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Si tienen la verdad,
guárdensela (F.Pessoa).
La vieja verdad tradicional ha sido una verdad dogmática y fundamentalista, incólume, que se ha erigido en verdad inaccesible para todos excepto para los guardianes de su ortodoxia. Por eso pudo espetar F.Pessoa a los guardianes de la verdad absoluta: ?si tienen la verdad, guárdensela??. Pues la verdad absoluta supera la humana contingencia, convirtiéndose en absolutismo mentiroso.
Guardémonos pues de la verdad absoluta y vayamos a buscarla
recorriendo el camino en compañía. El amigo José Bada me habla
de la verdad-camino, que es la búsqueda de la verdad sin su
posesión, la apertura dialógica o intersubjetiva, lo que yo llamo
la verdad-sentido o sentida, la verdad consentida. La verdad-
sentido es la verdad humana o encarnada, la verdad relacional y
no absoluta, pero tampoco relativista.
En efecto, tenemos en un extremo la encarquecida verdad
absoluta de carácter tradicional, mientras que en el otro extremo
se predica y practica la verdad relativa o relativista, exenta, de
signo posmoderno. Hemos pasado así de un extremo al otro, de
la verdad pura a la posverdad o pseudoverdad de signo
posmoderno. Sin embargo, entre la verdad absoluta y la verdad
relativa o relativista, afirmamos la verdad relacional o
correlacional, la cual no es puramente objetiva ni impuramente
subjetiva, sino medial o mediadora, objetivo-subjetiva, humana y
no extrahumana ni suprahumana.
Así que el ojo humano es ojo porque lo vemos y nos ve,
correlacionalmente, de modo que la auténtica verdad comparte
tu visión y la mía en una cosmovisión de carácter
interperspectivístico. Se trata de la articulación de la verdad-
sentido, la cual incluye tanto tu verdad como la mía
polifónicamente, en una especie de coimplicación de opuestos
compuestos sinfónicamente. De esta guisa, porque de una guisa
o guiso se trata, la auténtica verdad dice ?interverdad??, verdad
plural y contingente, puesto que desde Aristóteles sabemos que
toda sustancia está ya accidentada por sus accidentes, al modo
como todo sustantivo está ya adjetivado implícitamente. Por eso
la verdad es lo que es y no es, es la realidad y su contrapunto, es
la luz y su sombra.
Digamos que la auténtica verdad es la síntesis de lo uno y lo otro,
el amor de los contrarios contractos, el amor contrariado. El cual
encarna la ambivalencia humana, pues como aduce P.Neruda:
?sabrás que no te amo y que te amo, puesto que de dos modos
es la vida: amor, te amo por clara y por oscura??. El propio Dios,
presunta verdad pura, es coímplice del ser y, por tanto, cómplice
de la realidad. Arturo Sosa, prepósito jesuita, acaba de hablar
del Dios multicolor, multicultural y multivariado; y de un modo
radical, Nicolás de Cusa lo define como la coincidencia de los
opuestos. Por ello amar a Dios es amarlo todo, siquiera de un
modo sublime o sublimatorio.
En consecuencia, pienso que deberíamos hablar si acaso de la
verdad póstuma, asumiendo en este mundo la verdad-sentido o
simplemente el sentido como baremo de nuestra condición
humana. Pues la auténtica verdad es el sentido que asume el
sinsentido, mientras que el auténtico sentido es la verdad que
asume su doblez o ficción. Dejemos pues la pura verdad para los
antiguos dioses y la verdad relativa o relativista para los nuevos
posmodernos, mientras asumimos sensatamente la verdad-
sentido en una perspectiva intramoderna o reflexiva.