Antonio Cañizares Llovera, arzobispo de Toledo y cardenal primado de España
«En España estamos sufriendo una quiebra profunda de la moralidad»
Es de todos conocida la vinculación con Santa Teresa de Antonio Cañizares Llovera, arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, desde el mismo día de su nacimiento.
Por tercera vez en los últimos tres años, presidió días atrás en el convento de La Encarnación de Ávila la fiesta conmemorativa de la Transverberación del corazón de la Santa abulense. Ya antes, durante los cinco años que ocupó la silla episcopal de la diócesis abulense, para luego seguir su compromiso pastoral por tierras de Granada y Toledo, estuvo presente en los actos que tenían a la primera doctora de la Iglesia como centro de atención y devoción.Lo entrevista Juan Ruiz-Ayúcar en Diario de Avila.
Sigue la costumbre de su predecesor en Toledo, don Marcelo González.
Desde que nací el día 15 de octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús, ella me ha guiado, ella ha estado muy cercana a mí. Uno de los primeros libros que me regalaron por Reyes, siendo niño, fue una biografía de Santa Teresa; fui formado en una institución teresiana y, para colmo, Dios me llevó a la tierra de Santa Teresa para ser obispo, iniciando el ministerio episcopal.
Durante mis años en Ávila siempre estuve en la fiesta de la Transverberación, y también en los días anteriores a la conmemoración de este hecho tan importante en la vida de Santa Teresa. En aquellos tiempos venía don Marcelo y ahora la providencia me ha llevado a Toledo, y sigo la tradición suya de estar en estos días de la Transverberación.
Don Marcelo fue un hombre hondamente teresiano que conocía muy bien la espiritualidad teresiana, predicó durante más 25 años en la fiesta de la Transverberación y conocía como pocos a Santa Teresa. Yo quiero seguir también ese camino, que para mí es un gozo, porque la Santa es una de las cotas más altas de la humanidad, una de las personas que mejor ha mostrado la verdad del hombre, y la ha mostrado precisamente porque ha sido enteramente de Dios y para ?l. Como dice en esa coplilla suya: «Quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta», y eso es sólo y lo único donde está la verdad del hombre.
Obispo de Ávila desde 1992 a 1997. ¿Qué aportó la diócesis abulense para su posterior ministerio en Granada y Toledo?
Las pastorales son iguales en todas las partes, porque además hoy día no hay grandísimas diferencias entre unos lugares y otros. Pero de todas las maneras, a mí Ávila me ha marcado, porque yo fui ordenado obispo aquí, aprendí a ser obispo aquí, hubo sacerdotes que me ayudaron a ser obispo. Por ejemplo, don Julián Blázquez, mi gran maestro. A él no le gusta que lo diga, pero es verdad, y le estoy enormemente agradecido. Aquí, también, los carmelos de San José y la Encarnación, de Duruelo y de Arenas de San Pedro, dedicados a la vida contemplativa, me han formado mucho, con su gran reciedumbre y espiritualidad; con un amor a la Iglesia grande. Eso para mí ha sido como el fundamento de mi episcopado.
Luego, cuando fui a Granada, me llevé un gran bagaje de espiritualidad en sentido eclesial, no olvidemos que el amor a la Iglesia es muy teresiano, y en Ávila se respira el amor a la Iglesia en todos los lugares por donde uno vaya. Después, de las buenas gentes de Ávila, del trato de Ávila, de la sencillez de las buenas gentes de Ávila, aprendí a tratar más a a la gente, querer a las gentes más todavía, vivir una vida de servicio. En Granada, he hecho lo que aquí aprendí, como también aprendí en Granada. Pero los retos para la Iglesia son los mismos. Sobre todo en esta sociedad tan secularizada, los retos son que la gente crea en Dios.
En varias ocasiones, ha exhortado públicamente a rezar por España. ¿Qué papel debe desempeñar la Iglesia en la sociedad española actual?
En estos momentos es un hecho que España sufre una secularización muy fuerte. No descubro nada nuevo. España está teniendo una revolución cultural muy grande; una revolución cultural que tiene como ingrediente básico un laicismo esencial. Es como si Dios no existiese, que no tuviera ningún espacio en la esfera pública, y quede reducido a la esfera de lo privado, que tiene consecuencias para el hombre. Hay una quiebra profunda de la moralidad. En estos momentos no se sabe lo que es bueno y lo que es malo. No sólo desde el punto de vista de la moralidad, sino también desde el punto de vista legislativo: se está legislando a veces violando derechos fundamentales, como son el derecho a la vida, con legislaciones que son antivida; hay legislaciones que van en contra de la verdad del matrimonio, y todo eso está rompiendo lo que es la identidad propia de nuestro pueblo, que es plural, hecha de muchos pueblos, pero que está llamado a la unidad, que ha vivido la unidad, basada sobre unas raíces y unos cimientos cristianos, que no se pueden perder. Se perdería la identidad de nuestros pueblos y el futuro de España sería muy difícil, por eso hay que rezar, para que España se mantenga en la unidad de la diversidad. Yo no digo cuál tiene que ser la forma, lo que sí digo es que España no puede disgregarse, no puede ?deconstruirse?. Debe tener cada día esa unidad, y debe tenerla sobre las raíces cristianas.
