La banda del (¡no tan!)señor Albert Rivera -- Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Hace ya unos cuantos años empezamos a oír hablar de un joven catalán, llamado Albert Rivera, que había fundado un partido político, catalán, liberal, regenerador de la política, y, en apariencia, modelo, su fundador, de niño bien, educado, fino, incapaz de salirse de tono, y el partido, una agrupación aseada, nutrida de jóvenes idealistas, pretendiendo cambiar el rumo de la política, española, comenzando por Cataluña. De hecho el partido era tan catalán que no estaba compuesto por «Ciudadanos», sino por «ciutadans» , algo que en un cierto momento fue comentado con sarcasmo por ese líder de la ironía política que es Rafael Hernando, del PP.

Que por qué he titulado el artículo «no tan señor», por la siguiente razón: hace tiempo que se busca a ese Albert del inicio de este artículo, moderado, templado, equilibrado, educado y afable, pero no se le encuentra. Se ha convertido en un «no tan joven» cuarentón, desabrido, faltón, maleducado, destemplado, huraño y perpetuamente tenso. En esta sesión de Investidura se ha sacado de la manga una expresión que, por lo visto, le hace mucha gracia, pero que como suele suceder, no tiene ninguna, y que la aplica al señor Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, y candidato a la investidura, para, supongo, explicar las malas compañías delas que se rodea el actual inquilino de la Moncloa. La expresión es «la banda de Sánchez», que viene a sustituir por unos días a otro epíteto nada apetecible como «el sanchismo». A mí, de este muchacho otrora tan formal y modoso, me incomoda casi todo: ese tono insultante, ese aire de matón del hemiciclo, que da la impresión de pugnar en cada intervención por adelantar y vencer a Pablo Casado en malos modos e impertinencias. Hace muy bien éste en no acompañar al líder del partido de evadidos en esa carrera a ver de quien la dice y la hace más gorda. No sé por qué ni para que ha emprendido Rivera esa deriva sin norte ni oriente, raudo y veloz a ninguna parte.

He seguido con interés, a veces con perplejidad, otras con emoción, como cuando el lunes asistimos a una «impresionante demostración de madurez democrática», como la llamó el profesor y ex magistrado Javier Pérez Royo en Eldiario.es del martes. El gran jurista estaba tan emocionado que se atrevió a afirmar que, por primera vez, se había ofrecido a los españoles pendientes de la Televisión y la radio una sesión de investidura verdadera, sin trampa ni cartón, dejando aparecer y lidiar en la palestra del hemiciclo de las Cortes la variedad y riqueza de los pueblos y de los ciudadanos de España, sin tapujos, ni falsos pudores, ni escándalos de pacotilla. Y eso mientras tertulianos, y políticos sin fuste ni percepción profunda de lo que sucede delante de sus ojos, o se lamentaban del lastimoso espectáculo, o asistían desconcertados a una escena de magnífica y espectacular grandeza casi dramática. Pero hay una cosa que me sorprende, y me incomoda: que ni políticos, ni periodistas, ante faltas de respeto, y diatribas llenas de mentiras, o, por lo menos, de aseveraciones no demostradas, no se atrevan a señalar a los que así actúan su comportamiento injusto e inaceptable.

Por ejemplo, ¿No hay nadie entre los asesores de Albert Rivera que le aconseje dejar de usar la palabra «banda», que es común y más o menos neutra entre grupos de adolescentes, pero es insultante y ofensiva para los que ayudan a un presidente de Gobierno de nuestro país, mientras no se demuestre de manera incuestionable un comportamiento mafioso o delincuente? ¿Tiene el (no tan)señor Rivera pruebas irrefutables de que el «sí» señor Pedro Sánchez, honesto y honorable mientras no se demuestre lo contrario, tiene entre sus propósitos el vender o destruir España? ¿No se ha parado nunca el presidente de Ciudadanos, licenciado en Derecho, a pensar que no todo vale, ni es lícito en Política, y que algunas acusaciones pueden constituir difamación o calumnia? ¿Y no sabe el que pretendía regenerar la Democracia y la vida política en España, quién ha proporcionado al Presidente del Gobierno la «banda» que lo arropa, y ayuda en su tarea más que honorable de guiar la Política de este país?

Pues han sido solo más de siete millones y medio de ciudadanos, tan dignos y amantes de España como Rivera y sus incondicionales. El señor Rivera, en su desvarío delirante y abyecto, ¿está insinuando, tal vez, que muchos ciudadanos españoles se han puesto de acuerdo para colaborar en la tarea de proporcionar una «banda», que no será de santos, al señor Presidente del Gobierno, ahora en funciones?.

Y menos mal que, para llevarme la contraria del desinterés, y falso sentido de clan que parecen demostrar los políticos, ¡todos somos diputados», el portavoz del PNV, ese partido más peligroso que el mismo diablo, según los muy demócratas de Vox, se ha encarado, eso sí, con humor y con clase, con Rivera, y le ha espetado: «Porque lo de Vds. (las tres derechas), más que una banda, ¡será un comando! Porque hoy, para vergüenza de los partidos autodenominados con autobombo «constitucionalistas», han sido políticos execrados , y más que denominados, insultados injustamente de separatistas o independentistas, porque también tienen su existencia protegida por la Constitución, los que han demostrado responsabilidad democrática e interés porque en España se instalara un Gobierno que echara a andar, y a enfrentar tantas tareas que tiene pendientes nuestro país.