Uno será o no será creyente, pero no se puede negar que la religión católica mueve millares de personas. Una iglesia que, para algunos, se ha hecho demasiado artificial y lejana a sus ideales fundadores. Mucha estructura pero menos divulgación de valores, algo así. Para algunos, la iglesia vive aún en tiempos pasados, y la adaptación al presente se hace más necesaria que nunca cuando lo espiritual no pasa por su mejor momento. Joan Febrer, rector de la parroquia de Sant Bartomeu de Ferreries, es una de esas voces reflexivas, que merece ser oída y, sobretodo, escuchada. Lo entrevista Llorenç Allens en Diario de Menorca.
– Ya no se lleva lo de ser cristiano…
– Tras la Guerra Civil, hubo una inflación cristiano-católica. Uno era cristiano y católico presionado por la situación social y política. Por lo tanto, todos lo eran porque además ser cristiano otorgaba ventajas. Esto ha cambiado mucho, y actualmente uno puede vivir una vida civil sin discriminaciones sea o no sea creyente, y esto es un avance de la libertad. Por eso, ser cristiano hoy es más meritorio, pues no está de moda.
– ¿Quien es cristiano hoy ya lo es porque quiere y no por tradición?
– Las tradiciones no se pierden de un día para otro, y aún pervive en la sociedad una fuerte tradición que pasa a través de los padres. Es cierto que ya no son la mayoría aquellos que bautizan, comulgan, se casan por la iglesia…
– Con el paso del tiempo, forzosamente la iglesia tiene que adaptarse. ¿Ha encontrado su sitio en esta sociedad?
– La iglesia católica española no encuentra su sitio. Aceptar que la sociedad es más plural de lo que era, y que el estado no es confesional y la iglesia debe convivir con otras religiones… Ante todo esto, la iglesia no encuentra su sitio. Existen pronunciamientos y declaraciones que llevan a pensar que la iglesia aún no ha asumido todo esto.
– ¿Qué haría falta para que la iglesia encontrara su sitio?
– A nivel externo debería reconocerse la libertad de la opción religiosa y la pluralidad existente. A nivel interno, las comunidades cristianas nos debemos plantear el evangelio en clave más misionera: asumir que somos una minoría que debe actuar como lo hacía al principio de la iglesia, un colectivo que intentaba ser muy activa y participativa, pero nunca dominar la sociedad sino aportarle la novedad de la vida cristiana.
– ¿Y por qué cree que aún están lejos de este objetivo?
– Es un cambio que cuesta, porque tras él hay una historia larguísima en España en la que la iglesia ha tenido la sartén por el mango. Esto pesa mucho, y cuesta desprenderse de esta comodidad.
– Esto le puede estar pasando factura a la iglesia, a la imagen que ofrece. Sino, basta ver la elección del presidente de la Conferencia Episcopal, una persona que no abandera los valores que usted reclama.
– La iglesia proyecta una imagen que hace daño. Sea por pronunciamientos o inercias de la iglesia, o porque los medios de comunicación no transmiten la vida de base de la iglesia, sino lo más llamativo. Esta imagen duele, y hace que alguna gente crea que la iglesia no es creíble.
– Y ante ésto, ¿qué debe hacer la iglesia?
– La iglesia católica no es un imperio con provincias, sino que se estructura en base a iglesias particulares y locales. Cada una de estas, como la menorquina, deberían tener una identidad propia. Mi iglesia es la de Menorca. Hay que fortalecer la vitalidad y la personalidad de cada iglesia, y a la vez recordar las reformas que hacen falta a la iglesia a nivel estructural. O como mínimo, que los fallos que tiene la gran estructura de la iglesia no se reproduzcan en nuestra iglesia.
– Y en esto último, ¿cómo andan?
– La iglesia de Menorca no es una excepción independiente del momento actual, pero tampoco se puede equipara su línea con esta imagen más ‘carca’ que se difunde de la gran iglesia. Aquí tenemos otra realidad, y los momentos posteriores al Concilio Vaticano II aquí se vivió de una manera muy particular gracias a los obispos que tuvimos y que tenemos. Aún y así, las dificultades que se dan en otros sitios también se producen aquí, pero se puede respirar una libertad y el perfil es moderadamente más abierto de lo que se antoja pasa en otros sitios.
– Y esta reflexión que hace usted, ¿se puede hacer libremente en Menorca?
