Tras diez años de fructífero Proyecto Cultural, pingües negocios a pachas en la Protección Civil, leyes contra la fecundación asistida, movimientos concertados contra el testamento vital, normas especiales para que Eluana Englaro no muriera de hambre y sed, y generosas aportaciones a las escuelas católicas mientras las públicas, como en España, agonizan sin dignidad, muchos se preguntan en Vaticalia si la Iglesia italiana y el Vaticano habrán decidido finalmente desembarazarse de su alianza de hierro con el pagano Sultán de Arcore.
Algunos datos indican que las bases no soportan más la vergüenza de ese pacto antinatura, un engendro impulsado en los últimos 20 años por el Opus Dei, Comunión y Liberación y los Legionarios de Cristo que se basa en el apoyo mutuo con el Gobierno B. para destruir el patrimonio cultural de la izquierda y convertir progresivamente, como mandaba el Concordato firmado por Bettino Craxi y el cardenal Casaroli, al Estado de bienestar (la sanidad, la educación, incluso la atención a los inmigrantes) en un rentable negocio privado vaticaliano.
Según el sacerdote y vaticanista Filippo Di Giacomo, el caso Ruby «ha tenido la única virtud de acabar con las mentiras que nos hemos contado todos estos años. Ahora debemos empezar a decirnos que la izquierda no tiene una sola idea, y que se parece mucho a Berlusconi porque está dorgada de ambición, de dinero y de poder. Entre los dos han metido a Italia en un callejón sin salida, y ahora esta, como un bambino, busca el amparo de la gran mamma, la Santa Madre Iglesia».
Aunque los obispos, periodistas, políticos y cardenales más cercanos al compromiso social (y al Partido Democrático) parecen estar presionando en las dos orillas del Tíber para que las jerarquías de acá y de allá hagan una declaración pública inequívoca, que deje claro que las supuestas andanzas menoreras de B. han sobrepasado todo límite y que la Iglesia no le acompañará por ese camino (metafóricamente, claro), las declaraciones hasta ahora han sido tibias, y la actitud general revela más pánico que decisión.
Después de tantos años de tener un referente pagano y ateo-devoto y seguramente por eso más fiable que si fuera católico, los purpurados de la curia negocianta y trapicheadora se sienten perdidos, acabados, como el monagillo pillado de marrón robando en el cepillo.
El aliado más fiel está contra las cuerdas, y como cantaba el maestro Morente, ha llegado el momento de
Que me toquen arrebato
Las campanas del olvido
Venga y apaguen el fuego
Que esta gitana ha encendido
?yela. El pequeño reloj
Y quizá por eso, las condenas han sido hasta ahora cualquier cosa salvo inequívocas. Las palabras melífluas de Tarcisio Bertone, secretario de Estado, pidiendo genéricamente «moralidad, justicia y legalidad» han dejado insatisfechos a casi todos los católicos.
De hecho, su ambigüedad ha gustado a Berlusconi, que ha afirmado hoy a su consejo de ministros que el secretario de Estado vaticano ni siquiera se refería al caso Ruby cuando expresó su «turbación».
Mientras tanto, los medios vigilan cada sílaba pronunciada por el Papa extranjero, y han querido ver hoy un nuevo toque de atención en el discurso ante los policías llegados a San Pedro desde la Questura (jefatura) de Roma.
Ratzinger ha dicho que confía en que «las instituciones reencuentren sus raíces morales». La frase textual es esta. «Los nuevos retos de hoy exigen que Dios y el ser humano vuelvan a encontrarse, que la sociedad y las instituciones públicas reencuentren su alma, sus raíces espirituales y morales, para dar una nueva consistencia a los valores éticos y jurídicos de referencia y por tanto a la acción práctica».
Más que un anatema, parece una reflexión general sobre el desgobierno de la crisis económica y el laicismo, sus temas favoritos de siempre, pero en fin… El que no se consuela…
Si alguien piensa que la Iglesia va a lanzar la excomunión pública de Berlusconi, debería leer la entrevista publicada en Il Giornale de la familia de B. a Vittorio Messori, el gran intelectual católico afin al Opus Dei que según el Opus Dei no es miembro del Opus Dei, y asiduo del programa Porta a Porta de Bruno Vespa.
Preguntado por el vaticanista Andrea Tornielli, de Comunión y Liberación, Messori dispara en las últimas líneas esta frase memorable: «Ciertamente es mejor un putero que hace buenas leyes que un notable catolicísimo que hace normas contrarias a la Iglesia».
Como opinión autorizada «directa», hasta este momento esta es la más autorizada que ha tenido a bien dar la siempre múltiple y sibilina Iglesia Romana. Según Messori, cualquier condena vaticana sería una «injerencia» del Vaticano en los asuntos de Italia. El investigador-exculpador de los secretos del Opus Dei quizá quiere hacernos pensar que son dos Estados independientes, que Vaticalia no existe…
O tal vez la idea forme parte de la campaña mediática emprendida por «el putero que hace leyes buenas». Porque esa campaña ha llegado hoy hasta este blog por dos vías inexcrutables.
Una es el Opus, cuyo portavoz se ha limitado a hacernos saber con su habitual amabilidad que Messori no pertenece a la obra aunque haya escrito un libro sobre ella y aunque nosotros nos empeñemos en considerarle afín a ella. Queda dicho.
El otro camino inexcrutable es el que lleva a la señorita que veían arriba del todo (y ahora también abajo). Marysthell García Polanco. Dominicana, de 27 años, y una de las decenas de jóvenes velinas y / o prostitutas (ella jura que es modelo) que han frecuentado la Villa San Martino de Arcore (cuya historia secreta narró por cierto magistralmente mi antecesor Enric González en este artículo imprescindible).
La señorita García ha llamado a EL PAÍS porque quiere concedernos una entrevista para limpiar su «buen nombre». Puestos al habla con ella, su abogado nos la ha pasado y hemos hecho la entrevista. Es realmente encantadora, y el domingo podrán solazarse con su dulce versión de los hechos en el diario.
Solo anticipamos una cosa. Messori no será del Opus pero tampoco sabe lo que se dice. ¿Putero Berlusconi? Machhè! Según García Polanco es un verdadero santo, un filántropo que no pide nada a cambio, o como ha dicho el viperino Roberto D’Agostino en Dagospia, un figantropo (de figa, palabra vaticaliana que señala las partes pudendas femeninas).