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Fuente: Observatorio eclesial
Para evitar malos entendidos, antes de entrar en tema,
quiero dejar claros una serie de criterios o pre-juicios
personales.
No soy particularmente papista. Y no me refiero a Francisco, sino al Papa, al Papado. Respeto al Papa/do, creo que es el que preside la comunión y la caridad, pero no es el ?jefe? de la Iglesia ni cosas por el estilo (por
eso, y lo he dicho varias veces, no me alegran los viajes del Papa, salvo cuando se trata de cosas internacionales).
Y por eso no entiendo cuando hablan de la ?primavera?
de Francisco. El Papa no es la Iglesia, y creo que el in-
vierno ? gélido en ocasiones ? impulsado por Juan Pa-
blo II y continuado por Benito XVI demoraría muchos
años, décadas, en templarse, si ?la Iglesia? (no el Papa)
así lo quisiera. Pero hay demasiados ?osos polares? por
doquier.
Creo firmemente que los sínodos son expresión de una
iglesia en camino, en escucha, y decidida a dejarse
conducir por el único ?jefe?, que es el Espíritu Santo.
Pero, y es evidente, un sínodo sin ?actitud sinodal? no
es sino ?bronce que resuena o campana que retiñe?
(como también lo es el Evangelio, o el Concilio, obvia-
mente, para ese tipo de actitudes). Hace muchos años,
en tiempos de los glaciares, recuerdo haber escuchado
a un obispo que había ido a un sínodo comentar: ?¿pa-
ra qué nos convocan si está todo cocinado??
Suponiendo la mejor intención y la firme decisión papal
de escuchar, nada de eso ocurrirá si en ?la Iglesia? no
hay una firme actitud sinodal; ?el? Papa no es ?la? Igle-
sia, evidentemente. Y, lamentablemente,
creo, además, que los papados anterio-
res provocaron generaciones fascinadas
con el invierno. Es decir, no solamente que se sienten a
gusto en el frío, sino que también condenan inquisito-
rialmente cualquier ? aunque mínimo ? aumento de la
temperatura.
Precisamente, notando el clima invernal que nos abar-
ca, no me he manifestado entusiasta ante el sínodo. Un
sínodo sobre la sinodalidad sería importante y necesa-
rio si hubiera una firme decisión y entusiasmo que se
proponga escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias,
pero ante tantos jerarcas que se autoperciben dueños y
garantes de una única eclesialidad mis dudas se afir-
man.
Ya he señalado, en otra ocasión, que, si congelaron un
Concilio, mucho más fácil les resultará poner a hibernar
un sínodo. Y, todo esto, lo repito, suponiendo la mejor
buena intención romana, algo que me cuesta suponer.
Es sabido que cuando el profeta Juan XXIII convocó al
Concilio Vaticano II, rápidamente la maquinaria curial
puso a producir documentos propios de Lampedusa y el
gatopardismo.
Pero en la Iglesia de aquellos tiempos había decenas
de movimientos vitales, como los movimientos bíblico,
teológico, patrístico, litúrgico, y, paralelamente, el ecu-
ménico, lo cual provocó una intensa modificación de los
esquemas vaticanos en los que ?todo estaba cocinado?.
Pero, es evidente que el Espíritu Santo y su permanen-
te novedad resultaba demasiado incómodo, y entonces
surgió el miedo. El miedo que paraliza, que ?nos dejó
helados?. Es sabido que el frío conserva mejor, así que
nada mejor que congelar todo.
Con motivo del próximo sínodo, como es habitual, se
publicó un instrumento de trabajo (Instrumentum labo-
ris), y, leyéndolo, no pudimos menos que recordar los
esquemas curiales preconciliares.
Y, si bien es cierto que en ocasiones el Espíritu Santo
toma las riendas del yack y entre patinadas en el hielo
conduce la Iglesia a regiones templadas, no son pocas
las ocasiones (¡y tantas en los años recientes!) en las
que los signos de los tiempos, los clamores del pueblo,
y las ligeras insinuaciones de los escasos o silenciados
profetas de nuestra era son tapadas por documentos o
fogatas inquisitoriales que simulan calores incinerando
a las Margaritas Porette o Juanas de Arco de nuestros
días. O simplemente las silencian?? o las ignoran
¿Será capaz la Iglesia de hoy de asumir una auténtica
actitud sinodal? ¿Será capaz de escuchar al Espíritu?
¿Será capaz de dejar el Instrumentum Laboris en un
cajón y ponerse a trabajar en serio en el camino en co-
mún?
Mientras tanto, con métodos insustanciales que creen
que escuchan o dialogan con el Espíritu, sin juzgar, y
menos actuar que acompañe a un ver sin profetismo, y
en el invierno del miedo no se nos invita a tener casi
ninguna esperanza.
Ojalá el Espíritu de Dios nos dé una buena sorpresa,
ojalá la Iglesia elija despertar de la pesadilla del temor y
vuelva a abrir las ventanas a un mundo para el cual, do-
lorosamente, la Santa Institución es cada vez más irre-
levante. Ojalá?? A fin y al cabo a lo largo de los mile-
nios el Espíritu supo hacerse escuchar, aunque en los
tiempos actuales muchos no tengamos ilusiones.
Publicado en:
https://www.religiondigital.org/un_oido_en_el_evangelio
_y_otro_en_el_pueblo/sorprendio- esperaba_7_2688401134.html
(amerindiaenlared.org) 20/07/2024