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Sale a la calle «Militante» Mundo Rural nº 571 de octubre de 2024
Las sociedades avanzan mediante la investigación, los nuevos descubrimientos cien tífico-técnicos y algunas veces mediante el azar. Normalmente son avances que benefician a estas sociedades, pero no es extraño que conlleven también algunos problemas más o menos graves.
Así ha sucedido con las redes sociales: ha sido un cambio muy grande en las relaciones sociales, en la comunicación, en la libertad de expresión, en la rapidez en conocer las noticias… Pero también han llegado con un gran problema: la adicción a dichas tecnologías.
Las nuevas tecnologías no dejan de ser una herramienta para ser utilizada en beneficio de las personas, pero cuando esta herramienta la utilizamos mal se vuelve en contra nuestra.
Si bien es cierto que las adicciones están más presentes en los adolescentes y jóvenes, y cada vez a edad más temprana, también es verdad que con mucha frecuencia encontramos a más personas adultas que se pasan demasiadas horas pega das a las pantallas del móvil, de la Tablet o del ordenador, y que cada vez más se tienen como referencias en nuestras vidas los modelos que aparecen en dichos medios.
En la conciencia colectiva, este tipo de adicción lo consideramos como un problema personal, a lo sumo familiar, pero nunca como un problema comunitario, que nos afecta tanto a los que la podemos padecer como a la sociedad en la que se genera, con lo que no se buscan soluciones comunitarias.
Son múltiples las consecuencias de esta adicción, como son: la ansiedad, la depresión, el acoso e intentos de suicidio, la violencia, una percepción falsa de la realidad, desconexión con la vida real, aislamiento, etc. Muchas veces es una con secuencia de la necesidad de las personas de ser acepta das socialmente y que ahora se materializa en la recepción de likes a nuestras publicaciones en las redes sociales, de la obsesión por estar al día de las novedades en todas las redes (lo que no sale en ellas no existe) e incluso aparece como una forma de vencer nuestra timidez.
No pocas personas padecen este problema, y ante él nos preguntamos si existe solución, si es posible hacer algo, qué manera de educar a los hijos debemos poner en práctica para evitar estas nefastas consecuencias. Y sin duda existen soluciones para ello, aunque requiere un esfuerzo personal, familiar, del entorno, que pasa por la prevención, por la atención a las personas afectadas, la dedicación de horas de nuestro tiempo o el amor que podamos dar y recibir del entorno.
Los especialistas y profesionales pueden ayudar mucho en dar respuesta a este problema, pero la implicación más grande debe ser de las personas más cercanas. Lo contrario es dejación de nuestras responsabilidades como padres, madres, hermanos o amigos. No nos pongamos de lado.