La tierra es de los hijos de los hombres -- Andrés Cepadas

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La Opinión Coruña

Ahí los tienes, querida Laila. Los llamados cristianos de base que echabas de menos en los debates sobre laicismo y confesionalidad, resulta que están ahí. La Plataforma Estatal de Redes Cristianas, que acoge a la Coordinadora de Crentes Galegos, desarrolla una campaña a favor del laicismo en España, reclamando para la sociedad y para la política un funcionamiento independiente de la religión y de la Iglesia. Denuncian los acuerdos Iglesia Estado de 1979; piden que se libere a la sociedad civil de los símbolos religiosos; se manifiestan contrarios a la financiación pública y a los privilegios de que goza la Iglesia católica; reclaman que las escuelas públicas sean laicas y rechazan toda imposición moral y religiosa sobre el derecho común, conscientes de que la ética civil ha de conformarse con los valores y principios que la misma sociedad va construyendo y asumiendo democráticamente.

La verdad es que, para mí, siempre estuvieron activos y, de cuando en vez, se oían voces de teólogos o colectivos creyentes que disentían abiertamente de las posiciones integristas de la jerarquía católica. Si bien es cierto que eran escasamente divulgadas y, sobre todo, no se presentaban tan organizadas y activas como hicieran, por ejemplo, en el tardo franquismo y en la transición. Y esto es lo que, creo, echas tú de menos. Pero has de convenir conmigo, querida, que, en los últimos años, los llamados cristianos de base no son los únicos afectados por un desencanto y desmovilización general que se ha abatido sobre las fuerzas más activas y transformadoras de la sociedad. También a ellos les afectó el triunfo del paradigma, las ideas y las estrategias neoliberales, que en el terreno religioso se denominaron los teocon. Estas fuerzas ultraconservadoras y reaccionarias, desde la creencia religiosa, acompañaron a las doctrinas económicas y políticas hegemónicas, se apoyaron en ellas y las ayudaron a imponerse.

Ahora parece, amiga mía, que algo empieza a cambiar. El modelo neoliberal, donde la ley natural de la libertad absoluta de mercado lo era todo, ha fracasado. La política empieza a sacudirse y a liberarse de su subordinación a la economía y, en consecuencia, aparece como única salida razonable el avance del control democrático sobre decisiones que se hurtaron a la potestad decisoria de los ciudadanos. A pari deben entrar en crisis los fundamentalismos religiosos que atracaron en todos los puertos, apoyaron a las elites depredadoras y usurpadoras del poder y justificaron medios inmorales y violentos con coartadas morales y religiosas.

Se avecinan, pues, tiempos de crisis profunda de un sistema global corrompido que, lejos de resolver o paliar los enormes problemas de la humanidad e incluso de la especie, los ha agravado. Por lo tanto, buscar salidas no va a ser nada fácil, ni tranquilo, ni pacífico y van a ser necesarias todas las fuerzas de la inteligencia, la buena fe, la libertad y la solidaridad para afrontar este reto con posibilidades.

El mundo católico y cristiano en general, con gran peso en las conciencias de millones de ciudadanos, necesita también una profunda transformación, sobre todo de sus comportamientos políticos, de sus alianzas sociales y de sus mensajes doctrinales: hasta ahora más de sumisión que de libertad, más de beneficencia que de justicia, más de subordinación que de igualdad, más de alienación que de compromiso. Se trataría de toda una conversión o metánoia, como ellos mismos dirían.

Enorme pero decisiva tarea, querida, la de estas redes de cristianos que saben que «los cielos son cielos para Yahvé y la tierra se la dio a los hijos de los hombres», como dice el salmo.
Un beso.
Andrés