Ideas sobre el socialismo del futuro -- José Ramón González Parada

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

A falta de otra palabra tan abarcadora como ésta, ¿qué significa hoy socialismo? la idea sigue teniendo sentido, aunque hay que trabajarla para que tenga un significado concreto y movilizador. (No, por favor, no busquemos que sea ilusionante como si fuera un reclamo electoral).

La transición al socialismo, o al ecosocialismo como ya se apunta en muchos pensadores, ?conducirá no solo a un nuevo modo de producción y a una sociedad más igualitaria , sino también a un modo de vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más allá del reino del dinero y de los hábitos de consumo artificialmente inducidos por la publicidad y por la producción de mercancías inútiles?? (Michael Löwy, 2019 Cristianismo de liberación, perspectivas marxistas y ecosocialistas, El Viejo Topo) Hasta ahora bien, pero ¿como llegar a esa utopía emancipadora? Podríamos parecernos a los primeros cristianos que esperaban la realización del Reino en su propia generación, y luego lo fueron aparcando de milenio en milenio, mientras unos derivaban el cristianismo en un instrumento del poder, y otros lo mantuvieron como un ideal que realizaron en su entorno inmediato, pero sin por ello conseguir la llegada del Reino. Podría pasarnos lo mismo, el socialismo del III Milenio (seguro que no llega al IV) un no lugar para ninguna espera.

La utopía ecosocialista necesita hoy un plan de etapas, qué metas podemos proponer esperanzadamente en el camino al socialismo que sean accesibles en un plazo de 10 años, de una generación, que realmente signifiquen una apertura al futuro y no un presente diferido. Programa, programa, programa, pero también utopía, utopía, utopìa, pues como ya señalaba el peruano Mariátegui ? probablemente el marxista más vigoroso y original de América Latina- el socialismo es inseparable de un intento de encantar al mundo mediante la idea de revolución, la mística de la fe revolucionaria, la solidaridad, la indignación moral y el compromiso con la acción.

No creo que el socialismo del siglo XXI-o lo que corresponda- pueda considerarse un modo de producción, a la manera en que se considera respecto al modo de producción esclavista, al asiático, al feudal o al capitalista. Esto por tres razones, la primera porque el socialismo real del siglo XX fue una variante del capitalismo (capitalismo de estado) y no tenemos referencia de la sociedad comunista a la que este capitalismo de estado debería dar paso, la segunda porque la crítica política y la hermenéutica histórica aconsejan no tomar como referencia de futuro este estadio de capitalismo de estado, y la tercera porque los modos de producción se reconocen a toro pasado y con una larga perspectiva histórica, y por tanto no caben en un programa político o en una prognosis académica. No es pensable un programa político o un movimiento social que plantee poner en marcha el modo de producción X para superar el modo de producción capitalista, sencillamente porque las cosas no ocurren así. Lo que sí es pensable y además existen referencias vivas y actuales son experiencias de producción no capitalistas en el seno del capitalismo, modelos que representan a escala local formas de desarrollo alternativo o incluso alternativas antagónicas a la idea occidental de desarrollo, como es la teoría del decrecimiento1 o el ecosocialismo.

Quienes hablan de socialismo democrático se refieren comúnmente a una forma de gobierno que discurre en el campo de la democracia formal burguesa, y por tanto en el campo de la organización social capitalista, luego el socialismo democrático es algo del pasado. En cambio si queremos decir lo que es el socialismo del futuro, entonces hay que decir que es una sistemática intervención de los mercados en pro de los valores del bien común, democráticamente decidida. Es lo que hoy se hace necesario para recuperar la libertad humana, que es la condición de todo lo demás. (Hinkelammert). El socialismo futuro será resultado de la libertad y de la democracia cuya recuperación se reclama. La democracia no es el socialismo, pero éste no puede ser sin democracia. No es el socialismo el que se hace el demócrata para entrar en la sala vip de la alta política (en realidad política prêt a porter), sino que son las aspiraciones populares al impugnar los fundamentos de la dominación las que paren el socialismo: esa organización social del espacio público capaz de doblegar la tiranía del mercado total.