– Sin ningún problema. El propio obispo Piris ha pedido que los problemas se debatan y no se callen.
– Deme un motivo para ser cristiano en una sociedad en que no se lleva serlo.
– Jesús sigue siendo un referente válido para hoy, tanto para la vida personal como para las relaciones de comunidad. Más allá de las capas y cortezas que la iglesia ha adquirido, el mensaje del evangelio sigue siendo válido.
– La iglesia debería recuperar su esencia…
– Sí. Todas las renovaciones en la iglesia han implicado un retorno a los orígenes, no porque éstos fueran ideales, sino porque estaban más cerca de sus principios fundadores, sin los defectos que se han adquirido con el paso del tiempo.
– El Gobierno da pasos para consolidar un estado cada vez más laico, se están recortando las ayudas directas a la Iglesia Católica… ¿Cómo vive esto un capellán, se siente en peligro?
– Si yo sólo fuera capellán, me sentiría mal, pero antes que nada soy un vecino de mis vecinos. Por esto, mi estado de ánimo no se ve afectado. Desde el punto de vista económico, la iglesia de Menorca está aumentando cada vez más su autosuficiencia, aunque siempre deberemos recurrir a ayudas externas para mantener, por ejemplo, nuestros edificios. Además, nosotros estábamos preparados psicológicamente para una situación como ésta. Debemos reencontrar nuestro sitio, que no consiste en competir sino en colaborar y aportar nuestros valores.
– Según usted, ¿un estado debe ser laico?
– Laico sí, laicista no. Laico significa que se mantiene neutral en el tema religiosa, sin otorgar privilegios a nadie pero respetando la libertad. Laicista implica querer relegar las religiones a la esfera privada. Cierto que la religiosidad es estrictamente personal y libre, pero también se manifiesta públicamente y tiene una dimensión pública. Hacer esto último sería una exageración.
– Y el estado actual, ¿es laico o laicista?
– En los políticos que dirigen este estado hay mucha variedad de posturas. Todos coinciden en la no confesionalidad del estado, pero algunos son más laicistas que los demás. No obstante, a veces por parte de la iglesia hay un excesivo victimismo diciendo que estamos perseguidos, cuando esto no es así. Simplemente, esta situación es un producto de la libertad.
– Toda esta situación, un estado cada vez más laico, una disminución de su papel social… ¿Cuál es el futuro de la iglesia?
– Numéricamente está perdiendo efectivos, pues no existe relevo generacional suficiente. Cuantitativamente iremos a menos, pero eso es un reto muy importante para la iglesia. Y a eso hay que responder, no sólo a pequeña escala, sino a nivel institucional. El arzobispo de Roma ya ha pedido una reforma estructural de la iglesia, que hace mucha falta.
– Una reforma que sirva para…
– Reformar la estructura y el estilo. Por ejemplo, hay que hablar del estado del Vaticano, de los cardenales, del nombramiento de obispos, del celibato de los curas… Hay muchas cosas que deben adaptarse a la realidad.
– Estas palabras no gustarán a todos…
– Pero es lo que hay. Un obispo planteó la posibilidad de que las mujeres pudieran ser ordenadas curas. Le dijeron que nunca había pasado, y que no estaba escrito en ningún sitio. ?l contestó que tampoco estaba escrito que no pudieran ser cardenales. Y ahí esta un tema, los cardenales. Son una representación del pueblo religioso, que elige al Papa. ¿Por qué no hacemos que sea una representación más plural de este pueblo, incluyendo curas, seglares, casados…? ¿Por qué el Papa tiene que ser el Jefe de Estado del Vaticano? ¿No sería mejor que lo gobernara un seglar, que administre, mientras el Papa dirige la iglesia universal?
– ¿Cómo sientan estas reflexiones entre la iglesia? Algunos pensarán que esta reforma podría desmontar la estructura establecida…
– Hay mucha gente que comparte la necesidad de esta reforma, pero le falta la plataforma para decirlo. Cuando oyen que alguien lo dice, enseguida confiesan que ellos piensan lo mismo. Pero el mensaje no llega donde debe.
– ¿Y eso?
– Falta de fuerzaa la hora de difundir nuestro mensaje, pero también falta de receptividad. Hay cambios que dan miedo, y la inercia de la Iglesia es mucha y fuerte.