Misa sin sacerdote. Una semblanza del nuevo Papa León XIV -- Antonio Moreno de la Fuente

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Rápidamente se encontró en Internet la foto del nuevo Papa León XIV, montado a caballo y en vaqueros, en sus años de misionero en Perú. En ese tiempo le llamaban Padre Bob, es decir: Padre Robert Francis Prevost Martínez. El Papa León XIV, llegó en 1985, como misionero a Perú y volvió de nuevo en 1988, siendo nombrado responsable de la formación de los jóvenes agustinos en los vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac.

Así comenzó a recorrer también la selva y la sierra peruana. En Medellín se convirtió en prior del convento, vicario judicial y formador de
seminaristas en el histórico Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo (Diario El Comercio).

Posteriormente, el 26 de septiembre de 2015 es elegido obispo de la diócesis de Chiclayo, al norte del Perú, hasta el 30 de enero de 2023 , en que el Papa Francisco le nombró prefecto del Dicasterio vaticano de los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (Wikipedia).

La Diócesis de Chiclayo la creó Pio XII en 1956, como una división de la Arquidiócesis de Piura y se extiende por 15 649 km² de costa y montaña, comprendiendo 22 parroquias, siendo la más lejana la de la Inmaculada Concepción, en la provincia de Santa Cruz, del departamento de Cajamarca.

Durante este tiempo y dada la falta de sacerdotes, visitaba él mismo
a caballo, al menos una vez al año, a sus fieles, especialmente a los que
vivían en la montaña peruana.

En una de sus visitas, una viejecita de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Santa Cruz, le dijo:
– «¿Por qué en Navidad la parroquia católica está cerrada y a
oscuras, mientras los evangélicos cantan en su Iglesia llena de luces?

– «Porque, le contestó Monseñor Robert F. Prevost, no tenemos sacerdotes que puedan venir a celebrar con Uds. la Misa del Gallo».
– «Pero eso no debe ser problema. – le contestó la viejecita- En Santa Cruz hay muchas cristianas y cristianos que podemos reunirnos y cantar canciones».
– Tras una pausa:…»¡Tiene Ud. razón. Lo pensaré…» – contesto Monseñor Prevost.

Y, efectivamente, al poco tiempo, Monseñor Prevost organizó diversos grupos de catequistas de hombres y mujeres, para atender a las comunidades cristianas rurales, a las que los sacerdotes no podían atender. Las/los catequistas harían todo lo que un seglar
podía hacer en lugar del sacerdote. Y así sucedió.

Los domingos, los días festivos y en otras ocasiones, las/os catequistas reunían al pueblo cristiano para celebrar lo que llamaban: «la misa sin sacerdote». Esta consistía en una explicación catequística, en la que todas/os participaban y en el rezo de las preces, del rosario, de las novenas, del mes de mayo…acompañado de los cantos y canciones populares etc. Si la comunidad no tenia Iglesia o capilla, se reunían en el local
que servía para la catequesis o de escuela o lugar de enseñanza de corte y confección para las mujeres o de lugar de reunión para tratar los problemas de la comunidad rural…

Lo importante era que la comunidad cristiana se reuniera y la/el catequista dirigiera la Asamblea. Aunque faltara el sacerdote, esas reuniones de fieles constituían «una verdadera Iglesia de Cristo», según lo había dicho el Concilio Vaticano II, en su Constitución de la Iglesia, llamada Lumen Gentium (Luz de las Gentes), en el n.26:
«Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas reuniones de los fieles que, unidas a sus pastores, reciben también en el Nuevo Testamento el nombre de Iglesia».

Estaba claro que, las «misas sin sacerdote» presididas por las/los catequistas, estaban unidas a sus pastores, porque las/los catequistas estaban nombrados por sus obispos y en el caso de la diócesis de Chiclayo, del Perú, por Monseñor Robert Francis Prevost Martínez, hoy Papa León XIV. Estas reuniones o misas sin sacerdote tenían la
misma importancia o valor que la Misa celebrada por un sacerdote.