Cuaresma -- Marcelo Barros, teólogo

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Recife, 5 de marzo de 2025
«Al ver que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, habiendo amado a sus seres queridos que estaban en el mundo, llegó hasta el extremo del amor. Llegó hasta donde podía llegar el amor»
(Jn 13,1ss).

Queridos hermanos y hermanas,

Si somos discípulos de Jesús, es para seguirlo en este camino de amor, hasta donde el amor puede llegar. Para eso, cada año las comunidades de las Iglesias más tradicionales celebran la fiesta de Pascua y se preparan para ella con el retiro comunitario que llamamos Cuaresma.

El objetivo es prepararnos para celebrar la muerte y resurrección de Jesús de forma más profunda, no sólo mediante la repetición de ritos, sino en un esfuerzo por intensificar el camino de conversión personal y comunitaria. Todos los años, en Brasil, la campaña de Cuaresma (llamamos de Campaña de la Fraternidad) propone un reto que nos ponga más profundamente a servicio de la transformación pascual de toda la sociedad.

Este año, la propia realidad confirma la urgencia de la Ecología Integral como meta de nuestra conversión pascual.
Creo que el riesgo de esta Campaña es que todo el mundo está de acuerdo con la importancia de la Ecología Integral y acepta sus argumentos. Sin embargo, el desafío es cómo esto puede tener un impacto concreto y profundo en la forma en que vivo mi día y en la forma en que me relaciono con otras personas y con la naturaleza.

Si no me hago esta pregunta y no las propongo, la Campaña por la Ecología Integral no llegará a calar hondo en la vida cotidiana de todos y cada uno de nosotros. Tengo que preguntarme en qué aspectos o cómo, en mi forma de vivir, puedo ser más solidario y más cuidadoso con otras personas y con la vida. ¿Cómo puedo dejarme tocar en lo más profundo de mi ser por la llamada a la solidaridad y a la comunión?

Cada vez hay más personas a nuestro alrededor que se sienten llamadas a ser cristianas, pero no encuentran su lugar en nuestras comunidades y parroquias. Es más, tenemos que reconocer que incluso grupos alternativos a los que pertenecemos parecen estar algo dispersos y, por tanto, incapaces de ofrecer el alimento espiritual necesario para alimentarnos en nuestro viaje, que, como dijo el Ángel al profeta Elías: «aún te queda mucho camino por recorrer» (1 Reyes 19).

Este momento del comienzo de la Cuaresma nos llama a dar un paso adelante y ver qué podemos hacer para intensificar esta comunión entre nosotros, sin la cual no hay salida (la fe cristiana no se vive sola ni aislada).

No siempre es fácil conciliar la misión en diáspora, cada uno en la dispersión de la vida cotidiana y, al mismo tiempo, el apoyo comunitario necesario para este camino en la soledad de los caminos del mundo. Es casi «normal» que, tal como está organizada la vida, cada uno de nosotros desarrolle un cierto individualismo en la organización de su vida cotidiana y piense ya que está haciendo lo necesario para cambiar el mundo. Todos nos sentimos suficientemente solidarios y pensamos que la llamada à la solidaridad y à la comunión ecológica es siempre para los demás.

Quizá lo que todavía puede sacarnos de nuestra autocomplacencia interior es celebrar en un grupo pequeño y de una forma más sencilla que conecte fe y vida. ¿No oímos dentro de nosotros la llamada interior a una celebración que, en medio de nuestra dispersión cotidiana, pueda realmente revitalizar nuestra fe y nuestro deseo de continuar juntos nuestro camino? ¿Cómo organizarla?

En cualquier caso, reunirse para preparar y celebrar la Pascua será una fuente de profunda alegría. En el siglo IV, el obispo Juan Crisóstomo enseñaba: «La Pascua de Jesús viene a hacer de la vida de las personas, mismo en medio de las luchas y el dolor, una fiesta permanente de esperanza y comunión».

Te deseo a ustedes y a todos y a todas personas que están más cercanas de ustedes una Cuaresma fecunda y fructífera. Como propone San Benito en la Regla para monjes y monjas: «en la alegría del Espíritu, esperemos la Santa Pascua».

Que el Amor Divino nos bendiga.

Abrazos del hermano Marcelo Barros