¿Qué papel asume la Iglesia ante el fenómeno de la inmigración masiva sobrevenida?
La Iglesia siempre tiene que ser servidora del hombre, servidora de los más pobres. En los cayucos que llegan del Senegal son gente enormemente pobre. No tiene nada, que se aventura incluso a la posibilidad de perder la vida en alta mar porque no tiene lo mínimo necesario. Cuando llegan a estas tierras, es la Iglesia quien les atiende en gran medida. Por ejemplo, en Algeciras y en Canarias está la Cruz Blanca (los misioneros franciscanos) haciendo una obra extraordinaria, lo mismo que Cáritas. La Iglesia está haciendo una llamada a la sociedad de atención a los inmigrantes, pero también predica no sólo que sean atendidos, sino también que haya un cambio en el orden internacional para que estas pobres gentes, hermanos nuestros, no tengan necesidad de salir de sus países.
¿Genera actualmente algún tipo de conflicto a nivel institucional el hecho de que sean distintos los límites territoriales entre provincias y diócesis? Guadalupe, como ejemplo significativo.
El tema de Guadalupe es algo que trasciende a Toledo y a Extremadura. Es el primer santuario mariano nacional. Cuando se encuentra la imagen de la Virgen, el Papa Gregorio Magno la entregó a San Isidoro de Sevilla. Al llegar la invasión musulmana, los cristianos suben hacia el norte, y dejan la imagen en este pueblo de Guadalupe, donde se encontrará en el siglo XII. Desde entonces, pertenecía a Toledo, pero no la ha tenido como de Toledo exclusivamente, porque la Santísima Virgen es de todos. Ahora que en marzo se va a cumplir el centenario desde que el cardenal Sancha, primado de Toledo, promovió la proclamación de la Virgen de Guadalupe como patrona de Extremadura, con respecto al propio carácter extremeño. Es más, son los extremeños quienes la llevan a América, hasta el punto de que cuando se aparece la Virgen a Juan Diego no tiene otro nombre para llamarla que Guadalupe.
Quiero decir con esto que Guadalupe es de todos, y el hecho de que sea patrona de Extremadura es porque la diócesis de Toledo así lo quiere. Además, la diócesis de Toledo sirve a pueblos de Extremadura, no sólo a la puebla de Guadalupe, también a otros de Cáceres y Badajoz, que están extraordinariamente bien atendidos. Y no quiere decir que los extremeños quieran mejor a la Virgen que los toledanos, porque éstos también la quieren mucho. De hecho, hay muchas peregrinaciones a Guadalupe, y todos los años hay una gran peregrinación de jóvenes.
¿Es un reto para la Iglesia Católica del siglo XXI el mejor entendimiento con judíos y musulmanes
El Concilio Vaticano II se ocupó de las relaciones con religiones no cristianas. De la religión judía son nuestros padres también: Abrahám fue nuestro padre en la fe. Así lo considera San Pablo y lo ha considerado siempre la Iglesia.
Con respecto a la religión musulmana, monoteísta, y con el resto de las religiones hay una relación de entendimiento, pero eso no quita para que la Iglesia también afirme, confiese y proclame la revelación de Dios en su hijo Jesucristo, hijo único, como salvador único y esperanza única para todos los hombres, que no es exclusión ni rechazo de nadie, sino al contrario: estas religiones están llamadas a encontrar la luz plena en Jesucristo.
Pero por otra parte, también es una llamad a la unidad y a la confesión de la fe en Dios, y que mostremos las tres religiones que Dios no separa, no divide, no enfrenta. Al contrario, Dios es misericordia, Dios es amor y nos lleva al entendimiento, al diálogo, al encuentro y a la unidad.
En estos momentos, tenemos un gran reto, que es el reto de la fe. Si Dios desaparece del horizonte de los hombres, se vuelve todo contra el propio hombre, contra la humanidad. Nosotros estamos llamados a mostrar que Dios es amor, que es misericordia, y nosotros estamos llamados a hacer vivir a los hombres en ese amor, superando todo enfrentamiento, toda división, toda situación de marginación del hombre, reconociendo la dignidad del ser humano, que proviene precisamente de un Dios que ama a los hombres.
¿Difiere Ratzinger como cardenal a como Benedicto XVI?
Es el mismo. Es un regalo de Dios en mi vida tener la suerte de conocerle desde 1987. Es el mismo que se acercó a mí a saludarme; yo, que era un desconocido, cuando acompañaba en Viena a monseñor Palenzuela, obispo de Segovia, y sentarse con nosotros en aquella cena, hasta la última vez en Valencia. Siempre es el mismo, un hombre cercano, de una bondad extraordinaria, de una fe tan grande que transparenta a Dios, como el gran Juan Pablo II.