¡Monseñor Romero ha resucitado! -- Por Héctor Endara Hill

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Adital

Oscar Romero3.jpgMorir para vivir
Han pasado 28 años desde el asesinato de Oscar Arnulfo Romero, su presencia, su teología, su compromiso, su obra, su muerte, su palabra y su Pascua crece y se agiganta con el tiempo inspirando el trabajo de la verdadera Iglesia de Jesús.
El 24 de marzo de 1980 una bala atravesó el corazón de Monseñor Romero. Nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, municipio del departamento de San Vicente en El Salvador. En 1942 Romero fue ordenado sacerdote en la Universidad Gregoriana de Roma en donde hizo sus estudios de teología. En el 43, a los 24 años, Romero trabajó como párroco y, al poco tiempo, fue nombrado director del seminario interdiocesano de San Salvador.

En 1967, cuando tenía 54 años, fue nombrado obispo. El 22 de febrero de 1977, próximo a los 60 años, Monseñor Romero es nombrado Arzobispo de San Salvador. Al tercer año como Arzobispo, Monseñor Romero, fue asesinado el 24 de marzo de 1980.

CREEMOS EN SU PALABRA

Los que pretendemos seguir a Monseñor Romero creemos que -como él nos dice- «El reino de Dios está más afuera de las fronteras de la Iglesia. La Iglesia aprecia todo aquello que sintoniza con su lucha para implantar el reino de Dios. Una Iglesia que trata solamente de conservarse pura, incontaminada, eso no sería Iglesia de servicio de Dios a los hombres.» (3 de diciembre, 1978/VI 13-14).

Con Monseñor Romero aprendimos que: «No es un prestigio para la Iglesia estar bien con los poderosos. Este es el prestigio de la Iglesia : sentir que los pobres la sienten como suya, sentir que la Iglesia vive una dimensión en la tierra, llamando a todos, también a los ricos, a convertirse y salvarse desde el mundo de los pobres, porque ellos son únicamente los bienaventurados» (17 de febrero, 1980/VIII 239).

IGLESIA Y COMPROMISO

No somos iglesia-comunidad por cumplir con rituales y gozar de los privilegios del poder y su sistema. «Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen, no es verdadera Iglesia de Jesucristo» (17, febrero, 1980/VIII 233).

LA IGLESIA EN PANAMÁ

¿Cómo entender en Panamá la actuación de algunos obispos que han ido cercenando el trabajo de laicos, laicas, misioneros y misioneras comprometidos con el trabajo de evangelización? ¿Qué mensaje nos dan los obispos que han dicho que fueron nombrados para «cortar cabezas» ? ¿Qué tipo de misión pastoral puede ser aquella que le arrebata la esperanza a los pobres, dejándolos abandonados en medio de lobos? ¿Qué tipo de iglesia es esta que vive y se inspira en el poder dándole la espalda a las poblaciones indígenas y campesinas que sufren los zarpazos de los empresarios que promueven las hidroeléctricas y la minería a cielo abierto?

En los últimos dos años, la institución de la Iglesia Católica en Panamá ha profundizado en el conservadurismo en la misma proporción con que busca afanosamente el fortalecimiento de sus lazos con los poderes y su sistema. El despido injustificado- inquisitorial de casi la totalidad del equipo nacional de Pastoral Social-Cáritas (2006-2007) y, como consecuencia, la desarticulación del trabajo o pastoral de acompañamiento a las luchas de las comunidades campesinas e indígenas muestra el creciente conservadurismos en la institución. Otra muestra más reciente de esta derechización que impera en la institución la constituye la promoción de un absurdo y ampliamente rechazado Ordinariato Castrense en Panamá.

NO BASTA CON PALABRAS

No es suficiente con constatar, de manera superficial, la realidad de desigualdad que acogota al pueblo de Panamá. A esto se limitan los actuales jerarcas de la Iglesia en Panamá. La constatación de la «desigualdad» desde la cumbre y gozando de los privilegios que otorgan los poderes, constituye una cortina de humo similar a la demagogia de los políticos. La verdadera denuncia, tiene que ser profética y profundamente comprometida. La iglesia y sus pastores no pueden copiar el mismo lenguaje y la misma demagogia de los baila la vara que abundan en los partidos políticos.

LOS TESTAFERROS

Dice en el Evangelio que, «por sus frutos los conocerán» , la persecución montada por el obispo auxiliar Pablo Varela en Pastoral Social-Cáritas, al igual que la persecución del obispo Audilio Aguilar contra el equipo misionero de Costa Abajo de Colón, son parte de los hechos y frutos de desesperanza que esparce la institución de la Iglesia que trabaja en Panamá. Otra, muy diferente, es la manera de actuar y de pensar de Monseñor Romero: «Los obispos no mandamos con un sentido despótico. No debe ser así. El obispo es el más humilde servidor de la comunidad» (23, abril, 1978/IV).

EL COMPROMISO

El 11 de noviembre de 1979 Monseñor Romero hizo público su compromiso con el pueblo: «Quiero asegurarle a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, si no que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige».

La palabra viva de Monseñor Romero se proyecta hasta nuestro tiempo y a todos nos alcanza: «!Mucho cuidado católicos¡ Comenzando por nosotros, los ministros de Dios. No creamos que por ser obispos o sacerdotes o por ser institución eclesiástica, somos lo mejor del cristianismo. Somos signos, pero puede ser como la campana, que es signo, llama pero se queda afuera??» (Homilía 13 de agosto de 1978. V p. 125) «Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen, no es verdadera Iglesia de Jesucristo» (17, febrero, 1980/VIII 233).

OBISPOS DEL MONT?N

Solo con verlos llegar podemos comprobar que, contrario al pensamiento y al compromiso de Monseñor Romero, la gran mayoría de los obispos que conocemos se comportan de manera prepotente y arrogante. Obispos hay muchos y en muchas partes, obispos cristianos, como Monseñor Romero, hay muy pocos y en algunos lugares.

Monseñor Romero NO FUE NI ES un obispo del montón. A la mayoría de los obispos, el conservadurismo les dura toda la vida y su «reino» acaba cuando mueren. Son pocos los obispos que, como Monseñor Romero, acuden al llamado del Dios de la vida que se revela en el clamor del pueblo; en sus luchas y en sus organizaciones. Al morir Romero, su reino ha comenzado.

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