La brújula es la comunidad -- Pedro Pierre

0
158

Enviado a la página web de Redes Cristianas

Cuando miramos la diferencia de criterios entre los países del norte y los del sur encontramos una característica muy particular: Europa y Estados Unidos insisten en la primacía del individuo y América Latina y África
sobre la primacía de la comunidad.

Los países del norte se dejaron guiar por el lema individual de la revolución francesa de ?libertad, igualdad y fraternidad?? y ?los derechos del hombre y del ciudadano??, mientras los países del
sur conservaron su herencia ancestral preferencialmente comunitaria. Por este motivo el sistema capitalista prosperó en el Norte gracias a la libertad individual sin límite de los empresarios a costa de la explotación ilimitada de los trabajadores.

Esto es lo que nos trajo la colonización europea con el saqueo indiscriminado de los recursos naturales y los millones de muertes en las minas de oro y de plata de América Latina, sin contar las decenas de
millones de esclavos traídos a la fuerza desde África.

Hoy esta situación influye en nuestra manera personal de actuar y elegir. Somos llamados a vivir comunitariamente porque todo el cosmos somos una sola unidas, pero nos volvemos individualistas, indiferentes y
pasivos porque asumimos, muchas veces sin darnos cuenta, los criterios de la educación, de la religión y de los medios de comunicación que nos vinieron del Norte. Paulatinamente olvidamos nuestra herencia ancestral que
insiste sobre el valor primordial de la comunidad.

Muchas veces cuando tomamos una decisión importante, pasa lo
que reza el dicho: ?No hay que pensarlo 2 veces?? y nos equivocamos. Nos limitamos a nuestro propio juicio y seguimos adelante sin consultar a nadie, sin conversar con las personas cercanas, sin mirar el camino de la historia que nos habita. Poco a poco desaparecen las experiencias comunitarias?? y peor ahora con el teléfono celular que está en todas las manos??

Sin darnos cuenta nos dejamos manipular por la moda del momento, el interés del día: Perdemos el sentido de la vida. Hasta perdemos nuestra capacidad de decidir porque pensamos, decimos y hacemos lo que piensa, dice y
hace el montón. Perdemos nuestra identidad de ser humano y dejamos de valorar los múltiples talentos que tenemos.

Estos talentos marginados dejan de ser un enriquecimiento para los demás, porque nos dejamos llevar por el pensamiento único. Nos vaciamos de nuestras riquezas interiores y de nuestras sabidurías. Sólo un volver a la
dimensión comunitaria nos permitirá reconocer nuestros valores personales, nuestra identidad profunda, nuestra capacidad de decidir mejor gracias a los criterios de los demás.

Tenemos que diferenciar el grupo de la comunidad. A lo largo de nuestra vida conformamos muchos grupos que son momentáneos. La comunidad es un grupo estable que nos permite construir muestra manera de vivir, de
pensar, de creer, de tomar decisiones importantes. Cada una y cada uno de nosotros somos únicos, llamados a desvelar y hacer visibles y eficaces las diversidades que nos habitan: Somos un gran arcoíris de colores que se funden las unas en las otras, pero donde cada una conserva su brillo. Somos una inmensa sinfonía de la que cada uno somos un instrumento indispensable.

Las religiones insisten en el valor insuperable de la comunidad, porque juntos descubrimos la belleza de la vida, el valor de cada uno, la grandeza de la verdad. Si nos quedamos solos, nos limitamos a nuestra pequeñez
individual: La comunidad nos demultiplica sin que perdamos nuestra originalidad. En un mundo cada vez más complejo, caótico, violento y descarrilado, la comunidad nos ayuda a interpretar los acontecimientos, descubrir lo duradero entre lo pasajero, trabajar por la paz en medio de tantas guerras y tantos atropellos, reconocer donde está
la verdad.

La comunidad es el criterio de la verdad. Nuestra subjetividad individual, a lo largo, nos esconde el camino correcto: La comunidad nos va a ayudar a reconocer el camino correcto, la decisión precisa, la acción certera.
Tal vez lo más bonito de la comunidad sea la celebración. De vez en cuando decidimos mirar atrás y recodar el camino recorrido, no para decir que lo de ayer era lo mejor, sino para decir, proclamar, cantar, bailar lo que nos
pareció bonito, amable, esperanzador de lo vivido. Celebramos el presente rico del pasado de todos y preñado de mucho futuro.

Celebramos lo mejor de nosotros, en particular de los que no son nadie pero que aportan muchos.
Reconocemos allí que crece el Misterio de la Vida, que se nos acerca la Fuente del Amor, nos inunde la Fuerza de la Espiritualidad. Allí están nuestros sellos de garantía como persona humana. Estamos plenamente seguros que, a pesar de los desastres, las desgracias, los fracasos y las destrucciones, este Misterio, esta Fuente y esta Fuerza siguen
avanzando y creciendo en nosotros, pero mucho más si vivimos en comunidad.

¡Felices nosotros si no dejamos nunca la comunidad porque es nuestra salvación, nuestra felicidad y nuestro destino definitivo! Seremos uno en todos y todos en uno?? Eso es el desafío a comenzar a vivir cada día y cada
momento.