Desaparece un amigo -- Jacques Gaillot, obispo de Partenia

0
65

Partenia

Jean-Jacques se marchó de prisa, en pleno verano, sin molestar a nadie.
Yo le había llamado por teléfono poco tiempo atrás. ?l me había respondido:
« Estoy en el coche. Voy a la cárcel a ver a Marina » Marina es una italiana en huelga de hambre, amenazada de extradición a su país.
Me decía para mis adentros con admiración: « Este abogado es un hombre enfermo. Tiene 80 años y conduce él mismo su coche para ir a ver a la cárcel a una mujer que lo está pasando mal. »

Recordé al gran cineasta egipcio, Youssef Chahine, que acaba de dejarnos. Decía él:
« Yo voy al encuentro de la gente, no tengo límites. »

Así era Jean-Jacques: un defensor de los derechos humanos, sin fronteras, un abogado de las minorías; que se trate de militantes argelinos encarcelados luchando por la independencia de su país, de los canacos de Nueva Caledonia, de los campesinos de Larzac, de los objetores de conciencia, de los militantes anti-OMG (organismos modificados genéticamente o transgénicos) de los trabajadores sin empleo, de los presos kurdos, vascos o italianos amenazados de extradición. Cuántas veces me dijo Jean-Jacques: « ¿No podrías venir al tribunal? Vendría bien que estuvieras allí. »

En el cementerio del Père-Lachaise, en París, una tarde de calor bochornoso de agosto, la multitud acude al tanatorio. ¡Este lugar me parece tan carente de vida y de belleza!
Las intervenciones se suceden, demasiadas. Al llegar mi turno, recuerdo que Jean-Jacques no dejó de salir, hasta el final de su vida, para acudir allí dondequiera que hombres y mujeres estuvieran en peligro. Hasta el final, se habrá encontrado con lo humano. No irá más lejos.