse de caricias.
El transhumanismo (abreviado como H+ o h+) es un movimiento
cultural e intelectual internacional que tiene como objetivo final transformar la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnologías ampliamente disponibles, que mejoren las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico o intelectual.
Los pensadores transhumanistas estudian los posibles beneficios y
peligros de las nuevas tecnologías que podrían superar las limitaciones humanas fundamentales, como también la tecnoética adecuada a la hora de desarrollar y usar esas tecnologías. Estos especulan sosteniendo que los seres
humanos pueden llegar a ser capaces de transformarse en seres con extensas capacidades, merecedores de la etiqueta «posthumano».
Reabrir todas las puertas,
sitiar cada mentira,
pactar sin condiciones,
rendirse a la Justicia.
El significado contemporáneo del término transhumanismo fue forjado por uno de los primeros profesores de futurología, Fereidoun M. Esfandiary, conocido como FM-2030, que pensó en «los nuevos conceptos del humano» en La Nueva Escuela alrededor de 1960, cuando comenzó a identificar a las personas que adoptan tecnologías, estilos de vida y visiones del
mundo transicionales a «posthumanas» como «transhumanos».
Esta hipótesis se sostendría en los trabajos del filósofo
estadounidense Max More, quien empezaría a articular los principios del transhumanismo como una filosofía futurista en 1990, y a organizar en California un grupo intelectual que desde ese entonces creció en lo que hoy se llama el movimiento internacional transhumanista.
En estos años, las críticas a las tesis transhumanistas han surgido desde muchos campos, tanto desde la bioética como desde la antropología.
Dejaremos esas críticas para otro momento, y ahora finalizamos la canción “desaprender la guerra”:
Desaprender la guerra, curarse las heridas.
Desaprender la guerra, negarse a las consignas.
Desaprender la guerra, rodearse de caricias.
Desaprender la guerra, rendirse a la Justicia.
Desaprender la guerra, sumarse a la alegría.
Desaprender la guerra, reinaugurar la Vida.
Vivimos unos tiempos fascinantes pero también ambiguos y cargados de incertidumbres. Frente a los imaginarios belicistas de muchas grandes potencias y corporaciones, que consideran estos muy buenos tiempos para el negocio de la venta de armas, la sociedad civil debe reforzarse y presionar a los poderes para impulsar la cultura de la paz frente a las contraculturas del
individualismo, la prepotencia y la insensibilidad ante la desigualdad social y la depredación del medio natural. “Desaprender la guerra” como camino hacia una sociedad ecosolidaria, pluralista y sensible al dolor de las víctimas de un sistema impuesto.