Esta forma emancipadora de organización social recupera la ética del bien común, desarrolla una economía fusible con la naturaleza ?decrecimiento- y las relaciones laborales que se dan en su seno buscan minimizar la alienación. Niega por supuesto el esclavismo y la servidumbre, pero no niega el trabajo asalariado ni el mercado (elementos fundamentales del modo capitalista de producción), reclama la planificación (elemento fundamental del socialismo histórico) y se aboca a la cooperación libre de la tradición anarquista. ¿Será este resultado otro ?modo de producción??? Saberlo ahora o intentar describirlo no es ni urgente ni interesante.

Pero sí podemos imaginar una sociedad en la que quepan muchas formas de empresa (privada individual o societaria, pública, comunitaria, social, cooperativa??.) y muchas formas de relaciones laborales. Para empezar, no solo el trabajo remunerado, el que conforma el mercado de trabajo, generaría derechos, sino también el trabajo social o familiar no remunerado (que no es lo mismo que el trabajo gratuito impuesto).

Seguiría habiendo asalariados del sector público y de las grandes empresas, pero los sindicatos de los trabajadores velarían por un salario justo y unas condiciones laborales dignas, y además porque la producción tenga interés social, no solo mercantil. Pequeñas empresas también podrían tener trabajadores asalariados, pero el tipo de contrato entre empleador y trabajador sería un tipo de contrato de interés mutuo, en el que el propietario de la empresa aporta capital ?maquinaria, instalaciones- y mercados, y el trabajador conocimiento profesional y producción técnica. Lo que obligaría a explorar nuevas formas de gestión, modificando la cultura empresarial dominante.

Los trabajadores libres asociados sería la forma específica de trabajo deseable, pero no obligatoria, adaptándose el sistema de propiedad de los bienes de producción comunes a sus circunstancias. Los campesinos libres asociados se verían liberados de su dependencia del agronegocio, ya que sobre ellos recaería una importantísima función social: garantizar la soberanía alimentaria. Algo parecido podría ocurrir con los pescadores artesanales, dando nueva vigencia a sus tradicionales cofradías.

Nada impediría que siguiera habiendo trabajadores autónomos, pero estos serían aquellos que por sus conocimientos y manejo de determinadas tecnologías o por la naturaleza de sus servicios, tuvieran su mercado. Por tanto quedaría abolido el tipo de autónomo que es un asalariado sin patrón, que no es autónomo sino dependiente de la empresa que le compra su trabajo, pseudo autónomo que previamente ha sido un asalariado despedido, o que no va a ser nunca contratado, salvo bajo la ficción de hacerse autónomo.

También habría trabajadores que renunciando a una relación salarial, trabajarían por vocación y sin dependencia a favor de una comunidad o un grupo social particular que le cubre sus necesidades (sí, recuerda a las órdenes mendicantes, pero no pasa nada, estoy imaginando)

Y también, ¿por qué no? habría trabajadores que optaran por la calle, como ya ocurre ahora por necesidad; estos juglares modernos ya no serían marginados expulsados del mercado de trabajo, sino gente libre que elige su propia forma de vivir.

Todo lo anterior podría plantear serios problemas en la organización social, pues podría resultar tan ineficiente que pusiera en riesgo la producción de los bienes socialmente necesarios. Por ello habría que volver a la planificación, que deberá ser compatible con el mercado. Cualquier política orientada a satisfacer las necesidades humanas debe abordar la planificación estatal o regional, para alcanzar las metas que no son posibles en el juego del mercado. Una planificación que choca frontalmente con la conducción política subordinada a los mercados, lo que obligará a esa sistemática intervención de los mercados ya citada. El reto para los economistas del mañana consistirá en resolver el binomio planificación-mercado; y el de la acción política en implantarlo mediante compromisos con las organizaciones de productores, asociaciones ciudadanas y organizaciones sindicales. Un programa económico que exige un sistema de información transparente, a partir del cual hacer viable la auditoría popular tanto de la planificación como de los mercados. ¿Es esto posible? Difícil sí, imposible no.

Enero 2021